La escalada del dólar ilegal derivó en nuevas remarcaciones de precios abusivas. Se reabren paritarias para intentar recomponer salarios. Trabajadores informales, los más perjudicados. Massa negocia con el FMI y busca un acuerdo social para estabilizar la economía.
Como Hulk, los especuladores volvieron a exhibir toda su furia verde. Fueron dos semanas de fuerte movida cambiaria que llevaron el dólar que se transa en el mercado ilegal de 390 a cerca de 500 pesos. Así, la brecha con el oficial se amplió alrededor del 110 por ciento. A pesar de tratarse de un mercado marginal, el blue, como lo llaman los medios masivos de comunicación que siguen su cotización “en vivo”, alcanzó un nuevo récord, azuzando dramatismo y angustia colectiva.
Este tembladeral es nocivo para el/la que vive de un ingreso fijo en pesos, es decir la mayoría de la población, ya que las tensiones en el escenario financiero derivan en aumentos de precios y exacerban el proceso inflacionario que ya viene altísimo, en una economía que muestra signos de estancamiento.
La plata no alcanza y los sindicatos revisan paritarias para no quedar tan atrás de la inflación. Trabajadores informales, por su lado, pierden por goleada frente a las remarcaciones en góndolas y otros sectores, muchas “por las dudas” y otras por estar atadas a las importaciones. Hay comercios, incluso, que se quedan “sin precios” hasta que pase la tormenta cambiaria.
Entre injusticias y desigualdades, el pueblo paga las consecuencias del salto en la cotización del dólar paralelo, que en parte responde a la elevada inflación, del 105 por ciento anual. “El dólar blue es una herramienta de manipulación masiva”, resumió el economista Juan Valerdi. Empresas con posición dominante en distintos rubros, sobre todo las alimenticias, fueron retocando los valores de sus productos al calor de la corrida cambiaria de los últimos días. Esto echó más leña al fuego inflacionario, después del preocupante 7,7 por ciento de marzo.
El ministro de Economía Sergio Massa había dicho que para abril esperaba una inflación mensual con el tres adelante, pero va a estar más cerca del ocho, con el consiguiente impacto negativo en salarios e ingresos. Según diferentes consultoras, en las primeras tres semanas de abril, los precios de los alimentos subieron más de ocho puntos porcentuales y se encarece sin cesar el costo de vida.
En una economía bimonetaria como la de Argentina, los tires y aflojes en torno a la divisa estadounidense son recurrentes, producto de decisiones políticas adoptadas por gobiernos conservadores, liberales y dictatoriales, agrupados en la categoría (si se permite el término) vendepatrias, a lo largo de la historia nacional.
“El origen de usar el dólar como refugio de valor es la inestabilidad provocada porque los dólares de exportación nunca alcanzan para cubrir las importaciones, más los giros de utilidades y regalías de las multinacionales que operan aquí”, opinó en su cuenta de Twitter el ex presidente del Inti y actual coordinador del Instituto para la Producción Popular, Enrique Martínez.
Este año, el estado de inestabilidad cambiaria permanente se da en la antesala de una contienda electoral dominada por la incertidumbre y con internas a cielo abierto tanto en el oficialismo como en la oposición.
El superministro Massa (en virtual ejercicio de la Presidencia) dijo que no lo van a obligar a concretar una devaluación brusca del peso, lo que resultaría un hachazo a los bolsillos de los sectores populares, que ya son podados por la inflación. La fuerte corrida cambiaria parece mostrar el fin de la tregua de una parte del poder económico para con Massa. Son grandes operadores que agitan el mercado financiero a fin de acrecentar ganancias. Son los pocos, no los únicos, que buscan el caos que atiza la crisis socioeconómica.
Foto: Télam
El gobierno intervino políticamente en el mercado bursátil para intentar enfrentar la presión PRO-devaluatoria. Massa echó mano a las escuálidas reservas del Banco Central para apaciguar la corrida y tratar de dominar los dólares financieros, como el MEP y el contado con liquidación, y que esto redunde en un suavizante para el blue. Como parte de la misma estrategia, Massa anunció un acuerdo con el gobierno de China que permitirá pagar importaciones en yuanes, lo que supone reemplazar el uso de dólares.
Al mismo tiempo, el superministro con traje de candidato negocia un salvavidas (de plomo) con el Fondo Monetario Internacional, corresponsable de la frágil situación económica, con el objetivo de reformular el acuerdo en curso (inflacionario y recesivo) por la deuda maldita que contrajo el macrismo: el mayor préstamo en la historia del organismo financiero que comanda Estados Unidos. Una comitiva negociadora encabezada por el viceministro Gabriel Rubinstein volvió a viajar a Washington con el objetivo, entre otros, de aquietar la corrida.
No obstante, las metas restrictivas que exige el Fondo y la injerencia en la política económica doméstica que traen más ajuste son, en buena medida, culpables de la escalada en el precio del dólar informal. Las causas de la corrida, en rigor, son múltiples. Una es la falta de dólares en las reservas del Banco Central, situación que se agravó con la histórica sequía que hizo fracasar la cosecha gruesa (soja y maíz) y perjudica también a la producción ganadera. La Bolsa de Comercio de Rosario estimó una pérdida de 22 mil millones de dólares. De todos modos, la falta de divisas es estructural, más allá de una mala cosecha.
