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El “Indio” Raninqueo, obuses contra ingleses y poesía para Kalfükura


04-04-2021 16:28:20
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Bisnieto de un longko, Martín peleó contra los ingleses en las Malvinas. Cuando aún su identidad era búsqueda y bajo el fuego de la guerra, escribió un poema que marcaría su camino. Por Adrián Moyano para En Estos Días.

Alrededor de 1875, el lonco Raninqueo pudo salir de Martín García, la isla que significó la muerte para demasiados mapuches cautivos. En 1982, su bisnieto Martín alcanzó a esquivar las bombas y balas inglesas en Malvinas, las islas donde perdieron la vida más de 300 soldados argentinos. El por entonces operador de mortero sabía que formaba parte del Ejército que un siglo atrás, había masacrado a sus mayores. No obstante, combatió hasta que su Sección recibió la orden de replegarse hacia Puerto Argentino. En la posición que había ocupado en el monte Wireless Ridge, nació un poema que invoca a Kalfükura.

“Soy bisnieto del lonco Raninqueo, que tuvo tres hijos. Uno de ellos, mi abuelo, falleció cuando mi viejo tenía 5 años. Ahí se cortó toda transmisión de la cultura pero sabíamos que éramos mapuches, indios decía papá”, según relató el músico y poeta para En estos días, desde la zona rural de La Plata. “De hecho, tanto a mi hermano como a mí, en La Plata nos conocen desde siempre como los Indios Raninqueo”, completó.

El bisabuelo logko

Parte de su historia es la historia de miles de familias mapuches. “No hubo transmisión en cuanto a nuestra cosmovisión, creencias, costumbres o la parte histórica de lo que habíamos pasado, eso lo fui investigando tibiamente a partir de mi regreso de Malvinas”, comentó. Pero “hay un poema que se llama Última carta, cuyas primeras líneas escribí en Malvinas. Después, acá lo corregí pero ahí ya lo nombraba a Kalfükura. Una de las líneas dice: […] y en instante crudo del miedo al polvo le pediré un río de sangre salvaje en las venas o hacerme fuego bajo las alas de Cafulcurá: No entregar Carhué al huinca, repitió en su agonía para después morir”. Premonitorio atisbo de identidad.

“Fue después de Malvinas que empecé a tapar ese bache que tenía papá, primero a través de libros, como muchos mapuches y después de grande, empecé a viajar a algunas comunidades”, reconstruyó el músico. “Hace algunos años fue importante conocer a Anahí Mariluan, que fue como una puerta para seguir buceando desde mi lugar artístico en el tema mapuche”. Durante los días de guerra, “también fueron muy importantes para mí las cartas que me mandaba mi viejo a las islas, cuando me escribía: no te olvides que somos indios y firmaba como el Indio Mayor (sonríe). Mucho más acá (en tiempo), fueron importante para mí en la búsqueda de nuestra identidad”.

 

Exterminar a los comunistas

Raninqueo atravesó su vida bajo bandera con “una gran contradicción. Tenía 18 o 19 años y había pasado mi adolescencia durante dictadura. Cuando fui a Malvinas, ya tenía un año de universidad, así que también tenía algún conocimiento sobre lo que estaba pasando con los desaparecidos. Toda esa cuestión la viví con mucha angustia en el Regimiento 7 de Infantería, porque los milicos nos hablaban de las locas de Plaza de Mayo, que había que exterminar a los comunistas, etcétera. De hecho, intenté hacer una colimba lo más prolija posible. Llegué a estar en el cuadro de honor de la compañía comando porque quería irme en la primera baja. Fui un buen tirador en las prácticas, en las cuestiones de desfilar y todas esas cosas. Igual, no salí hasta que mis viejos fueron a hablar al Regimiento”.

Hay que ponerse en la piel de aquel “indio” colimba. “Siempre tuve una visión muy crítica de Malvinas porque sabía que era una dictadura militar y también de manera incipiente, que el Ejército había cometido genocidio contra nuestro pueblo”. El conflicto interior se ahondó cuando “llegué a ver los fusiles Remington que se usaron en la Campaña al Desierto que tenía el Regimiento 7. Unos de mis puestos quedaba al lado de donde estaban las armas, cuando me explicaron que habían sido usados en la Campaña al Desierto, fue un impacto”.

