La economía es una disciplina de las ciencias sociales que hegemoniza, en su versión mainstream, la cosmovisión social de nuestro tiempo. Ahora, una y otra vez, la realidad golpea a la puerta recordando a los economistas convencionales, que lo reducen todo a la crematística del mercado, la presencia de dimensiones que preceden a esa esfera. Dimensiones que son las que hacen posible plantearse los asuntos humanos referidos a los recursos, el trabajo, la producción, el intercambio o la distribución.
Asimismo, la crítica de la economía política ha focalizado la atención en la lógica de la mercancía y de la acumulación, movida por la rentabilidad. Sin embargo, los mercados mundiales están fuertemente estructurados e interconectados, con lazos en los que el mercado no explica muchas prácticas y aspectos de la dinámica real. El papel del Estado, de las grandes corporaciones globales, o los conflictos geopolíticos por el dominio imperialista donde la fuerza está presente, la formación de relaciones de reproducción o la relación con la biosfera –como condición de posibilidad de la vida, de las sociedades humanas y de la propia economía, como se trató el el Plural del número 190 de viento sur–, son factores que hacen singularmente compleja, más allá de las dinámicas cíclicas de la economía de mercado, la comprensión de las relaciones materiales, pero no por ello menos necesarias de estudiar para dar cuenta de la estructura de la realidad que nos proponemos cambiar.
A este respecto, la disputa por la hegemonía y la acumulación del excedente, que abren las puertas al poder imperial, requieren de un dominio múltiple: sobre la naturaleza, la colonización de territorios y pueblos enteros, sobre la clase trabajadora y sobre el cuerpo y el trabajo de cuidados de las mujeres, en términos materiales y de legitimación cultural.
Una parte del marxismo ha puesto énfasis en la conformación de largas etapas y ondas largas que el capitalismo y sus diferentes formaciones han atravesado. Para ello ha ensayado diferentes nociones que diesen cuenta de la jerarquía relacional existente entre formaciones sociohistóricas. Dependencia, imperialismo, colonialismo y decolonialidad, acumulación originaria o por desposesión, sistema-mundo con centros y periferias, desarrollo desigual, son todas ellas ideas que refieren a las condiciones de subordinación, acople, fuga o desconexión que se han manejado con la finalidad de comprender eso que algunos han llamado el capitalismo global, su desarrollo y posibilidad de transformación.
Desde este punto de vista, una mirada que contemple la dinámica del Sur Global como agente, y no como subproducto sobredeterminado, debe asumir su complejidad y la presencia y acción de sus sujetos. El Sur Global contiene en sí periferias, semiperiferias, países emergentes, subimperialismos o nuevas superpotencias que modifican sin cesar su lugar en el sistema-mundo. Lejos de una visión estática o determinista, nos impele a la revisión de varias construcciones interpretativas no pocas veces dadas por sentadas. Por ejemplo, si nos referimos al campo económico, ¿las jerarquías imperiales o la hegemonía de los oligopolios son inmóviles? ¿Qué puede alterarlas o, incluso, romper con ellas? ¿Resulta práctica una idea de etapas o de onda larga de acumulación a escala mundial? En este número, nos proponemos reabrir estos debates para acercarlos al mundo activista, ante todo para contribuir a una mejor comprensión susceptible de promover cambios en el objetivo de la emancipación de las personas que trabajan, las mujeres y la naturaleza.
De esta manera, hemos reunido diferentes contribuciones que revisitan los marcos clásicos de las ondas largas y, especialmente, la teoría de la dependencia y del desarrollo desigual, para actualizarlas o para discutir con ellas, para convocar a la polémica creativa, arrojando nueva luz sobre los problemas cambiantes de la globalización capitalista y las nuevas formas patriarcales que trae asociadas.
Desde el marxismo, desde América Latina o desde el Estado español, desde la crítica de la economía política y la crítica al patriarcado en sus formas históricas contemporáneas, algunos aspectos vivos del debate vuelven a visitarse aquí, con contribuciones que no dejarán incólumes las reflexiones al uso, incluso dentro del mismo campo político.
