Cada vez hay más pobres, pero también más superricos en el mundo. A pesar de la pandemia y la guerra en Ucrania, o gracias a ellas, la prensa hegemónica publicitó que el número mundial de millonarios aumentó en 5,2 millones, hasta alcanzar los 56,1 millones. Como resultado, dicen, un adulto necesita ahora más de un millón de dólares para pertenecer al 1% más rico del mundo.
Asistimos, quizá, al colapso profundo de la humanidad. Estas cifras sobre riqueza, colindan con otras muchísimo más preocupantes: más de 900 millones de personas viven en situación de extrema pobreza al día de hoy. Eso significa que una de cada diez personas en el mundo tiene muchas dificultades para satisfacer las necesidades más básicas, como la comida, la salud, la educación o el acceso al agua y el saneamiento.
Dicen que hace un año se necesitaban 988.103 dólares para formar parte de este selecto club. Así, 2020 fue el año en que, por primera vez, más del 1% de todos los adultos del mundo es millonario en dólares. En España, reporta el diario El País, por primera vez en su historia, las personas que tienen más de un millón de dólares asciende a 1.147.000 personas. Esto representa el 2% de los millonarios que hay en todo el mundo. Y la proyección es que en 2025 habrá 1.800.000 españoles ricos.
La riqueza total de los adultos más ricos del mundo se ha multiplicado casi por cuatro, de 41,5 billones de dólares a 191,6 billones de dólares en 2020, y su participación en la riqueza mundial ha aumentado del 35% al 46% durante el mismo periodo. Además, la cifra de personas de muy alto poder adquisitivo creció aún más rápido, sumando un 24% más de miembros, la mayor tasa desde 2003.
La pandemia de coronavirus, la creciente desigualdad global y el aumento de los precios de alimentos causado por la guerra en Ucrania, pueden traducirse en que más de 260 millones de personas en el mundo alcancen un nivel de pobreza extrema, lo que equivale a la población conjunta del Reino Unido, Francia, Alemania y España.
La riqueza de unos muy pocos
El duodécimo informe Global Wealth Report 2021, elaborado por Credit Suisse Research Institute, asegura que la riqueza mundial total creció un 7,4%, 28,7 billones de dólares, hasta alcanzar los 418,3 billones a finales de 2021, y la riqueza por adulto aumentó un 6%, hasta lograr otro máximo de 79.952 dólares.
En 2020, y a pesar de la pandemia, las personas con un patrimonio de entre 10.000 y 100.000 dólares son las que más han aumentado en número, pasando de 507 millones a 1.700 millones lo que reflejaría la creciente prosperidad de las economías emergentes, especialmente de China, y la expansión de la clase media en los países en desarrollo.
China representa el 38% del total, un dato relevante si se compara con el 9% de India, el 6% de América Latina o el 3% de África. La representación regional está aún más sesgada entre los millonarios, donde el 42% de sus miembros reside en América del Norte, el 28% en Europa y el 17% en Asia-Pacífico (aquí no se incluye a China e India).
El hambre de los muchísimos más
Unos 924 millones de personas (casi el 12% de la población mundial) afrontan niveles graves de inseguridad alimentaria, lo que supone un aumento de 207 millones en un intervalo de dos años.El mundo se está alejando de su objetivo de acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición en todas sus formas de aquí a 2030.
Las cifras de la edición de 2022 del informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo (SOFI) describen un panorama desalentador ya que 828 millones de personas han padecido hambre en 2021: 46 millones más que en 2020 y 150 millones más que en 2019.
Unas 2 300 millones de personas en el mundo (29,3 %) se encontraban en situación de inseguridad alimentaria moderada o grave en 2021, esto es, 350 millones de personas más que antes del brote de la pandemia. Unas 924 millones de personas (el 11,7 % de la población mundial) afrontaron niveles graves de inseguridad alimentaria, lo que supone un aumento de 207 millones en un intervalo de dos años.
El 32 % de las mujeres del mundo padecía inseguridad alimentaria moderada o grave, en comparación con el 27,6 % de los hombres. Ya en 2020, 3.100 millones de personas no pudieron permitirse mantener una dieta saludable, lo cual refleja los efectos de la inflación de los precios de los alimentos al consumidor derivada de las repercusiones económicas de la pandemia y las medidas adoptadas para contenerla.
Ello se agravó en 2022 con la guerra en Ucrania, en la que están implicados dos de los mayores productores mundiales de cereales básicos, semillas oleaginosas y fertilizantes, perturba las cadenas de suministro internacionales y provoca un aumento de los precios de los cereales, los fertilizantes y la energía, así como de los alimentos terapéuticos listos para el consumo destinados al tratamiento de la malnutrición grave infantil.
Esta situación se produce en un momento en el que las cadenas de suministro ya se están viendo perjudicadas por los cada vez más frecuentes fenómenos climáticos extremos, especialmente en los países de bajos ingresos, y tiene consecuencias que pueden llegar a ser muy preocupantes para la seguridad alimentaria y la nutrición a nivel mundial.
En 2021, 45 millones de niños menores de cinco años padecían emaciación, la forma más mortífera de malnutrición, que aumenta hasta 12 veces el riesgo de mortalidad infantil. Además, 149 millones de niños menores de cinco años sufrían retraso en el crecimiento y el desarrollo debido a la falta crónica de nutrientes esenciales en su dieta, mientras que 39 millones tenían sobrepeso.
De cara al futuro, los organismos de Naciones Unidas prevén que 670 millones de personas (8 % de la población mundial) seguirán pasando hambre en 2030, aun teniendo en cuenta una supuesta recuperación económica mundial. Una cifra similar a la de 2015, cuando se estableció el objetivo de acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición para finales de esta década en el marco de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
¿Desigualdad? No son sólo cifras, es un modelo. Unos muy pocos siguen acaparando riquezas a costillas de los muchos, demasiados, condenados a sobrevivir, ante el aplauso y la contaminación mediática de la prensa hegemónica, obviamente propiedad de los poderosos.
Isabella Arria, periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
Fuente :
Si te ha gustado, ¡compártelo con tus amigos!