Massa viene de conceder al complejo agroexportador una nueva versión del dólar soja a un precio diferencial de 300 pesos. Las liquidaciones del sector, que opera al 30 por ciento de su capacidad, vienen demoradas. Gustavo Idígoras, presidente de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina y del Centro Exportador de Cereales (Ciara-CEC), se escudó detrás de la seca, pero también reconoció que el retaceo de las exportaciones agrícolas responde a que “hay un mercado cambiario inquieto” y que los 300 pesos por dólar que ofreció el gobierno quedaron desactualizados tras el raid alcista del dólar paralelo.
En tanto, la actual falta de dólares y las presiones devaluatorias tienen otra explicación. El gobierno desperdició años de superávit comercial (saldo a favor entre exportaciones e importaciones), mientras grandes empresas, que se endeudaron durante el macrismo y se desendeudaron con el Frente de Todos, se llevaron las divisas que hoy escasean.
Después de que precandidatos presidenciales de derecha desfilaron por el Foro empresarial Llao Llao en Bariloche prometiendo una devaluación, lo que también fogoneó la corrida, la oposición de Juntos por el Cambio quedó en la mira del gobierno. El director argentino ante el FMI, Sergio Chodos, apuntó contra tres economistas de Macri (los ex ministros de Economía Alfonso Prat Gay y Hernán Lacunza, y el ex presidente del Banco Central, Guido Sandleris) por ir al Fondo a pedir que evite dar nuevos desembolsos al gobierno a los efectos de ahogarlo financieramente.
Se debate sobre la dolarización de la economía –otro aliento a la corrida y a la inflación–, una idea impulsada por el candidato libertario Javier Milei. “La dolarización implica dos momentos: el ajuste inicial (esencialmente una reducción de la participación de los salarios en la economía), y las limitaciones posteriores derivadas del corset dolarizador”, analizaron desde el Centro de Economía Política de la Argentina (Cepa).
“La dolarización no resuelve la raíz estructural de los desequilibrios macroeconómicos en Argentina, sino que elimina la moneda propia, ajusta drásticamente el déficit fiscal (con lógico impacto en partidas sociales) y licúa salarios, abandonando la opción productiva. Es un cambio de ordenamiento profundo para virar hacia una economía para unos pocos”, advirtió en el mismo informe.
Desde Cepa se preguntaron: “¿Por qué se ha instalado que conviene dolarizar?”. Y se respondieron: “La dolarización aparece como recurso facilista para reunir consensos en torno al camino de licuación salarial que, hasta ahora en Argentina, no pudieron lograr de manera definitiva en cada avance neoliberal”.
Con todo, Massa buscó enfriar el partido y anunció una próxima convocatoria a empresarios, gremialistas de la CGT y referentes de movimientos sociales por un “acuerdo de precios y salarios por 90 días” para intentar estabilizar la situación económica. La CTA de los Trabajadores, por su lado, difundió un documento donde pide “frenar la desestabilización y resarcir el daño social”.
“Nos encontramos ante una feroz ofensiva del poder fáctico. Los sectores financieros, sojeros y sus socios multinacionales aprovechan la coyuntura en la que ven a un gobierno con las defensas bajas por la escasez de reservas y embisten para empujarlo a ejecutar una brutal devaluación. Esto no resolverá ningún problema de la economía real. Sólo llenará los bolsillos de una ínfima minoría que acumula dólares. Como contrapartida, terminará de vaciar la mesa de millones de argentinas y argentinos que cobran sus salarios en pesos y sufren la penuria de pagar precios que aumentan al ritmo de la cotización del dólar ilegal”, arranca el documento de la central sindical que conduce Hugo Yasky.
Para cubrirse de las remarcaciones especulativas que licuan salarios e ingresos, diferentes gremios se apuran a revisar paritarias, reclaman mayor control de precios, piden recomponer jubilaciones y prestaciones sociales, y vuelven a la carga por una suma fija. El denominador común de los acuerdos salariales en paritarias viene siendo la corta duración, la mayoría trimestrales.
El Centro de Estudios Económicos y Sociales (Ceso) analizó la evolución de las paritarias de las principales ramas de actividad en el período enero-marzo de este año: “La dinámica de las primeras negociaciones paritarias de 2023 refleja estar lejos de celebrar acuerdos por un año en torno a la pauta de inflación del 60 por ciento señalada por el gobierno nacional. En la mayoría de los casos los incrementos pactados no superan los tres meses”.
El reporte económico del Ceso sobre empleo e ingresos refirió: “La estrategia del ancla salarial para morigerar el ritmo inflacionario había quedado rápidamente desdibujada por la aceleración de los precios. Buscando evitar pérdidas de poder adquisitivo pero sin exponer la falta de credibilidad de la pauta oficial, las negociaciones prefirieron acuerdos de corto plazo”.
En consecuencia, el año paritario dejó de tener una referencia clara y estable, según consideraron desde el Ceso, ya que “las paritarias se encuentran abiertas de forma casi permanente y, en la mayoría de los casos, se estipulan revisiones en varias oportunidades a lo largo del año”.
En un contexto de escasez general, hay necesidades varias, claramente. Ni dolarizar, ni ajustar, ni ponerse de rodillas ante el Fondo, ni aceptar los chantajes alrededor del dólar. Actores sociales y políticos del campo popular coinciden en que es menester un plan anti-inflacionario con justicia social para sortear la crisis, para la cual no existen soluciones mágicas. Como reclamaron desde la CTA de los Trabajadores, urge “tomar medidas de implementación inmediata para evitar que el daño a los sectores populares sea irreparable”.
Fuente : redaccionrosario.com
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