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Alejandra Santucho: "Quiero que la justicia me diga donde esta el cuerpo de mis viejos"


01-09-2024 10:54:01
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En una conmovedora entrevista con Juan Ignacio Guarino en El Ágora 2024 por Taboo Multimedios, Alejandra Santucho, familiar de víctimas de la última dictadura cívico-militar en Argentina y referenta de H.I.J.O.S. Bahía Blanca, compartió la historia de cómo el Terrorismo de Estado atravesó su vida, asesinando a sus padres Roberto Santucho y Catalina Ginder, y desapareciendo a su hermana Mónica, de tan sólo 14 años.

Alejandra recientemente declaró como testigo en el juicio por delitos de lesa humanidad “Comisaría 5ª” en La Plata, y durante la entrevista abordó temas que van desde sus vivencias personales hasta las actuales controversias en torno a los juicios a genocidas.

El día que cambió todo

El 3 de diciembre de 1976 marcó un antes y un después en la vida de Alejandra Santucho. Ese día, sus padres Catalina Ginder y Rubén Santucho fueron asesinados, mientras que su hermana Mónica, de apenas 14 años, fue secuestrada.

Alejandra compartió también detalles sobre el secuestro previo de su abuelo y su tío de 18 años en Ingeniero White, Bahía Blanca, en agosto de 1976.

“Secuestran acá en Bahía, en Ingeniero White, a mi abuelo y a mi tío de 18 años, el hermano más chico, buscándonos a nosotros”, explicó, ilustrando la persecución sistemática que sufrió su familia.

La referenta de H.I.J.O.S. Bahía Blanca ha declarado en múltiples ocasiones ante la justicia, incluyendo el juicio del Circuito Camps en 2012 y el juicio a la Armada 1 en Bahía Blanca, y destacó la importancia de que los jueces escuchen directamente a las víctimas:

“No es lo mismo leerlo que escucharlo. Generalmente las sentencias las hacen los secretarios aparte, sabemos. Entonces está bueno que los jueces escuchen, las juezas, en este caso me tocó una jueza mujer”.

Durante esta nueva declaración, Alejandra pudo aportar nueva información sobre el destino de su hermana Mónica, obtenida a través de testimonios de otras víctimas. “Me entero quién fue la persona que estuvo con ella hasta el último momento, que estaba en el calabozo”, reveló. Este testimonio incluía detalles desgarradores, como que a Mónica le dijeron que la llevarían a Bahía Blanca con su abuela antes de sacarla del calabozo.

En un contexto de creciente negacionismo e intentos de impunidad, Santucho reafirmó la importancia de estos juicios:

“Son importantes a nivel nacional, son orgullo a nivel internacional, que nos miran de otros lugares con cierta envidia un poco, en el buen sentido, porque ningún país ha tenido condena a sus propios genocidas y sí a Argentina”.

Además realizó un llamado contundente a la justicia y a la sociedad: “Hay sectores que están pugnando por la impunidad de los genocidas y a nosotros todavía no nos dicen qué hicieron con los cuerpos de nuestros viejos. Y ellos lo saben”.

Santucho aprovechó su declaración para reclamar información sobre el destino de los cuerpos de sus padres.

“Yo no sé nada, la justicia no me ha dicho nada. Yo en el 2012 les reclamé. Yo quiero saber qué pasó, dónde están los cuerpos”, expresó, dejando en claro que la búsqueda de la verdad sigue siendo una deuda pendiente.

El operativo del 3 de diciembre de 1976

Alejandra describió el ambiente de creciente peligro que vivía su familia a mediados de 1976: “Mis viejos allá como se podía siguieron militando, pero ya el último tiempo había una desconexión absoluta, iban cayendo los diferentes cuadros, los diferentes compañeros“. La situación era cada vez más crítica, como ella misma señaló: “Ya casi no había ni conexiones para diciembre del 76. O sea, el plan estaba funcionando y el aniquilamiento era prácticamente absoluto”.

“El 3 de diciembre nos tocó a nosotros”, comenzó su relato sobre lo vivido aquél día: “Alguien dio nuestra dirección de dónde vivíamos en La Plata y el 3 de diciembre cayó ese operativo sobre la casa, un operativo brutal”.

La desproporción del operativo fue evidente: “En la casa había… dos adultos y cuatro niños, que éramos nosotros, ¿no? mis hermanos y yo y un bebito de cuatro meses que era de otra pareja que no estaba, que estaban trabajando”.

La diversidad de fuerzas involucradas en el operativo también llamó la atención de Santucho: “Veías uniformes de todos los colores, verdes, azules, gentes de civiles, es decir, un operativo entre varias fuerzas”. Esto, según explicó, “denota que fue conjunto del ejército y la policía y los servicios de inteligencia probablemente por eso estaban los de civiles eso es lo que se llaman operativos conjuntos”.