Por historia y por presente, “tenía conciencia clara del momento que estaba viviendo, por eso yo no hablo de Gesta de Malvinas”, diferenció. Así y todo, “cuando se hizo la convocatoria para ir a Malvinas no recibí ninguna carta, me presenté voluntariamente. Fue algo visceral, pensaba que si a nuestros antepasados les había tocado enfrentar lo que tuvieron que enfrentar, hoy me tocaba a mí. Estaba preparado para hacerlo y tenía un hermano más chico, además de muchos compañeros o amigos del barrio que estaban en el Regimiento. Eso me decidió”, justificó Raninqueo.

En el campo de combate, el “Indio” bailó cerca de la más fea. “Estuve en la Sección Morteros Pesados, en el monte Wireless Ridge, al lado del monte Longdom, donde hubo una batalla muy dura. Cuando atacaron, con mis compañeros de Wireless Ridge tuvimos la posibilidad de armarnos porque por la cercanía, escuchamos los disparos, los gritos y los bombardeos. Eso nos dio tiempo a armar nuestros morteros y empezar a combatir. De cuatro morteros que teníamos quedó sólo uno, con el que estuvimos tirando gran cantidad de horas, hasta que el segundo jefe del Regimiento ordenó nuestro repliegue”, rememoró el músico.

 

Birome y guitarra

Después de esa orden, “caminamos alrededor de 10 kilómetros hasta Puerto Argentino, recibiendo toda clase de disparos porque íbamos por un camino que estaba marcado. Cuando lanzaban bengalas para ver, los ingleses tiraban. Cuando llegamos, venían prácticamente detrás, fui tomado prisionero y volví en el Canberra”, redondeó. “Mis días en Malvinas no fueron muy distintos a lo que cuentan los demás soldados, recibiendo bombardeos desde el 1ro de mayo prácticamente todos los días, casi siempre a la noche”.

Sin embargo, en aquellas penumbras de drama y muerte, entre la identidad y la música se confabularon para insuflar vida. “En lo personal, me aferraba al amor y sostén de mi familia. Escuchábamos Radio Universidad o Provincia, no recuerdo bien… Nuestros familiares tenían un programa y pasaban música. Algunas noches me tocaba cantarles a mis compañeros porque ya tocaba la guitarra, era el guitarrero de la compañía y me pedían que cantara. También llegué a escribir algunas cosas, Última carta es de principios de los 90, pero salió de esos momentos. Se publicó en un libro que se llama El viento también recuerda, un poemario de ex combatientes que editó Víctor Redondo a través de la editorial Último Reino”.

Varios años después del estrépito de los cañoneos, del hambre, el frío y la humillación, Martín pudo averiguar que “el lonco Raninqueo estuvo en provincia de Buenos Aires, fue primo de Coliqueo y su segundo cacique hasta que se separaron. Él se fue a La Verde y Coliqueo quedó en Los Toldos. Fue considerado un indio amigo y sobre todo en mi juventud, cuestioné esa posición pero después, con los años, empecé a entender otras cosas”, suavizó. “Tengo entendido que había tenido una buena relación con Kalfükura y que de todas maneras, terminó preso en Martín García. Uno de sus hijos murió enfrentando al ejército de Roca, según Meinrado Hux”. El sacerdote benedictino fue autor de varios libros sobre “caciques” del pueblo mapuche. “Después fue liberado de Martín García y vivió al sur del río Neuquén, donde estaba Purran. Luego estuvo en Bahía Blanca y falleció en Carhué”. Un hijo de aquel lonco, abuelo de Martín, “era sanador en la zona de Tres Arroyos, es decir, machi. Ignacio se llamaba. Eso sí contaba mi papá”.

Cuando tres años atrás, el Estado en su conjunto embistió contra el pueblo mapuche y sus demandas, Raninqueo no dudó un instante. “Enseguida reaccionamos con un grupo de compañeros. Fui a Capital con mi compañera y mi hijo, a la Casa de la Provincia de Chubut, con varias organizaciones de pueblos originarios a repudiar todo”, recordó. Mientras desde el gobierno de Cambiemos y la prensa cómplice se operaba para instalar que detrás de las recuperaciones mapuches se escondían intereses ingleses, el ex combatiente se movilizó y no estuvo solo. “Como en La Plata soy el único mapuche músico y que escribe poesía, me convocaron con otros artistas a la Plaza San Martín para que se escuchara nuestra voz. El Centro de Ex Combatientes, al cual pertenezco y fui fundador, acompañó el reclamo”. Los que estuvieron cara a cara con el enemigo no iban a tragarse así nomás el endeble chamuyo nacionalista de los neoliberales. Aquel soldadito lleno de contradicciones, se había hecho fuego “bajo las alas de Kalfükura”.

 

 

Fuente :

anred.org

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