Por Felipe Pigna
El historiador Felipe Pigna reflexiona sobre el reciente libro del sociólogo Roberto Baschetti: "Quemá esas cartas, rompé esas fotos. Montoneros 1970-2020". "Baschetti no se plantea el derecho a hablar de esta generación luchadora ni busca justificativos para emprender una tarea que encara sin más como un acto de memoria histórica, una de las formas de la justicia".
El análisis histórico aconseja evitar sacar de contexto situaciones que fueron percibidas por sus protagonistas de una manera muy diferente a la que puede suponerse hoy, con el rompecabezas completo. Cuando no se respeta este principio metodológico básico se cometen enormes e injustas simplificaciones, de las cuales la más común es acusar de ingenua a aquella juventud que “no se daba cuenta de las maniobras de Perón”. Analizando los documentos de la época, recordando vivencias personales y a través de reportajes y de libros como el presente quizá podamos entender un poco mejor a aquella generación que no tenía nada de ingenua, salvo que acompañemos al discurso del poder que confunde maliciosamente ingenuidad con compromiso político. Y también tenemos el derecho y la necesidad de preguntarnos si la dirigencia estaba a la altura de las circunstancias, de aquellas circunstancias probablemente irrepetibles de voluntad de cambios radicales, estructurales.
Roberto Baschetti, el más autorizado historiador de la trayectoria del peronismo revolucionario en Argentina y curador de su propio archivo, el más completo del país sobre el tema, acaba de publicar otro libro imprescindible, en la saga de Memorias de los de abajo y de los Documentos de la Resistencia Peronista. En el 50 aniversario de la presentación en sociedad de Montoneros con el secuestro del general Pedro Eugenio Aramburu el 29 de mayo de 1970, el autor elije un camino muy particular para contar la historia de la organización político-militar peronista: hacerlo a través de las vidas olvidadas, ninguneadas de miles de militantes de los diferentes frentes, desde adolescentes de la UES, pasando por obreros de la JTP, universitarios de la JUP, villeros dela MVP, muchachas y muchachos de la JP, mujeres de la Agrupación Evita, hasta los cuadros más reconocidos como Héctor Oesterheld, Paco Urondo, Rodolfo Walsh o los jefes militares como Carlos Caride, Roberto Quieto, Norma Arrostito y Horacio Mendizabal.
Baschetti no se plantea el derecho a hablar de esta generación luchadora ni busca justificativos para emprender una tarea que encara sin más como un acto de memoria histórica, una de las formas de la justicia. Comienza ubicando indubitablemente el inicio de la violencia política contemporánea en los bombardeos a Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955, con su fatídico saldo de 355 muertos y miles de heridos y en los fusilamientos de decenas de peronistas, militares y civiles, que se habían sublevado contra la dictadura cívico militar de Aramburu y Rojas en junio de 1956.
Cada biografía de este libro es todo lo exhaustiva que se puede dentro de los límites impuestos por el terrorismo de Estado, su metodología represiva y la consecuente destrucción de documentos. Hay un extraordinario trabajo de investigación que permite conocer tanto los detalles notables sobre la militancia de cada protagonista y el destino de los desaparecidos a través de testimonios de sobrevivientes y expedientes judiciales. Hay en la construcción de esta historia, detalles vitales, huellas de vida que provienen de la necesidad, de la voluntad de que no se pierdan estas vidas mayoritariamente jóvenes. Provienen del relato de muchos anónimos que se ocuparon y se ocupan de mantener bien alto el recuerdo de instantes únicos de gente única cuya recuerdo solo puede sobrevivir a través de la cotidiana construcción de la memoria para lo cual libros como este constituyen elementos muy valiosos.
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