El resultado del operativo fue devastador: “Ese operativo brutal termina con mis viejos asesinados allí adentro y con Mónica secuestrada”. Alejandra, que tenía 10 años en ese momento, presenció parte de los hechos:

“Yo no estaba adentro porque me encontraba jugando en la vereda de enfrente y cuando se escucharon todos los gritos que cayeron sobre la casa, la mamá de la nena nos alcanzó a meter adentro de la casa de ellos”.

“Literalmente como digo la declaración la revientan la casa. Quedó sin puerta y sin ventanas la casa, quedaron los agujeros, no había puerta”.

Santucho incluso mencionó el uso de explosivos: “Por las explosiones que yo escuché, sin duda eran eso… o eran granadas, bazucas, no sé, eran explosiones”.

Un aspecto menos conocido de estos operativos fue el saqueo sistemático de las viviendas: “Las casas eran saqueadas después de eso”. Incluso en su caso, a pesar de tratarse de una vivienda humilde, “sacan bultos envueltos en las cobijas de mi casa”. Con el tiempo, Santucho infirió que algunos de “esos bultos podrían ser los cuerpos de mi viejo”.

Vivir con 10 años y otro nombre

Un elemento crucial en la historia de Alejandra fue el uso de identidades falsas como medida de protección. “Nosotros vivíamos en esa realidad que para nosotros estaba absolutamente normalizada”, explicó. “Era algo que… que no lo teníamos que pensar, digamos, para hacerlo. Sabíamos lo que teníamos que hacer y era parte de nuestro entorno familiar”.

Esta práctica, sin embargo, tenía un costo emocional: “Sabíamos que con los vecinos no teníamos que hablar de determinadas cosas”. Los momentos de alivio eran escasos: “Yo me junto hoy con algunos de ellos [hijos de otros militantes] y recordamos algunos cumpleaños y todo y juntarnos era como un gran alivio porque ahí no teníamos que fingir que no éramos quienes éramos”.

Uno de los momentos más tensos relatados por Alejandra fue el interrogatorio al que fue sometida por una supuesta asistente social que cuenta “sacó dos sillas, las puso una en frente de otra y me empezó a preguntar”. A pesar de la presión, Santucho mantuvo su historia: “Yo me llamo Verónica, soy de Olavarría. Estamos acá de paseo porque los chicos son parientes nuestros, son medios primos de mi mamá”.

Sin embargo, la tensión era palpable: “Yo percibí su odio. Lo percibí absolutamente en su mirada, en su postura, en su comportamiento, en su sequedad para tratarme”. Solo años después, Santucho comprendería la razón de esa hostilidad: “Ella sabía que yo le estaba mintiendo. Mónica, pobrecita, había dicho quiénes éramos, cómo nos llamábamos, y ella me estaba sacando mentira verdad”.

Más que 30.000

Uno de los momentos más conmovedores de la entrevista fue cuando Santucho abordó el impacto del terrorismo de Estado en las familias de los desaparecidos. Abordando el número simbólico de 30.000 desaparecidos, Alejandra afirmó: “Realmente no son 30.000, seguro que son muchos más. Porque a mis abuelos también [los mató la dictadura]”.

Relató cómo su abuela “murió de tristeza” tras perder la esperanza de encontrar a su nieta Mónica:

“Cuando llega esa noticia, por primera vez, después de tantos años, bueno, mi abuela es como que esa esperanza contenida que tenía, que no se le cumplió nunca, ni cuando Mónica cumplió los 18, ni cuando vino la democracia en el 83” contó en referencia a los primeros testimonios de detenidos-desaparecidos que la habían visto en cautiverio.

En ese marco, destacó la relevancia de las políticas de memoria implementadas a partir de 2003. “Quizás sin esas políticas de memoria nunca se nos hubiera ocurrido ir a hacernos el ADN”, reflexionó recordando específicamente la campaña latinoamericana de identificación de personas iniciada en 2008, que facilitó la identificación de restos de desaparecidos.

Alejandra se refirió al proceso que llevó a la identificación de los restos de su hermana Mónica en 2009.

“Rápidamente nos hicimos [el ADN], de hecho en el Penna fuimos el turno 1 y 2, mi hermano y yo”, relató. Esta decisión llevó a la identificación de Mónica, cuyo cuerpo fue hallados en el cementerio de Avellaneda. “Mónica había aparecido en el cementerio de Avellaneda, en el famoso sector 134”, explicó Santucho.

La entrevistada describió la complejidad emocional de recuperar el cuerpo de un familiar desaparecido después de más de tres décadas.

