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El peligroso juego de la fortuna Plata dulce, ilusion amarga Por Juan Valerdi* Publicada en 22/10/2024 8 min de lectura


22-10-2024 22:01:01
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Las estafas piramidales florecen regadas por la inmoralidad y abonadas por parámetros de éxito individualista en un clima de desesperación y contrastes sociales extremos. El Dios dinero, las nuevas tecnologías y la timba financiera que potencia la ultraderecha.

Los esquemas de estafa tipo Ponzi o piramidales no son nuevos¹. Estos fraudes financieros tienen décadas de existencia y también de éxito para quienes los montan y ejecutan². En cambio, sí es novedoso el uso de las redes sociales para su difusión y de las criptomonedas y exchanges³ para los movimientos financieros indispensables para concretar la trampa, como la que estalló días atrás en la ciudad bonaerense de San Pedro, zona industrial y del agronegocio, y que fue noticia nacional.

Las nuevas herramientas tecnológicas dan mucha más velocidad y eficiencia en el crecimiento de la pirámide de estafa, de los participantes que la alimentan y sus fondos implicados. Sobre todo, permiten lanzar y controlar el esquema de modo más remoto y mucho más anónimo, lo que podría poner a salvo de las autoridades a los organizadores y beneficiarios una vez denunciada e investigada la estafa⁴.

Al pasar de esquemas Ponzi gestionados y “vendidos” en persona, con movimiento de billetes en efectivo y a través de sobres de correo físico tradicional a la gestión mediante correos electrónicos y transferencias de fondos por medios bancarios, hubo un salto tecnológico importante para acrecentar la escala y la velocidad de difusión. No obstante, la irrupción de los teléfonos celulares inteligentes usados masivamente, las criptomonedas como medio de transferencia financiera de difícil rastreo y las redes sociales como vidriera publicitaria han llevado a la disponibilidad de un herramental clave para el crecimiento exponencial de este problema y sus damnificados.

Capitalismo siglo XXI

Sin embargo, hay al menos tres cuestiones clave no tecnológicas que potencian en los últimos años este esquema fraudulento:

Primero, la promoción cultural de la salida individual sin interés por el prójimo y la comunidad, e incluso, si fuera posible, a costa de ellos. Esta es la quintaesencia del capitalismo financiarizado del siglo XXI, difundido en especial entre jóvenes como parámetro de éxito y del camino para llegar al mismo. Esa senda de especulación o timba financiera como medio de vida es instalada como muy superior en su valoración mediática respecto del trabajo tradicional.

Segundo, la pandemia de ludopatía que en los últimos años tiene como víctimas en especial a los jóvenes está relacionada con el punto previo, aunque añade el factor adictivo y lleva a la percepción del carácter de “trabajo” a actividades relacionadas con las apuestas online en juegos de azar o deportes, o incluso a dedicarse full time a jugar a videojuegos o al póker online y en torneos. “Trabajo” que incluye a veces a entrenadores e inversionistas en el jugador. La normalización y promoción cultural de este tipo de “trabajos” lleva a que no sólo quienes se dedican a ello lo perciban como tal, sino que sus padres y abuelos lo acepten, en ocasiones con orgullo, cuando hace décadas hubieran seguramente condenado ese destino vital y forma de sustento.

Tercero, la desesperación y una luz de esperanza para quienes ven cada día más difícil su supervivencia digna o de quienes teniéndola aspiran a modelos de ostentación de riqueza que cada día son promovidos de modo más burdo y obsceno en la realidad cotidiana tangible y mucho más en redes sociales, sea por “empresarios” como por artistas ligados a la música o deportistas. El tener, consumir y ostentar son imposiciones desde hace casi un siglo como parámetros de éxito absoluto en Occidente y como base del consumismo aspiracional⁵. El resultado social de ese norte ordenador es la “derrota de Occidente” anunciada por Todd en su imperdible libro⁶, la contracara del tan errado éxito que anunció Fukuyama en su “Fin de la Historia” de los años 90.

