Por Pablo A. Vázquez*
El 1° de marzo de 1814, en un accidente de aviación en Mendoza, falleció Jorge Newbery.
Ingeniero, recibido en los Estados Unidos y formado por Thomás Alva Edison, con espíritu patriótico al sostener que debía “municipalizarse el servicio de alumbrado” en 1904. Fue director general de Instalaciones Eléctricas, Mecánicas y Alumbrado porteño desde 1900 hasta 1914, año de su trágica muerte.
Deportista a rabiar, supo dotar al boxeo, esgrima y fútbol de profesionalismo y disciplina, siguiendo el ejemplo yanqui pero dotando a dichas disciplinas de espíritu criollo.
El club Huracán y decenas de clubes argentinos con su nombre testimonian la unión eterna con la memoria de Newbery.
Fue el as de la aeronáutica local, el “Adán de la aviación civil y militar”, al decir de Miguel Unamuno, presidente del Consejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires, en un homenaje al héroe en 1975.
Sin quererlo, sin proponérselo, Jorge Newbery llegó a ser ídolo de su pueblo. El primer ídolo de la multitud porteña… Cada vez que arribaba La Sportiva para emprender un vuelo en globo, la multitud se apiñaba a contemplarlo como en éxtasis”, según Raúl Lara en su biografía de 1975 sobre el deportista cabal.
El Pampero, globo insignia, lo mostró seguro en su dominio de los cielos, desde que en 1907 inició los vuelos aerostáticos en nuestra región, a la par de su hermano Eduardo, quien perdiese la vida en un vuelo en globo.
También se interesó por nuestros recursos de hidrocarburo, ya que publicó, junto al geólogo Justino Thierry, un trabajo sobre el petróleo el día del centenario de la Revolución de Mayo, planteando el valor de la riqueza subterránea local, los intereses de los monopolios internacionales y la necesidad de la creación de empresas estatales que resguarden nuestros recursos petrolíferos, junto con el gas y la electricidad, planteándose con el general Mosconi como un gran defensor de la soberanía de nuestros recursos naturales.
Salvador Roberto Martínez, en Jorge Newbery: el paradigma argentino (2019), detalló que él “fue un ser excepcional, sin duda, su humanidad trascendía ampliamente su acción decidida en bien de la Patria. Humano, cálido, sonriente, hombre que podía estar en los más emperingotados salones o en la más humilde vivienda, sin hacer diferencias, con un alma plenamente comprensiva… hombre de acción, de traza indeleble en la trama de la sociedad, en la que dejó marcas profundas que sirvieron como ejemplo a generaciones de argentinos de bien”.
Realizando estudios meteorológicos cerca de Los Andes encontró el final, perdurando su legado como hombre de ciencias, deportista cabal, aviador sin par y espíritu indómito, con plena conciencia de la defensa de nuestra soberanía energética.
* Politólogo; Docente de la UCES; Miembro del Instituto Nacional Newberiano y del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas
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