“Fue un momento muy duro, fue muy complejo. Estábamos recuperando el cuerpo de una persona desaparecida 33 años después, que tenía 14 años”, compartió. Santucho enfatizó la importancia de los rituales funerarios en el proceso de duelo: “Para eso sirven los rituales, para la inscripción psíquica. La psiquis inscribe en ese ritual necesario que esa persona ya no la vas a volver a ver más”.

Describió además la paradójica mezcla de emociones que experimentó al recuperar los restos de su hermana: “Por un lado, había mucha alegría, recuperamos el cuerpo. Por otro lado, era la certeza de la muerte”. Esta dualidad emocional también afectó a su hija, entonces adolescente: “Mi hija me dice, mamá, yo no sé cómo me siento. No sé si estoy alegre o estoy triste”.

En ese marco también reflexionó sobre el lenguaje utilizado para referirse a los restos de los desaparecidos:

“Me gusta decir cuerpos, porque le da otra, justamente, le da una corporalidad de persona, lo personifica, lo dignifica”, explicó.

El destino final de sus padres

Alejandra relató cómo en los años 90, en plena “época de total impunidad”, comenzó su búsqueda por conocer el destino final de sus padres, Catalina Ginder y Rubén Santucho. “Lo único que podíamos hacer era buscar la verdad”, afirmó. Siguiendo un rumor que circulaba entre los hijos de desaparecidos, se acercó al cementerio de La Plata, donde logró obtener las actas de ingreso de los cuerpos de sus padres.

“Es como cualquier certificado de defunción, nada más que en N.N.”, explicó Santucho. Las actas describían las características físicas de los cuerpos y señalaban como causa de muerte “pérdida de masa encefálica por proyectil”. La dirección indicada en los documentos coincidía con la de su casa, lo que no dejaba lugar a dudas sobre la identidad de los fallecidos.

Sin embargo, las actas también revelaban un dato inquietante: con lápiz, se había agregado la inscripción “abril de 1982, Osario”. Santucho explicó que esto indicaba que, en los últimos meses de la dictadura, se abrieron las fosas comunes del cementerio y se arrojaron los restos a los osarios. “En un último acto de perversidad”, reflexionó.

En su reciente declaración ante el Tribunal Oral Federal (TOF) de La Plata, Santucho reiteró su pedido para que la justicia investigue y determine oficialmente el paradero de los restos de sus padres.

“Yo quiero que la justicia me diga dónde está el cuerpo de mis viejos”, afirmó.

La testigo explicó que, si bien entiende que esta tarea corresponde a un juzgado de instrucción y no al tribunal de juicio, aprovechó la oportunidad para hacer oír su reclamo. “La única oportunidad que tengo para que me escuche la justicia es esa”, argumentó.

Críticas a los pedidos de beneficios para genocidas

Santucho se mostró crítica frente a los recientes pedidos de beneficios y prisiones domiciliarias para los condenados por crímenes de lesa humanidad. “Ya que los genocidas piden, pidamos nosotros”, expresó, contrastando estos reclamos con el legítimo pedido de verdad y justicia.

Además cuestionó los argumentos utilizados para justificar estos beneficios, señalando que “no es verdad” que los genocidas estén en condiciones precarias. “Tienen médicos a disposición, tienen lugares de privilegio, tienen televisor, tienen internet, tienen absolutamente de todo”, afirmó.

Ante la pregunta sobre posibles alianzas políticas con figuras como Victoria Villarruel, conocida por su defensa de genocidas, Santucho fue contundente: “Es una aberración, es una total aberración”.

La entrevistada reconoció la necesidad de construir alianzas amplias en política, pero sostuvo que existen límites infranqueables. “El límite es los genocidas y los amigos de los genocidas, es imposible pensar de otra manera”, afirmó.

En este contexto, Santucho celebró el reciente pronunciamiento de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner rechazando cualquier acercamiento a defensores de genocidas. “Me parecía muy necesario, porque si no a veces parece que está permitido decir cualquier cosa para llamar la atención”, reflexionó.

Un mensaje a las nuevas generaciones

Finalmente, consultada sobre qué mensaje daría a los jóvenes que ven estos temas como lejanos o que han comprado discursos negacionistas, Santucho enfatizó la importancia de la investigación y la lectura profunda. “Que investiguen y lean y profundicen de verdad en las cosas, que no estén comiendo todo masticado de un TikTok”, aconsejó.

La entrevistada resaltó la importancia de que las nuevas generaciones se acerquen a la historia reciente con una mirada crítica y fundamentada, más allá de los discursos simplificadores que circulan en redes sociales.
 

Fuente : elagora.digital

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