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La Generación Invisible: rock psicodélico del Oeste del Gran Buenos Aires


01-08-2021 00:29:58
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AGENCIA PACO URONDO reunió a Guillermo Valente, Adrián Caraballo, Rodrigo Lugones, Facundo Muja y Lucas Eustaquio para hablar sobre la trayectoria musical de una banda que ya suma dos EP y hace cada vez más ruido. 

or Enrique de la Calle | Foto: Pol González

AGENCIA PACO URONDO reunió a los integrantes de La Generación Invisible, una banda de rock del oeste del Gran Buenos Aires que va rumbo a cumplir 10 años de historia y dos EP, La máscara de la verdad y Jugando ajedrez con la muerte, de reciente aparición. "Somos un grupo de amigos cuyos finales previsibles podían ser la cárcel, el manicomio, la droga o un trabajo tercerizado por seis meses", ironizaron los músicos. Una charla con Guillermo Valente (guitarra y voz), Rodrigo Lugones (guitarra y voz), Adrián Caraballo (bajo), Facundo Muja (sintetizadores y secuencias electrónicas) y Lucas Eustaquio (batería).

AGENCIA PACO URONDO: Primero, una presentación: ¿Qué es La generación Invisible y qué pueden decirnos del EP (contiene 5 temas que pueden escucharse en diferencias plataformas) que acaban de presentar?

La Generación Invisible: La Generación Invisible es un espacio en el que pueden suceder diferentes cosas. Arranca bajo la premisa de formar una banda de rock and roll, amparada en ciertas ideas y patrones que surgieron en una época dada. Ideas y patrones de un grupo de personas situadas en un lugar determinado: un barrio, en la periferia del conurbano bonaerense. En la zona oeste para ser precisos. El Parque San Martin, Merlo. Un grupo de amigos, cuyos finales previsibles podían ser la cárcel, el manicomio, o la droga si no tenían suerte, y si la tenían, la agencia de contratación tercerizada que te llevaba a la fábrica por seis meses...

Bueno, nos rebelamos, como pudimos, a eso. Nos sumergimos en la música. En experimentaciones de todo tipo que dieron como resultado esto que es la banda. Pero también del rocanrol de barrio, más primitivo, con una potencia lírica muy grande, donde tiene presencia una realidad que nosotros veíamos y vivíamos todos los días. El rocanrol de Callejeros, La Renga, Los Piojos, el rock Stone en casi todas sus variantes. Nuestras búsquedas personales se tradujeron en este deseo, que es el de hacer canciones, música en general. Sin que haya un estilo claro de referencia. No somos una banda que responde a una tribu, como podía ser en los 90 el skate rock. No formamos parte de esas tradiciones. Somos una banda que si quiere puede hacer punk, space-rock, un rock más furioso, o música electrónica extrema como Aphex Twin. O una balada, o rock progresivo.

Lo que nos puede definir, tal vez, es decir que somos una experiencia psicodélica para los sentidos a la que le falta mucho camino por recorrer pero que está empezando a desarrollarlo. La banda, sin más, es una apuesta por la vida. Cambiamos muchas veces de formación, sólo tres integrantes fueron la constante. En 2015 grabamos un EP, La máscara de la verdad. Siempre los momentos críticos y complicados nos encontraron en el Estudio de Grabación. En el 2015, en un momento muy difícil de Argentina, grabamos en el Monstruo Verde de San Antonio de Padua, y entre 2018 y 2019 grabamos Jugando ajedrez con la muerte, que fue un disco muy particular.

APU: ¿Por qué fue muy particular?

