El plan estratégico de Estados Unidos contra Rusia fue elaborado por la RAND Corporation hace 3 años [1].
La RAND Corporation, cuyo cuartel general está ubicado en Washington, es una «organización mundial de investigación que desarrolla soluciones para los desafíos políticos» y dispone de un verdadero ejército que cuenta 1 800 investigadores y otros especialistas reclutados en 50 países. Los miembros de ese personal hablan 75 idiomas y están distribuidos en oficinas y otras sedes secundarias en Norteamérica, Europa, Australia y la región del Golfo Pérsico. La RAND Corporation tiene personal estadounidense en más de 25 países.
La RAND Corporation, que se autocalifica como una «organización no lucrativa y no partidista», está oficialmente financiada por el Pentágono, el US Army [las fuerzas terrestres de Estados Unidos], la US Air Force [la fuerzas aérea de Estados Unidos] y la «comunidad de inteligencia» estadounidense [las llamadas «agencias de seguridad nacional», como la CIA] y por poderosas organizaciones “no gubernamentales”.
La RAND Corporation se jacta de haber contribuido a elaborar la estrategia que permitió a Estados Unidos salir de la guerra fría como vencedor, forzando la Unión Soviética a dedicar cuantiosos recursos al extenuante enfrentamiento militar. Ese es el modo de acción que inspira el nuevo plan concebido contra Rusia en 2019 y presentado bajo el título «Overextending and Unbalancing Russia», que plantea como estrategia imponer a Rusia un despliegue excesivo para desequilibrarla y destruirla [2]. Esas son las líneas directivas fundamentales que se exponen en el plan de la RAND Corporation y en ese sentido ha venido actuando Estados Unidos durante los últimos años.
Ese plan estipula que, ante todo, Rusia debe ser atacada por su flanco más vulnerable: su economía fuertemente dependiente de la exportación de gas y petróleo. Para ello se recurre a las sanciones comerciales y financieras y, al mismo tiempo, se busca lograr que Europa occidental disminuya su importación de gas ruso, reemplazándolo por el gas natural licuado (GNL) estadounidense.
En el plano ideológico e informativo se estimulan las protestas internas en Rusia mientras que se busca socavar la imagen de ese país en el exterior. En el plano militar, se maniobra para que los países europeos miembros de la OTAN aumenten sus presupuestos de defensa dirigiéndolos contra Rusia.
De esa manera, Estados Unidos multiplica sus posibilidades de éxito, al mismo tiempo que sus ganancias, con riesgos moderados e invirtiendo principalmente en bombarderos estratégicos y misiles de largo alcance dirigidos contra Rusia. El despliegue en Europa de nuevos misiles nucleares de alcance intermedio garantiza altas probabilidades de éxito pero también implica grandes riesgos.
Calibrando cada opción para obtener el efecto deseado –concluye la RAND Corporation– Rusia tendrá que pagar el más alto precio en la confrontación con Estados Unidos… pero el mismo Estados Unidos y sus aliados se verán obligados a invertir grandes recursos que tendrán que sustraer a otros objetivos.
En el marco de toda esa estrategia, la RAND Corporation preveía –en 2019– que «proporcionar a Ucrania ayudas letales explotaría el punto más importante de vulnerabilidad externa de Rusia, pero todo aumento de las armas y de la consejería militar que Estados Unidos proporcione a Ucrania tendría que ser metódicamente calibrado para imponer costos a Rusia sin provocar un conflicto mucho más amplio en el cual Rusia, a causa de la proximidad, tendría ventajas significativas».
Es precisamente ahí, en lo que la RAND Corporation llama «el punto más importante de vulnerabilidad externa de Rusia» que se podría explotar armando a Ucrania de manera «calibrada para imponer costos a Rusia sin provocar un conflicto mucho más amplio», donde se ha producido la ruptura.
Atrapada en una tenaza política, económica y militar que Estados Unidos y la OTAN cerraban cada vez más –lo cual hacían ignorando las repetidas advertencias y propuestas de negociaciones emitidas por Moscú–, Rusia reaccionó finalmente emprendiendo la operación militar que ya ha destruido en Ucrania más de 2 000 estructuras militares erigidas y controladas en realidad no por los gobernantes de Kiev sino por los mandos de Estados Unidos y la OTAN.
El artículo que, hace 3 años, presentaba el plan de la RAND Corporation terminaba con la siguiente frase:
«Las “opciones” previstas en el plan en realidad son sólo variantes de la misma estrategia de guerra, cuyo precio en términos de sacrificios y de riesgos pagamos todos»
El hecho es que quienes estamos pagando ese precio somos nosotros, los pueblos europeos. Y seguiremos pagándolo –cada vez más caro– si seguimos aceptando el papel de peones sacrificados en la estrategia de Estados Unidos y la OTAN.
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