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Fue a partir de un estudio de científicos de la Universidad Nacional del Litoral realizado en diciembre a raíz de la mortandad masiva de peces.

Es un hecho: hay agrotóxicos en aguas, sedimentos y peces en el tramo final del río Salado en la provincia de Santa Fe. Lo confirmó un estudio elaborado por el Laboratorio de Ecotoxicología de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), encargado por la Procuración General de la Corte Suprema de Justicia santafesina. El informe fue confeccionado por los investigadores Rafael Lajmanovich, Paola Peltzer y Maximiliano Attademo, todos científicos del Conicet y de la UNL.

Se efectuaron análisis fisicoquímicos, bacteriológicos y de metales, además de medirse el oxígeno, en muestras de agua y sedimentos recogidas a fines de 2020 a la altura del country Los Molinos, en el norte provincial, y en el puente de la ruta provincial 70 en la ciudad de Esperanza. Ante conductas inusuales en los peces, como salir a la superficie del río para respirar, se recolectaron varios especímenes para sumar al estudio.

La cercanía de campos agrícolas donde se fumiga con pesticidas a las aguas del río Salado motivó que se trabajara también en la detección de químicos. El hallazgo científico en ese sentido no deja lugar a dudas: en branquias e hígado de sábalo encontraron rastros del herbicida 2,4-D, el insecticida organofosforado clorpirifos 80 en el primer sitio de extracción y clorpirifos 30 en el segundo. Los académicos afirman que el 2,4-D es “una sustancia muy nociva para los organismos acuáticos”, mientras que el clorpirifos, prohibido en enero de 2020 en la Unión Europea, "es el insecticida neurotóxico de amplio espectro más utilizado en Argentina (principalmente en cultivos de soja, maíz, trigo y girasol) para controlar plagas de insectos". Esta dependencia de su uso es consecuencia del modelo productivo de soja transgénica, que se introdujo en el país por las gestiones de Felipe Solá en sus tiempos como secretario de Agricultura de Menem.

Los especialistas destacan que el clorpirifos es un neurotóxico que implica grandes riesgos tanto para la salud humana como para la animal, apuntando que la exposición crónica puede causar déficits cognitivos y conductuales. Y brindan un dato alarmante: "Los valores de residuos de clorpirifos registrados (30-80 ug/kg) en los peces recolectados durante la mortandad 2020 en el río Salado están en relación con los rangos hallados en peces de una de las cuencas más afectadas por la contaminación agropecuaria del país, como lo es el río Pergamino (zona núcleo de producción agroindustrial), en donde se detecta la presencia de plaguicidas en ocho de cada diez peces".

Un poco de historia

Los autores del relevamiento mencionan el informe de Ronco y colaboradores en 2016 como "la primera evidencia contundente de contaminación en toda una cuenca por prácticas agrícolas del país". En dicho estudio se da cuenta de la presencia en el río Paraná del herbicida glifosato y el metabolito AMPA, principalmente en sedimentos de los afluentes del tramo medio y bajo, apuntan.

En el río Salado la alarma se disparó en noviembre de 2020 por las denuncias a causa de la mortandad extraordinaria de peces. Aunque en un primer momento se quiso explicar por la bajante de las aguas (que afecta la vida y el desarrollo de los peces), desde otros sectores, como la pesca artesanal o los propios habitantes de zonas afectadas, empezaron a relacionarlo con el “lavado de terrenos” que habían sido fumigados, lo que podría haber desencadenado la presencia de derivas de agroquímicos en las aguas.

La Procuración General de la Corte Suprema coordinó a comienzos de diciembre una toma de muestras en conjunto con organismos y científicos de universidades en las zonas donde se registró la aparición de peces muertos. Sedimentos, agua y tejidos (hígado y branquias) de sábalos moribundos fueron analizados el mismo mes.
El Instituto Nacional de Limnología y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible también tomaron muestras. Sin embargo, el estudio de Lajmanovich, Peltzer y Attademo sería el único en realizar análisis para detectar agrotóxicos.

En los sedimentos se encontró glifosato, pero lo que más alarma produjo son los niveles de clorpirifos. Aunque el informe no establece una relación causal entre la contaminación con esta sustancia y la mortandad masiva de peces, la presencia de agrotóxicos en las aguas del río que desemboca en el litoral bonaerense no es una buena noticia.

Hay antecedentes: los profesionales de la UNL mencionan trabajos del Inali (Conicet) que indican que en la cuenca inferior del río Salado las poblaciones de sábalos viven en condiciones ambientales estresantes, siendo una de la especies más afectadas en las mortandades masivas del río Salado.

Algunas conclusiones

“No podemos aseverar que los peces murieron exclusivamente por haber tenido algún grado de estas sustancias en su interior. Son fenómenos multicausales”, sostienen desde la Procuración. Sin embargo, también concluyen que el fenómeno es digno de ser monitoreado en forma preventiva, como siempre que se realiza un hallazgo de estas características en ecosistemas.

El trabajo de Lajmanovich, Peltzer y Attademo recomienda también hacer un seguimiento más exhaustivo y con continuidad espacio-temporal de los desechos agrícolas (agroquímicos y fertilizantes) que podrían detectarse en agua, sedimento y tejidos de peces a lo largo de toda la cuenca. Les preocupa especialmente en especies que sirven de alimento a poblaciones locales.

Los investigadores recomiendan avanzar hacia "modelos de producción sustentables no contaminantes, como los agroecológicos, y con participación social". Entre otras medidas, también sugieren que haya una distancia mayor entre los cultivos transgénicos dependientes de los agrotóxicos y los ecosistemas acuáticos.

Fuente(Nota completa) : laizquierdadiario.com