LGI: Lo grabamos en parte en Teatro Crisoles, de La Plata. Un teatro que hoy no existe más, se lo llevó puesto la pandemia macrista. Tuvo que cerrar por los costos que tenía. Era un multiespacio artístico, donde había un teatro, un estudio de grabación, una sala de danza, un taller de escenografía. Una locura genial y delirante como las que sólo pueden ocurrir en La Plata. Pasaba de todo ahí. Grabamos en Crisoles las bases, y los overdubs los hicimos en el Kiosko Multimedia, el estudio de Roberto Garcilazo, con el apoyo también, la ayuda y la colaboración de siempre de Federico Lozano, ambos grandes amigos y guitarristas de Don Lunfardo y el Señor Otario, que además nos prestaron todas sus guitarras, nos trajeron un abanico de efectos, y el gran corazón con el que se abrieron a nosotros.

En el proceso de grabación sucedió algo muy particular. Uno de los integrantes de la banda, Ezequiel Lizarraga, perdió la vida a raíz de una enfermedad terminal. Eso signó el futuro del proyecto y del EP. Fue un acontecimiento que terminó cerrando el concepto de lo que queríamos decir con estas canciones. Nosotros venimos de una realidad un tanto jodida, somos hijos de la clase obrera, o de sectores medios, medios bajos. Para nosotros la música representa un gran sacrificio. En términos económicos las condiciones de producción de música en Argentina son muy difíciles para quienes no cuentan con un respaldo de herencias, de apellidos, de trayectorias, de familias, etc.

Elegimos ponerle Jugando ajedrez con la muerte porque sentimos que era la manera de, a pesar de aceptar que a fin de cuentas la muerte gana, ya que todos vamos a morir, algo podemos hacer mientras tanto y ese qué hacer mientras tanto es lo que le da sentido a nuestra vida, el proyecto, que en este caso es la banda. Que no sólo es una banda, y puede tranquilamente ser un proyecto cultural más general. No creemos que sólo tengamos que producir música, podemos también producir otras cosas. Así como los Who produjeron Quadrophenia o Tommy, o Pink Floyd hizo The Wall, u otras bandas como Radiohead hicieron webcast y todo tipo de cosas, en un futuro no muy lejano nos imaginamos siendo productores de contenido en la clave en la que entendemos la música y el mundo.

APU: El EP Jugando al ajedrez con la muerte es una producción muy cuidada y que remite, si se quiere, casi a una manera ya "vieja" de hacer rock: lanzaron un escrito que funciona casi como un manifiesto de presentación (ver el texto que sacó la banda), las canciones tienen poesías largas, hay una impronta (y guiños) proveniente del rock más tradicional, que dialoga con tendencias más nuevas y experimentales. ¿Coinciden con esa apreciación?

LGI: Con respecto a la concepción vieja de hacer rock, lo que intentamos es en realidad recuperar una tradición, una forma de hacer las cosas. Los artistas que nos interesan y nos marcaron son Robert Fripp, Frank Zappa, Roger Waters, Joe Strummer, el Indio Solari, Omar Rodríguez-Lopez, Frusciante solista y los Chili Peppers, Thom Yorke, Lennon, Morrison, Emerson Lake And Palmer, Soft Machine y la escena de Canterbury, la escena de Mánchester. Bandas que tenían muchas cosas decir. Pil también, y el rock clásico, Beatles, Stones, Zeppelin. Bandas que tenían mucho para decir y no se quedaban en el formato estricto de las canciones. También apostaban a que exista un contenido y un discurso que esté sosteniendo a una obra. En éste caso elegimos basarnos en un montón de referencias que tienen que ver con el rock o con la historia del rock. Dialogar con la historia del rock a partir de nuestras historias personales. Y a partir de una muerte. El rock, si lo tenemos que pensar como soundtrack de una revolución, al menos por ahora, está muerto, pero en tanto y en cuanto existan manifestaciones que lo intenten (por ejemplo Jello Biafra le puso la música de fondo a las manifestaciones de Seattle, que inauguraron la etapa de los movimientos sociales en los últimos 20 años) esa manera de hacer las cosas tendrá algo para decir.

