Venció la medida de cierre parcial de exportación de carne. El debate sobre producción, comercialización y precio interno del alimento pinta diferentes realidades, mientras el gobierno busca establecer valores al alcance de los bolsillos de la población.
Al cumplirse el plazo del cierre parcial de exportación de carne vacuna dispuesto por treinta días, una intervención oficial ante la disparada de precios en el mercado local y las irregularidades detectadas en el comercio exterior, el gobierno del Frente de Todos entró en un tire y afloje muuuy dialogado con la industria frigorífica y el consorcio de exportadores.
El 70 por ciento de los despachos de carne al extranjero se concentra en unas diez empresas. En medio de la pandemia y sus consecuencias económicas y sociolaborales, el negocio de exportar carne viene en sostenido ascenso, sobre todo a partir de la ávida demanda del mercado chino. Esto en un contexto de altas cotizaciones de las materias primas vinculadas al agro en la plaza internacional.
Al entregar esta nota, las negociaciones entre gobierno y exportadores cárnicos dejaban entrever que la suspensión de la venta al exterior, a excepción de los cortes de primera calidad que van a Europa o Estados Unidos, podía ser reemplazada por un sistema de límites (cupos) mensuales para la exportación. Y, a la par, el oficialismo busca un aumento en el volumen de carne que el sector exportador destina al consumo interno, e incluir determinados cortes en una lista de precios populares.
El gobierno adelantó un plan ganadero que, de concretarse, buscará aumentar la producción de carne vacuna a cinco millones de toneladas para asegurar la provisión del consumo interno y también los envíos afuera. En la actualidad, la faena anual ronda los tres millones, de los cuales un millón tiene como destino la exportación. El plan ganadero, a pedido de los productores que crían y engordan, incluiría líneas de financiamiento para pasturas y forrajes, sanidad, biotecnología y genética, infraestructura y beneficios tributarios.
El dialoguismo bien intencionado del Ejecutivo nacional con el sector busca, principalmente, evaluar la estructura de costos y desacoplar el precio internacional del local con el fin de hacerlo más adecuado para los ingresos medios argentinos, aunque choca con la dureza negociadora de los exportadores y sus márgenes de ganancia exorbitantes cebados por la desregulación de los años macristas.
El debate alrededor de la vaca, en el campo o en los ganchos, es multicolor: tiene variopintas facetas y realidades. El precio de la carne bovina en góndola o mostrador sigue en alza, y el mes pasado volvió a aumentar fuerte, 6 por ciento promedio, casi el doble que la variación de precios general, con mayor incidencia en cortes (supuestamente) más económicos. También muy por encima de los 200 pesos por kilo vivo que recibe el/la productor/a cuando terneros o novillos salen del campo rumbo al matadero.
Al mismo tiempo, el incesante encarecimiento en el precio del alimento base de la dieta argentina –aumentó 75 por ciento promedio el último año según el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna (IPCVA)– retrae más el consumo popular, que en la actualidad está por debajo de los 50 kilos promedio per cápita. Desde las carnicerías, como la Sociedad de Carniceros de Rosario, advierten una merma en las ventas al público del 40 por ciento durante la primera mitad de 2021.
Carlos Baravalle es productor agropecuario en la zona de Carrilobo, un pueblo del centro-este de la provincia de Córdoba. “Las medidas de corto plazo, como el cierre o cupos de exportación de carne, no son efectivas. Hace falta planificación a largo plazo para fomentar y ordenar la actividad, de manera tal que se pueda cumplir con las ventas al exterior tanto como con el abastecimiento al mercado interno. El país necesita alimentos y generar empleo, y la ganadería va en ese sentido, además de su impacto favorable desde el punto de vista socioambiental”, consideró el ex dirigente de Federación Agraria.
Consultado por El Eslabón, opinó: “En ganadería el margen de ganancia es acotado y por eso se necesita ser eficiente en lo productivo. El cierre de exportaciones también afecta al productor. Si no se permite exportar vacas de descarte (viejas), como las que van a China, lleva a que el productor las retenga para no mal venderlas y así se carga con vacas que son improductivas, que no sirven para cría pero a las que hay que darles de comer. Argentina tiene un índice de destete (cantidad de terneros separados del total de vacas productivas) del 63 por ciento, cuando el índice debería estar en un 85 por ciento. Por eso creo que estas medidas de urgencia no mejoran la producción, tampoco la oferta de carne ni permiten mejores precios para el consumidor”.
Baravalle sostuvo que “una medida beneficiaria para toda la cadena, también para el consumidor, debe ser una medida programada que apunte a mejorar índices productivos dentro de un trabajo mancomunado”. El chacarero y actual delegado del Renatre Córdoba Norte, continuó: “Producir proteína animal tiene un costo alto. El forraje, como el maíz o los rollos de pastura, tuvieron un aumento importante. Pero no se trata sólo de recursos económicos, sino de ordenar el esquema existente en pos de generar mayor producción de carne. La urgencia es atendible, pero no excusa para no tomar medidas de largo plazo”.
El tema precios consigna atención en un contexto económico golpeado por el efecto covid, el arrastre de la recesión macrista y los problemas a los que la actual gestión de Alberto Fernández no les termina de encontrar la vuelta, como tranquilizar a grandes compañías con capacidad de formar precios, potenciar y diversificar la producción para generar más empleo y encaminar salarios e ingresos por encima de la inflación.
El índice de precios al consumidor, según el Indec, desaceleró en mayo (3,3 por ciento, por debajo del 4,1 de abril) pero mantiene un piso alto, con principales subas en el rubro alimentos y bebidas. En los primeros cinco meses del año la inflación alcanzó al 21,5 por ciento y en los últimos doce meses acumuló un incremento de 48,8 por ciento, lejos del 29 presupuestado y también distante de la mayoría de las negociaciones salariales en paritarias.
“El precio doméstico de carne vacuna viene subiendo muy por encima del resto de los precios, muy por encima de otras proteínas como la aviar y la porcina”, indicó un informe de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (Umet), que en mayo midió una inflación del 3,7 por ciento, un 0,4 más que el Indec.
“A nivel mundial, los precios de los alimentos vienen siendo impulsores de inflación. De acuerdo a la FAO, el índice de precios internacionales de alimentos –que incluye carnes, cereales, lácteos, aceites y azúcar– trepó 4,8 por ciento en mayo y 39,7 por ciento interanual”, se explicó en el informe del Instituto Estadístico de los Trabajadores, dependiente de la Umet.
La dinámica (muchas veces especulativa) de precios y abastecimiento de alimentos con destino al mercado interno, con ojo en la carne, pincha bolsillos de la población, sacudida por la crisis pandémica. Vacunación y reactivación aparecen como mandatos máximos en la agenda pública actual del Frente de Todos: la campaña de inmunización anticovid, con todas sus dificultades, avanza a buen ritmo con la llegada del invierno, en tanto que la recuperación de la actividad económica, del salario y del empleo viene a las patinadas, golpeada por la segunda ola del virus.
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