El trío folclórico Colibríes, que componen Elisa Molina, Daniel Godoy y Bernardo Daluicio, acaba de lanzar su primer disco: Nido. Entre ritmos de chacareras, zambas y gatos, las líricas se proponen contar este tiempo.
El colibrí es sin lugar a dudas una de las aves más llamativas que hay. Sus colores metálicos, brillantes, y sobre todo la velocidad de su aleteo la vuelven hipnótica para quienes se cruzan con alguna de ellas. En culturas, como la maya, era una suerte de mensajero y dice la leyenda que los dioses la crearon a partir de una pequeña flecha de jade para que llevaran los pensamientos y deseos de las personas de un lugar a otro. Y también es el nombre que eligieron –aunque en plural, por lo colectivo– tres músicos locales que se embarcaron en un proyecto folclórico que tiene mucho que ver con eso de llevar los pensamientos y deseos de las personas de un lugar a otro.
“Un disco es una necesidad que tenemos los músicos y las músicas de dejar un registro de nuestras canciones para que te escuchen otros en cualquier lugar”, dice Elisa Molina, quien interpreta guitarra, flauta traversa y es una de las voces de Colibríes, y detalla: “Nos dimos cuenta de que teníamos muchas canciones y que las queríamos guardar, que estén a disposición para ser escuchadas, entonces nos anotamos en el programa provincial Ventanilla Continua, que se encarga de promover proyectos culturales, y en diciembre del año pasado nos otorgaron ese subsidio. Durante enero y febrero entramos a estudios a grabar, después lo mezcló Ernesto Aldaz, de Magia Producciones, y desde el miércoles pasado ya está en las distintas plataformas digitales”.
“El nombre del disco tiene relación con el que elegimos como banda, con el pájaro, con el origen. Y el origen es el nido. Va por el lado de la evolución”, destaca Elisa, y adelanta: “Es el primero de una trilogía que queremos hacer”. Respecto de la lírica, Daniel Godoy, su compañero de vida y de este proyecto musical, señala que “siempre me interesó que las letras sean universales, pero en el sentido más político”, y argumenta: “Yo vengo del rock y al folclore lo empecé a interpretar más de grande. Cuando empecé a interesarme por la escritura, a partir de talleres literarios que realicé y que eran más poéticos, me fui yendo para estos ritmos más nuestros. Me daba cuenta de que lo que consumía de folclore era todo muy paisajista. Y muy del noroeste. Lo que intento es hablar de las relaciones humanas, de lo que me molesta, de lo que estoy en desacuerdo políticamente, y darle un sentido más estético y más metafórico, y no tan panfletario. No digo que esté mal el panfleto, pero no es la búsqueda estética que nos propusimos”. “Ni un panfleto ni esa cosa paisajista que refleja solamente las costumbres, sobre todo por los tiempos que estamos viviendo”, se suma Elisa, y sentencia: “El folclore se encarga en algún punto de describir el tiempo. Y hoy es éste el tiempo que vivimos”.
A la hora de empezar a darle forma al primer disco de la banda, Molina y Godoy coinciden en que la idea fue equilibrar musicalmente el contenido. “Por una cuestión económica hubo que elegir seis temas, por el subsidio que nos otorgaron y los costos de las horas en el estudio”, confiesa este hombre que se encarga del bombo legüero pero que también aporta guitarras y voces, y detalla: “Como Eli y yo componemos cada uno sus canciones, entonces tratamos de equilibrar y pusimos tres cada uno. Yo elegí chacareras, porque ella tenía zambas y gatos”. “Definimos como criterio tratar de ir de lo menos rítmico o lo más rítmico y terminar con lo que empezamos. Una curva ascendente que después vuelve al inicio”, se engancha la también docente, y añade: “Al ser un EP, es decir que no es ni un larga duración ni un single, sino una extensión media, decidimos incluir cinco temas y una yapa que es un instrumental”. Y cierra Dani: “Arranca con una zamba, como más lenta, y se va mezclando con las chacareras y gatos que son, por decirlo de alguna manera, los ritmos más bailables, más vivos, más dinámicos; y termina con un instrumental re tranqui”.
Tanto Elisa como Daniel, que integran el trío junto al bajista Bernardo Daluicio, se pasan la vida rodeados de instrumentos, voces, acordes y melodías. “Yo empecé de chica, tocando en una banda infanto juvenil, después estudié en la Escuela de Música y me dediqué a estudiar de todo un poco, aunque en esa época lo que más predominaba era la música clásica. Hoy en día se estila más la música popular en las instituciones, pero en esa época no ocurría tanto”, rememora Elisa, y concluye: “Paralelo a eso, siempre toqué en grupos de diferentes géneros, incluso en una banda que hacíamos cover de rock nacional e internacional, La Spanglish, que era más como un trabajo de fin de semana. Estuve en Asaltimbanqui tocando teclados, tuve un trío con dos chicas más que se llamaba Ay Churita! y lo último que hice fue un proyecto solista que se llamaba La Tía Eli Selfi Proyect”.
“Empecé en la secundaria, en el colegio San José. En segundo o tercer año me encontré con compañeros a los que también les gustaba la música y nos largamos a tocar en el barrio, en Domingo Matheu de la zona sur, pero todo muy improvisado: nadie sabía nada, uno agarró la guitarra, otro el bajo y fuimos aprendiendo. Podríamos decir que ese fue mi estudio base de guitarra”, repasa sus inicios Godoy, y agrega: “Con el tiempo, cuando me empezó a interesar lo literario, cayó el folclore que lo conozco recién pasando los 23, 24 años, en la fiesta de la abuela que hacen los Carabajal, a la que tuve la suerte de ir y que es para esta época. Ahí tomo la decisión de ponerme a hacer folclore, me junto con gente que estaba con las mismas inquietudes y aprendo a tocar primero la percusión, con un cajón peruano, y después me compro un bombo legüero. También hice algún taller de violín, pero todo siempre con la intención de expresarme folclóricamente. Fui parte del proyecto Raíz Folclórica con un conjunto que se llamó Astilla en flor y otro Solsticio, con los que dejamos registros pero quedaron medio perdidos porque era otra época, otra forma de registrar y sobre todo de difundir. Y de alguna manera todo eso desemboca en Colibríes, un proyecto con el que queríamos que las canciones quedaran grabadas y que puedan ser escuchadas por cualquiera y en cualquier lugar”.
Esas canciones, justamente, que ya están disponibles en las distintas plataformas digitales para que puedan ser escuchadas por cualquiera y en cualquier lugar, son: Zamba nuestra; Los que postergan; Desde el principio; Canción transparente; Con los ojos abiertos y la instrumental Los días de nuevo.
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