Cuando parecía que estaba todo muerto y que ya nada nacía bajo el sol, apareció The Mars Volta a principios de los 2000, sacó De-Loused In The Commatorium donde había una mezcla de post-hardcore, música boricua, salsa, afro beat, y una serie de locuras que no habían tenido lugar nunca en la música. Todo el tiempo aparecen cosas nuevas. Billie Eillish es un fenómeno muy reciente.

APU: ¿El rock está vivo, entonces?

LGI: Nosotros creemos en una idea del rock que fue continuada por algunas personas, y queremos retomar esa tradición porque nos interesa. Tiene que ver con el tipo de música que queremos hacer, con el tipo de mensaje que queremos dar. Con la forma en la que queremos entregarnos al camino que elegimos. Entonces mientras existan experiencias que lo mantengan vivo, el Rock que tomó para sí a la cultura beat, y se alimentó de todo tipo de cosas va a estar vivo. A fin de cuentas el Rock son algunas ciudades: California, Nueva York, Mánchester, Buenos Aires, Seattle, el hardcore que es de Washington. Tenés Liverpool, Londres, algo de Australia, algunas más y no mucho más. Es un fenómeno citadino y universal. Además en Argentina se produce y se produjo muchísimo rock de gran calidad y gran porte. Que está a la altura de cualquier discusión musical internacional y se ha ganado claramente un lugar. Se han formado grandes bandas en Belgrano, en la Ciudad de Buenos Aires, en La Plata, Rosario, Mendoza, el Conurbano y la Zona Sur de la Ciudad de Buenos Aires, con lo que terminó siendo el rock barrial o las diferentes manifestaciones musicales de los hijos de la clase obrera de finales de los 80 y principios de los 90, tanto en el Heavy, como en el Punk, o el Rock and Roll.

APU: ¿La apuesta de La Generación Invisible es una "rareza" en el oeste del Gran Buenos Aires o es parte de una movida similar más amplia?

LGI: No nos creemos una rareza. Hay otros músicos que están haciendo cosas similares. Hay muchas bandas que nos gustan de acá. Pienso en Ale Cares, que tiene un viaje más psicodélico, que es como el King Gizzard de Merlo Norte. Algo de lo que hace él puede tener cierto nivel de diálogo con lo que hacemos. Hay una banda de ska y rock steady que se llamaba Diegas And The No Vocals, en la que canta un vocalista genial que es Diego Robson, de Padua, cantante de Los Melossers también. Bandas realmente muy buenas. También los Nórdicos que hacen un britpop conurbanero excelente. Está Baja Killa, con una apuesta psicodélica muy en línea con discusiones filosóficas y estéticas contemporáneas. Barriletes, que hacen un synth-rock o synth-pop particular, o Paco Sera Cruz que está por sacar un disco y tiene una voz muy bonita, y su música está a medio camino entre el western psicodélico de la pampa y las cadencias spinettianas. The Copetins, que hacen una música muy fina, de muy buen gusto. El genio Joe Dixecxion que no para de producir contenido independiente, lo-fi y con una diversidad enorme (que va de la música drone, o el noise, al punk). Tenés a Dacapo al fine, que no terminás nunca de entender cuándo empieza La Generación Invisible y cuando termina Dacapo y viceversa, porque somos casi los mismo miembros a excepción de Juan, pianista y vocalista de la banda que hace unas canciones que están buenas. Hay mucha música acá y de todo tipo, vanguardia y clásica, de género y universalista. Una escena no muy divulgada.

APU: Cuenten un poco más de la movida en el oeste...