Una apuesta inmoral: ¿cómo funciona la estafa?

Finalmente hay una cuestión central para que exista y se desarrolle un esquema piramidal o Ponzi: se necesitan no sólo “empresarios de la estafa” inmorales que lo organicen sino sobre todo participantes inmorales. Estos “invitados”, aunque son menos creativos y activos que los organizadores, deben estar dispuestos a utilizar sus redes de confianza para incorporar a quienes van a ir sustentando y ampliando la base de la pirámide. Su incentivo fundamental es recuperar su aporte y multiplicarlo, para ello cuantos más “inversores” (víctimas) capte mayor será el recupero o la ganancia.

Entre las víctimas estarán entonces las personas que tienen confianza en quienes les invitan a participar o podrían estar inspirados en la visible ostentación de nueva riqueza por parte de los convocantes debido al “éxito” de la “inversión” realizada. Una vez ingresados los fondos de los nuevos participantes estos pueden darse cuenta de la estafa subyacente y salir del sistema e incluso denunciarlo o convertirse en nuevos promotores participantes, sea porque aún desconocen el carácter de la estafa por ignorancia o por capacidad de negación de una realidad evidente o porque eligen el camino de la complicidad y alimentan el esquema para recuperar su aporte e incrementarlo.

El grado de impunidad de la mayoría de los organizadores y partícipes de este tipo de estafas no sólo daña el patrimonio de personas de toda clase social, en especial de pobres desesperados y clase media ambiciosa, pues mucho más grave aún es el impacto de este tipo de estafas en la confianza de comunidades, familias y grupos de afinidad que tardan muchos años en construirse y pueden estallar de modo irreparable con uno de estos esquemas, incluso en toda una ciudad como es el actual caso de San Pedro, donde la plataforma Rainbow Exchange está sospechada de haber montado una estafa piramidal que arrastró a más de veinte mil personas.

Codicia versus razón

Algo que se encuentra presente en los esquemas Ponzi y en casi todas las modalidades de estafa es la necesidad del estafador de lograr que la codicia de la futura víctima supere a su raciocinio. Si los Ponzi no prometieran tasas diarias de interés en dólares que superan ampliamente cualquier inversión no tendrían un gancho suficientemente atractivo para quien debe ceder a la tentación y aportar sus dólares ahorrados o incluso vender autos, electrodomésticos, motos o joyas propias o ajenas. La altísima rentabilidad que debería generar sospechas y cautela funciona cuando es acompañada de un elaborado “cuento del tío” que puede tener relación con mercados financieros ficticios cuyo funcionamiento la víctima desconoce, sororidad entre mujeres (recordarán muchos/as el “telar de la abundancia”), inversiones en flotas de taxis en otros países (Knight) o en sistemas de capacitación (Generación Zoe).

Sea cual sea la excusa de cómo se genera y qué beneficios no materiales trae, lo que siempre abunda es una rentabilidad que primero engancha y luego genera la necesidad de reinvertir todo lo que eventualmente le dejaran extraer de renta a la víctima. Porque para un esquema Ponzi exitoso no sólo es fundamental mantener un flujo permanente y creciente de “inversores” aportantes nuevos, sino idealmente que no haya extracciones de quienes ya ingresaron y si las hubiera que sean reinvertidas en el esquema. Aquel que no se hubiera dado cuenta de que el esquema es una estafa, no sólo tendrá un alto entusiasmo en promover el ingreso de quienes forman parte de sus redes de confianza, sino que invertirá cada vez más de sus propios fondos incluso a costa de endeudarse.

Sálvese quien pueda

Así como algunos afirman que una serie de esquemas Ponzi llevaron a un país entero como Albania a una revolución⁷, en el caso de la Argentina un gobierno nacional de ultraderecha como el actual puede generar las condiciones ideales para el surgimiento de muchos Ponzi magnificando la desesperación, fomentando la especulación financiera y el sálvese quien pueda individual en toda la población y en especial entre los jóvenes (muchos de los cuales lo votaron), destruyendo cualquier valor de las redes de confianza o del sentido comunitario “colectivista”. Además, algunas medidas que aparentemente apuntan a fomentar alternativas a estos esquemas de estafa apuntan a incorporar a los adolescentes en esquemas Ponzi “legales” como muchos de los activos financieros derivados a los que tendrán acceso los mayores de 13 años gracias a la nueva legislación de la Comisión Nacional de Valores emitida en octubre de 2024⁸.

