Por Santiago Asorey | Foto: Daniela Morán
Algunos compañeros han querido analizar la discusión abierta sobre las vacunas ofrecidas por el ex ministro de salud por fuera del registro de turnos oficial, desde una perspectiva moral. Hacen hincapié en que no hay que caer en una lectura moralizante que juzgue a los involucrados. Estoy de acuerdo con que no debería ser ese el enfoque. Los compañeros y las compañeras se pueden equivocar, como todos. Pero esa lectura no puede servir para licuar la crisis política que generó esta situación.
Cuando suceden errores políticos graves como este, que son cometidos por referentes con grandes trayectorias en el periodismo del campo popular o en el diseño y aplicación de políticas sanitarias transformadoras, es natural que la situación nos toque internamente. Está claro que tanto Ginés González García como Horacio Vertibsky tienen una carga simbólica potente dentro del campo popular.
Eso hace que nuestra autocritica por el “vacunagate” resulte una situación difícil. Comprensible nuestra incomodidad. Sin embargo, nada de ese planteo debería pesar en nuestro análisis porque el problema no es el juzgamiento moral de compañeros que cometieron un error sino la crisis política que se desató en el debate público por lo acontecido. El asentamiento de la dimensión del “escandalo” como categoría periodística, excede a nuestra voluntad como militantes populares. Hacer solo hincapié en el elemento mediático invisibliza el malestar completamente lógico que tienen sectores de nuestro Pueblo al enterarse que un periodista puede llamar a un ministro para vacunarse sin pedir turno, cuando hasta el momento no nos alcanzan las vacunas. Debemos hacer un esfuerzo en no caer en la soberbia de tener la razón hasta cuando no la tenemos. Esta cosmovisión en el pasado nos hizo pagar con derrotas electorales.
El problema de licuar nuestros errores es la imposibilidad de construir una caracterización precisa respecto a la dimensión del problema político, del impacto en nuestro Pueblo, del malestar en distintos sectores ante el efecto de esta noticia. Ser un militante popular no debería ser tener siempre la razón e intentar defender planteos inclusive cuando los compañeros cometen errores. Cuando se cometen errores graves es necesario caracterizarlos para no repetirlos y no volver a acudir el discurso hegemónico para simplificar el problema, echando responsabilidades para afuera. Ya sabemos que las reglas no las ponemos nosotros. Ya sabemos que la pelea por un país más justo se da en una cancha inclinada por el lawfare y los grandes medios en la defensa de los intereses de las clases dominantes. Pero no podemos acudir a esa justificación cuando los errores provienen de nuestras filas. Porque implica errar en el blanco. Un militante popular debería utilizar la sensibilidad para comprender cuando el malestar de nuestro Pueblo merece ser escuchado y no invalidado con otra justificación. Eso va más allá de las valorizaciones que nosotros construyamos de los problemas. El impacto de la renuncia de un ministro nos convoca a un análisis serio que dé explicaciones acordes a las consecuencias de lo sucedido.
En esta situación específica, hablar de Clarín, de la embajada norteamericana, de Macri, tiene varios problemas. Sabemos qué hace Clarín cuando dejamos estos flancos vulnerables. En vez de repetir lo malo que es Magnetto, identifiquemos los errores e intentemos aprender para que no vuelvan a suceder. Busquemos e identifiquemos que hay detrás del malestar de nuestro Pueblo.
Es en este sentido celebrable la decisión de Alberto Fernández de pedirle la renuncia a Gines. Este análisis excede a cualquiera de las hipótesis sobre lo sucedido. Si fue una contraoperación de Vertisbksy, para anticipar la primicia de Clarín a costa de prenderse fuego a lo bonzo. Si fue el resultado de alguna forma de interna que desembocó de esta manera. Si fue un error humano del periodista al no comprender lo que iba suceder cuando contara que fue vacunado por fuera del protocolo oficial. De cualquier manera, está claro que esta vez no fue culpa de Clarín, ni de la embajada. La brecha por la cual entró el golpe provino del interior de nuestra fuerza.
Fuimos nosotros como Gobierno los que apuntamos con mucho esfuerzo en poner en primera fila del foro público el debate por la salud y la importancia de la gestión sanitaria, a raíz de la pandemia. Sabíamos que la vara estaba alta y la cancha inclinada. Lo hicimos en el medio de un complejo y duro contexto económico que juega también en la moral y en el temperamento de nuestro Pueblo e impacta también en situaciones como estas. Clarín con gran efectividad desligó a su hombre José Antonio Aranda, que había sido mencionado por el presidente del Cels, utilizando como fuente al renunciado ministro. Más allá de las aclaraciones que han realizado, es imposible no ver que los casos de Eduardo Valdés y Jorge Taiana caen en el remolino de confusión que dispara el propio Verbitsky. Es que no se trata de analizar los casos individuales, si correspondía o no, sino con el poco tacto e inteligencia que se trató la situación por parte de los protagonistas.
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