LGI: Tenés espacios culturales como lo fue Casa Frida, sobre todo en la segunda década de los años 2000, que fueron fundamentales para estimular una pluralidad de sonidos y contenidos locales. Era una casa de gente que vivía en comunidad, donde se producían permanente eventos artísticos, performances, acontecimientos culturales, la gente iba a tomar ácido, a escuchar o tocar música, recitar poemas, o a comerse una hamburguesa de lentejas cuando todavía no estaba de moda (a nosotros nos causaba algo de gracia, porque veníamos muy de otro palo). Era un lugar donde se daban muchas discusiones. Allí vivimos un poco las discusiones posteriores a la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, por ejemplo. Un lugar donde pasaban cosas y se discutían cosas que tenían que ver con lo político, con la cuestión de géneros. Un lugar donde te podías cruzar a Ioshua, uno de los mejores poetas que dio el Oeste, que falleció hace unos años. Un poeta callejero, punk y homosexual que escribía unas cosas brillantes. Al que también cruzábamos en las Ferias del Libro Independiente que se hacían a lo largo y a lo ancho de la Provincia, en lugares como El Transformador de Haedo.

Nosotros tenemos que ver con eso y con la llegada de internet y los foros de descarga directa. Esos foros eran como tierras comunales donde circulaba esta idea de “todos ponemos y todos sacamos”. Todos subimos y todos descargamos. Era una gran cantera de contenido que fuimos absorbiendo. Te bajabas gratis un disco de los Stooges, y lo conocías así a Iggy Pop y se lo pasabas en un pendrive a un amigo que todavía no lo había curtido. O tenías al viejo de un amigo que tenía unos vinilos de Yes y te los ibas a escuchar a la casa de la abuela que de pedo le había sobrevivido un combinado. Sonaba como el orto, los graves al palo, un soplido y una fritura bárbara pero era eso de “guau” escuchamos un vinilo. También estaba recién masificándose YouTube, y ahí había mucho contenido. Somos todo eso, y la esquina, las calles de tierra, la desigualdad, y también la apuesta por corrernos de la permanente invitación a la muerte que se cocina en todos esos escenarios, que la vimos muy de cerca. Así que terminamos siendo como una especie de catalizador de todo eso.

APU: Vuelvo a las tradiciones: hay mucho 60/70 en las letras: referencias a la guerra de Vietnam, el título del EP que remite a una película de Bergman, citas a Sartre en el manifiesto, mucha cosa psi en las canciones. ¿Fue un gesto buscado esa recuperación de la cultura de esos años?

LGI: Las referencias a los 60 y los 70 son todas deliberadas. Pensamos a la creación artística no sólo como la pura forma, que es lo que, en última instancia tiene que seducir, porque el artes es eso… aunque también puede ser, además, contenido.

Las referencias a la guerra de Vietnam o a la Batalla de Argelia, o cosas así, tienen que ver con momentos de avance del imperialismo que fueron capitales para la historia del rock y de la humanidad. Momentos en los que a pesar de todo, pequeños pueblos muy marginales para el desarrollo industrial, económico o tecnológico, pudieron ganar. Entonces está bueno recuperar por la positiva, experiencias de pueblos que han sufrido mucho, pero que pudieron ganar. Vivimos una época en que la derrota es remarcada de manera permanente y la verdad es que de derrota en derrota y de tristeza en tristeza es difícil construir un futuro posible. Si estamos acá, y la apuesta es por la vida, el objetivo es construir ese futuro.

La película de Bergman, por otro lado, nos llega para pensar la muerte de Ezequiel, que muere después de estar una semana internado en un hospital público en el contexto de finalización de la campaña del 2019. Nosotros decidimos que íbamos a sacar esas canciones para hacerle un homenaje a su paso por nuestras vidas. A partir de ahí entendimos. Aunque un poco lo sabíamos porque ya habíamos leído a Sartre, a Castaneda, a Hesse; Aullido de Ginsberg, a Artaud y a los poetas Malditos o a Burroughs, que bautizó a nuestra banda sin que él lo supiera.

Tiene que ver con que son los años de la formación de la cultura rock, los 70, los 60 y los 50. Son los años de los sucesos, las películas, los pensadores y demás cosas a las que hacemos referencia. Épocas de profundas rebeliones. Con juventudes que quisieron crear otro mundo posible, y además pensaban que ése mundo estaba adentro de éste.