Bajo un paraguas de supuesta “educación financiera” y con un teórico control de los padres, que difícilmente pueda concretarse, los adolescentes son insertados en mercados financieros, una burbuja que ante la cuasi explosión del año 2008 no ha hecho más que crecer a costa de billones de dólares de emisión de los Estados Unidos y otros países occidentales. Así como el Ponzi financiero más grande de la historia que estalló en el crac mundial de 1929 es magistralmente relatado por Groucho Marx⁹ cuando el ascensorista de su edificio le habla de sus inversiones en la Bolsa sustentadas en deudas, hoy asistimos a la necesidad de un Occidente más financiarizado que nunca y cuya burbuja necesita de hasta el último ciudadano ingresando sus fondos para sostener esta pirámide desconectada del trabajo, del consumo y, más aún, del bienestar de sus víctimas.

Los argentinos sabemos bien lo que es un gran Ponzi nacional sostenido y promovido por el gobierno. La convertibilidad iniciada en 1991 estalló en 2002 después de que los grandes fugadores de capitales extranjeros o locales se llevaron varias centenas de miles de millones de dólares mientras duró la gran estafa, y en el camino no sólo quedó un tendal de pobreza y miseria, sino también el saqueo del patrimonio estatal acumulado por décadas y de las industrias nacionales extranjerizadas o cerradas. No es casual que algunos de los que participaron de aquel esquema estén hoy en cargos clave y sean admiradores del gran armador del catastrófico plan.

*Juan Valerdi es economista, docente en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y dicta clase en la diplomatura de Criptoeconomía y Derecho de la Fundación Bitcoin Argentina. Fue asesor de las presidencias del Banco Central (BCRA), de la Unidad Antilavado (UIF), del Banco Nación y Consejero del Consejo Asesor de la Afip. Integró la Red de Justicia Fiscal Latinoamericana y de Tax Justice Network y expositor sobre Guaridas Fiscales en el encuentro anual de Londres de 2017 de dicha organización.

Notas:

¹ Para conocer la descripción básica de las estafas piramidales o esquemas ponzi puede consultarse: https://es.wikipedia.org/wiki/Esquema_Ponzi

² En efecto, muchas de las burbujas financieras de los mercados financieros tradicionales se parecen bastante a estos esquemas de estafa. Sin embargo, el análisis de ese paralelismo excede las posibilidades de este artículo.

³ Especie de casas de cambio o «cuevas de cambio» de criptomonedas con baja o nula regulación.

⁴ Los “empresarios” organizadores de estafas Ponzi que suelen llegar a convertirse en presos tienen en general el mismo problema que la mayoría de los delincuentes de gran escala que tienen ese destino. Tanto los narcotraficantes “exitosos” como los estafadores de gran escala no pueden evitar, en muchos casos, ceder a la tentación de levantar su perfil público y convertirse en personajes mediáticos famosos o propietarios de clubes de fútbol o grandes comercios o inmuebles, el análisis de las razones de esto excede este artículo, pero está claramente expresado en el caso Cositorto/Generación Zoe.

⁵ Para un excelente tratamiento de la instalación del consumismo se recomienda el documental de cuatro capítulos de la BBC “El siglo del yo” (The century of the self) disponible en Youtube subtitulado.

⁶ Emmanuel Todd, “La derrota de Occidente”, 2024, Editorial Akal.

Albania, un país en que un Ponzi masivo llevó a una revolución

La medida de “inclusión financiera” de los adolescentes

Graucho Marx y el crac del 29

Publicado en el semanario El Eslabón del 19/10/24
 

Fuente : redaccionrosario.com

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