Para comenzar, el Plural se inaugura con la aportación del economista Claudio Katz, que revisa en su texto una intervención pública en un seminario que realizó en 2019. Se interroga sobre la pertinencia de la noción de etapa histórica frente a la idea de onda larga manejada por Ernest Mandel para periodificar la marcha del capitalismo. Inspirado por Lenin, la idea de etapa sostenida por Katz cuenta con la virtud de poder registrar saltos históricos cualitativos sin verse tentado por una explicación basada en una supuesta recurrencia económica de los ciclos y la rentabilidad, aun cuando estos estén pautados, como sugería Mandel, por victorias o derrotas de los diferentes bandos de las clases sociales, y no por un determinismo tecnológico, como hace la escuela schumpeteriana, o por otras tendencias deterministas del sistema-mundo auguradas por Immanuel Wallerstein, ni por una sucesión de liderazgos hegemónicos a lo Giovanni Arrighi. Factores que explican defectuosamente, por su irregularidad y saltos inesperados, cualquier ciclo. También, Katz se inspira en la teoría de la revolución permanente de León Trotsky y especialmente en los trabajos de David Harvey, a partir de la noción geohistórica del desarrollo desigual y combinado y las teorías latinoamericanas de la dependencia que, entendidas estas teorías como principios más que como leyes, proponen incluir en la ecuación la dimensión territorial y las relaciones sociales tensadas a su interno. A este respecto, indaga sobre la emergencia de China, con la paradoja que lastra la dinámica de la acumulación global, donde Asia asciende con vigor, pudiendo China disputar en varios terrenos la hegemonía de EE UU, aun cuando no consigue revertir la baja vitalidad del capitalismo mundializado, precarizado, financiarizado y digital.
A modo de diálogo en esta discusión entre diferentes autores, algunos incluidos en este mismo número, el que escribe estas líneas, el economista y sociólogo Daniel Albarracín, propone una perspectiva multifactorial del desarrollo. Toma como un buen marco teórico de partida la perspectiva de Mandel sobre las ondas largas, pero considera necesario revisarla a la luz de aportaciones posteriores, como, por ejemplo, las del propio Claudio Katz y Rolando Astarita, sin tener por qué impugnarla en su totalidad, y cuidando de no tirar al bebé con el agua sucia. A este respecto, considera fundamental darle una mayor profundidad territorial al análisis y propone una convergencia entre la teoría de las ondas largas y del desarrollo desigual y combinado, adoptando algunas líneas de determinadas aportaciones de la teoría de la dependencia. Estima que no todas las corrientes de la teoría de la dependencia han acertado, ni tampoco lo hizo el propio Mandel en todas sus proposiciones. En este sentido, Albarracín sugiere que la teoría de las transferencias de valor del Sur al Norte explicadas por un régimen oligopólico internacional, coincidiendo con Astarita, incurre en un problema serio si no cuenta con algunas prevenciones. A este respecto, si las explicaciones Norte-Sur se debieran a un régimen oligopólico, desplazaría la primacía de la extracción de plusvalor entre clases y daría pie a algunos errores que el propio Mandel habría criticado a los estudios de Sweezy y Baran. De modo que propone un modelo general soportado por la teoría de la acumulación por desposesión a lo Harvey, la teoría de las ventajas absolutas para el comercio internacional a lo Shaikh –que puede dar pie a apropiaciones de valor por ciertas vías–, y también la idea de trabajo potenciado, siguiendo parcialmente al propio Rolando Astarita, que desarrolla esta idea en su artículo de este Plural, y cree oportuno para entender cómo se dan algunas dinámicas del fenómeno de la explotación, así como la necesaria inclusión en el análisis de las formas de generación de valor y reproducción social de la fuerza de trabajo en cada formación sociohistórica.
El también economista Rolando Astarita desarrolla en su artículo, de manera polémica, la noción de trabajo potenciado, uno de los factores menos estudiados y más importantes en este debate, aplicando la teoría del valor trabajo. Astarita cuestiona de manera frontal que el intercambio desigual explique alguna forma de explotación de los países atrasados por los adelantados. La idea principal es que en los países más industrializados el capital es capaz, gracias a su potencia tecnológica y su sistema de producción más sofisticado y eficiente, de extraer más plusvalor a su propia fuerza laboral que lo que consigue obtener el capital periférico en los países en desarrollo, al no contar con la misma tecnología. Por tanto, no puede darse una transferencia de valor, al menos no por esta vía, de la periferia al centro. En cualquier caso, Astarita extiende esta explicación para impugnar toda la teoría del intercambio desigual que, a su juicio, no es pertinente para dar cuenta de las formas de explotación realmente existentes. Para él, no tiene sentido afirmar, como diría Mandel, que el capital periférico obtiene más valor porque los y las trabajadoras de los países en desarrollo trabajan más horas, porque estas horas no terminan valorizándose en el mercado al no ser las mercancías tan competitivas debido a su más atrasado sistema de producción, o por ser mercancías de menor valor añadido. El debate queda abierto sobre si juegan un papel en este debate las formas coloniales, que Astarita niega, o si todo recae en la contradicción capital-trabajo.