Todo esto tiene que ver con la apuesta por continuar la existencia de un amigo de la infancia, muerto. Un amigo del barrio, de la calle, de la esquina, que lo habíamos visto morir, agarrándole la mano, sufriendo horrores, una noche inolvidable, en el sentido más profundo de la palabra inolvidable. A partir de esa ausencia quisimos enmarcar y soportar ese dolor tremendo en una redención artística. El arte de alguna manera es lo que nos protege de la tragedia que entraña la existencia. La falta, los duelos, la angustia. Y justo coincidió con que la película habla de la peste bubónica, la peste negra. Una pandemia, y se conectó con ésta Sopa de Wuhan que estamos viviendo.

APU: Cómo fue la presentación y difusión pública del EP. ¿Llegaron a tocarlo en vivo (supongo que la pandemia los limitó en ese sentido)?

LGI: La pandemia impidió que pudiéramos presentar el EP. Lo colgamos en YouTube cuando se cumplió el primer aniversario de la muerte de Ezequiel y ahora estamos en todas las plataformas digitales. Spotify, y en todas las demás. La idea es empezar a tocarlo en vivo. Cuando no corramos riesgo ni la gente ni nosotros.

Estamos actualmente produciendo material nuevo para lo que puede ser un disco, o un EP, o lo que sea. Estamos tocando canciones nuevas, ya que muchas de las canciones que grabamos tienen muchísimos años y recién las pudimos grabar, por un cuestión de guita, y de contratiempos, ahora. Ya estamos trabajando con un método instituido, con otro nivel de maduración compositivo. Una dinámica de trabajo más propia de una banda que va rumbo a cumplir diez años.

APU: ¿Cuánto les aportan las plataformas como Youtube o Spotify a una banda chica?

LGI: Por otro lado, las plataformas digitales, a una banda underground, le dan la posibilidad de la difusión masiva. Si bien existe una gran discusión alrededor de los derechos, o del dinero que puede proveerle a quienes suben contenido allí, nos interesa pensar cómo se puede parar una banda frente a las industrias culturales de su época de manera crítica, pero en la práctica, con hechos. Qué carajo hacemos para cuestionar la manera en la que se produce y reproduce el arte, sería el planteo. Sin ir más lejos, mirá Paulo Londra que por algo que firmó hoy no puede ni subir una historia en instagram cantando una de sus canciones, o Divividos que tuvo que volver a grabar todo un disco de nuevo porque habían perdido los derechos sobre las canciones que ellos mismos crearon, una locura (así es éste mundo que vive de apropiarse de la creación ajena). Creemos que hoy hay que valerse de las plataformas digitales para diseminar el trabajo que producimos y desde ahí poder sostener una posición de producción independiente. Es un momento propicio fomentar la debilidad de lo que fueron las discográficas. Sobre esa debilidad se montan las plataformas digitales. De hecho ahora en la moda del single, y en la reproducción digital lo que se pierde es el formato del disco que era el chiste a través del cual las discográficas podían llegar a cerrar un contrato con una banda: grabar en un lugar determinado una cantidad de canciones que de otra manera les resultaba imposible. Estamos volviendo a la época del single, de sacar canciones de a una. Pero así y todo aporta porque ayuda a la viralización.

Después, por supuesto, esa viralización tiene que ser acompañada de una posición, de un planteo estético y ético que valga la pena y la alegría. Internet, como toda tierra comunal, depende de quién sea su dueño. Pero más allá de eso, hay hendijas por donde podemos infiltrarnos y aprovechar éstas herramientas y que mucha gente nos conozca. Más teniendo en cuenta que somos pibes de barrio, laburantes, que no tenemos otros recursos económicos para poder sostener lo que sería una independencia de alta definición como ha pasado con otras grandes bandas argentinas.

Escuchar el EP Jugando ajedrez con la muerte:

Fuente :

agenciapacourondo.com.ar

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