El economista Marcelo Dias Carcanholo retoma la teoría de la dependencia con un desarrollo que, para acometer sus objetivos emancipatorios, debe tener un carácter específicamente marxista. Carcanholo hace un repaso de las diferentes corrientes que se acercaron a la teoría de la dependencia desde otros ángulos, para plantearles una crítica, sea bien por su insuficiencia, sea bien por sus deficiencias. Apunta que se dan procesos de transferencias de valor que cobrarían lugar a través del comercio mundial y el flujo internacional de capitales, como son el pago de servicios de capital, el pago de intereses, remesas y ganancias, a través de la cadena de valor global, con la penetración de redes de empresa transnacionales de países imperialistas en las economías del Sur Global, que revierten a sus matrices. También señala que hay corrientes que, basándose en la noción polémica de sobreexplotación que otros cuestionan, como Astarita –que también es crítico con la idea de transferencias de valor del intercambio desigual–, sostienen que en los países del Sur Global, debido a su dependencia y menor eficiencia, el trabajo que generan acaba dedicando más horas por encima de la media; por tanto, generan un valor que otros capitales se apropian posteriormente en el curso de la competencia global, al ser más eficientes (o por dominar la cadena de valor internacional) que las empresas o capital del Sur Global.
Dias Carcanholo previene de las estrategias neodesarrollistas que propugnan el incremento de la producción y su orientación a la inversión interna, para reducir su extraversión financiera y propiciar el desarrollo nacional, limitando la proporción del valor que se apropian los capitales transnacionales. Estas soluciones no suponen una alternativa real si no cuestionan también las relaciones de explotación. Cuestiona así las soluciones etapistas, no acepta el esquema neodesarrollista y reclama afrontar una estrategia revolucionaria, porque el antineoliberalismo no conduce por sí mismo al socialismo y está preñado de una estrategia de colaboración de clases con la burguesía nacional e industrial.
La economista feminista Verónica Grondona, por su parte, profundiza en el papel de la fiscalidad internacional y cómo influye en las relaciones entre el Norte y el Sur Global. El movimiento de capitales y de flujos financieros internacionales, que conducen a una concentración del poder y centralización económica en las grandes multinacionales a lo largo de la cadena de valor global, no ha encontrado contrapeso ni freno en los regímenes de tributación internacionales ni nacionales. Las formas societarias globales permiten que los movimientos de capitales y las transacciones circulen al interno de grandes corporaciones privadas transnacionales, con unas reglas de juego fiscales repletas de muros fáciles de sortear y agujeros por los que colarse que privilegian sus movimientos económicos. Los regímenes tributarios nacionales resultan insuficientes y los marcos fiscales internacionales se caracterizan por estar extraordinariamente desarmonizados, por ser opacos o sumamente laxos. Conociendo esta situación regulatoria débil, las grandes multinacionales planifican sin contemplaciones sus operaciones de evasión o elusión fiscal, con una red de intermediarios, figuras instrumentales y asesores cómplices para tributar lo menos posible, en unas condiciones inalcanzables para cualquier otro operador económico, haciendo que el capital cosmopolita se comporte como la nueva nobleza, sin apenas obligaciones fiscales. Grondona fija la atención en cómo este factor fiscal desigual perjudica al desarrollo del Sur Global y profundiza su dependencia, que ve erosionadas las bases imponibles y su capacidad recaudatoria, mientras los beneficios de las empresas multinacionales se transfieren contablemente a aquellas jurisdicciones fiscales que más les conviene para tributar poco o nada. La alternativa pasa, desde su punto de vista, por una colaboración y regulación internacionales hecha desde el sur y para el sur, quizá con una agrupación de estos países en el seno de la ONU, con el apoyo de la sociedad civil.
Last but not least, la socióloga feminista Sandra Ezquerra analiza las relaciones entre el Norte y el Sur Global prestando atención a una dimensión fundamental: las relaciones de reproducción y las consecuencias sobre las mujeres. Esta dimensión, habitualmente llamada acumulación originaria, debe entenderse como un proceso que no se detiene, recurriendo al término que maneja David Harvey de acumulación por desposesión. La violencia capitalista irrumpe y altera radicalmente la relación con la tierra, los pueblos y las formas de trabajo reproductivo, que son las que hacen posibles las relaciones de producción vigentes. Desde un enfoque global e interseccional, se fija en cómo estas formas de desposesión del Sur Global se han traducido en que varios países, y ella fija el foco en este artículo en el caso de Filipinas, hayan padecido no solo la colonización, sino también sucesivas medidas de ajuste estructural, dependencia y empobrecimiento relativo que, asimismo, han sacudido la cadena global de cuidados. Así, los procesos de endeudamiento del sur y las políticas de ajuste estructural del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han causado un enorme impacto en las sociedades periféricas y, en concreto, entre las mujeres. De modo que ha empujado a una migración desde del Sur, fruto de una expulsión de sus países de origen a la par que de una atracción laboral dirigida a los de destino. Esto ha desencadenado una transferencia internacional del trabajo de cuidados, que ha producido un mayor abandono en los países del sur y una dinámica de cobertura de los cuidados, por la vía privada y precaria, en los países del Norte, que han hecho posible la incorporación de amplios segmentos de mujeres en el trabajo asalariado y, por tanto, la acumulación capitalista, con todas sus jerarquías y desigualdades consiguientes.
Fuente : vientosur.info
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