Fermín Garay es abogado y uno de los fundadores de la asociación civil Libertad Eterna. En diálogo con AGENCIA PACO URONDO reflexionó sobre el trabajo que vienen realizando en el partido de Tigre, provincia de Buenos Aires. Los desafíos que trajo la pandemia para la labor comunitaria y el nuevo proyecto que están por encarar: locales autogestionados a la calle.
Por Juan Cruz Guido
Libertad Eterna es una asociación civil que funciona hace 8 años en la zona norte del Gran Buenos Aires, en el partido de Tigre. Hace 5 años que se constituyeron legalmente y proponen una apuesta al trabajo comunitario para tratar temas de consumo problemático de sustancias y violencias.
Hoy cuentan con cinco hogares convivenciales. Uno de jóvenes adultos, de entre 18 y 35 años, que ingresan voluntariamente por adicción a las drogas o al alcohol. Allí se gestionan paralelamente temas legales, recuperación, estudios y formación en oficios. La casa para mujeres mayores, de entre 18 y 30 años, la componen jóvenes con problemas de consumo y de violencia de género. Allí trabajan las mismas temáticas que los hombres.
Por otro lado, la casa para adolescentes varones, de entre 16 y 19 años, trabajan en derivaciones judiciales de los menores por abusos, violencia, consumo y problemas penales. Los jóvenes desarrollan en el hogar un proyecto de vida, estudios y formación.
Por último, tienen dos casas distintas para niños y niñas que llegan por derivación judicial de problemas de abusos o violencias y que, en su mayoría, por su edad ya no son adoptados.
Fermín Garay, abogado y uno de los fundadores de la asociación, dialogó con AGENCIA PACO URONDO sobre el trabajo que vienen realizando. Sobre los desafíos que trajo la pandemia y el nuevo proyecto que están por encarar: abrir locales a la calle para integrarlos al círculo comunitario de la organización.
Agencia Paco Urondo: Comienzan la puesta a punto para abrir locales a la calle, gestionados por la asociación. ¿Cuál es el objetivo y cómo viene el proceso?
Fermín Garay: Nosotros empezamos trabajando como asociación civil con personas que padecían por consumo problemático. Con jóvenes adultos, en un principio, y en el proceso de egreso, de culminación de su recuperación, las relaciones de dependencia ordinarias por su capacidad de frustración, por quilombos diarios con un jefe de afuera, a veces era difícil que se sostengan. Entonces empezamos a pensar la posibilidad de generar emprendimientos donde, en un principio, nosotros los gestionamos e invertimos para que salgan a luz, para que tengan sus propios desarrollos.
Entonces hoy ya con el tiempo, cuando ellos terminan su proceso, tienen tres alternativas: irse de los dispositivos, de los distintos hogares donde estén, y trabajar normalmente afuera. Otra es trabajar afuera y seguir adentro por decisiones que ellos van tomando y la otra es trabajar en nuestros emprendimientos. Entonces así fue como nació la panadería. Tenemos una panadería re linda. Toda la parte de carpintería, de desarrollo de soluciones habitacionales, de trabajo en los barrios. Y después, ahora, ya abrimos una peluquería que es un espacio grande cerca del río, son tres locales como en uno.
Estamos por abrir una confitería y en el tercer local funciona una casa de decoración, donde se venden cosas que hacemos nosotros y cosas que directamente compramos, o productores locales que nos dejan en concesión. O los mismos muebles que hacen los chicos. De esa manera nosotros generamos espacios donde pueden generar ingresos para sus propios sueldos y para ensanchar y hacer crecer la Asociación Civil en autonomía para financiar los distintos proyectos de desarrollo comunitario. Por ejemplo, la construcción de casas en los barrios o los merenderos y comedores, o la adquisición de bienes para el hogar, para la asociación civil, que hoy no tenemos ninguno y alquilamos todo. De esa manera la asociación actúa como un patrón y ellos y todo ese dinero se reinvierte en mayor bienestar para más gente. Es esa la idea.
APU: Una de las particularidades que se da es que los propios jóvenes participan en el armado de los espacios. Desde la construcción y refacción, al acompañamiento a otros chicos. Se va creando realmente una comunidad. ¿Qué lugar ocupa para ustedes la palabra comunidad?
FG: Lo común para mí es algo importante, porque en definitiva todo termina siendo común. Entonces, la defensa de lo común en cuestiones que parecen ser externas, como lo material, para nosotros es importante porque todos terminamos viviendo en el mismo espacio. La comunidad es lo que nos vino a rescatar en momentos de desesperación, como la pandemia. Los jirones que quedaron de comunidad, como un poco intentó pensarlo Segato, emergieron rápidamente al rescate de nosotros, individuos aislados. La pandemia vino a confirmar un sendero de construcción y de defensa de lo común que nosotros hacíamos. Y yo, proviniendo de un lugar privilegiado, ir abriéndome hacia formas de construcción barriales y todos esos códigos de barrio que en algunos habrá cosas muy malas, pero en otras son cosas muy piolas, como por ejemplo el espacio privado de lo íntimo. Tiene paredes bajas, hay muchas transiciones, idas y vueltas. Vecinas que comparten la crianza. Entonces, para nosotros la defensa de esos espacios es clave, porque en nuestro proyecto la felicidad es comunitaria, es vincular. Nosotros invertimos cosas en los vínculos, no vínculos para obtención de mayores cosas, porque eso genera mayor individualización y mayor segmentación y guetificación de las personas. Cuando nosotros lo que creemos es en ensancharnos y vamos hacia tener más vínculos porque es en esas relaciones donde se encuentra la riqueza, donde nos encontramos con el otro. Y ahí se da la realización.
APU: ¿Cómo fue la pandemia? Sostener por un lado el trabajo puntual con los chicos. Pero también los proyectos, ¿cómo lo vivieron en pandemia?
FG: Cuando vino la pandemia hablaba con mi vieja, que es la directora, el corazón de todo esto. Yo le decía "o explotamos por el aire", porque era una opción. Como muchos que por ahí que hacen cosas más comerciales, “o pegamos un salto de calidad”. Lo bueno es que nosotros pegamos un salto de calidad.
Fue muy fuerte porque en un momento nosotros llegamos a tener 25 merenderos y comedores semanales. La pandemia fue un momento de mucha expansión, interior y de mucha reflexión y de fortalecimiento de cosas.
Para nosotros fue ese salto de calidad. Y los proyectos y los emprendimientos como que terminamos de decir "bueno, vamos a ir en esta dirección, vamos a cuidar esto que nosotros estamos haciendo, esta experiencia", que no es una cuestión de vanguardia ilustrada que viene a decir esto es por acá, la gestión tiene que tener estos condimentos. Sino que es un enriquecimiento y un saber que se va construyendo en el medio del barro y en el medio de conversaciones en base a las necesidades, en base a nuestros propios errores. Idas y venidas que generaron un proceso muy virtuoso, de respeto de cada persona. Digamos, ya no somos individuos, sino que respetamos esa personalidad que se gesta en lo comunitario, en el desarrollo de lo común.
APU: Recién decías que pensaban que podía volar por los aires. El contraste sería que salieron más fortalecidos…
FG: Sí, fue muy confirmatorio en el sendero. No sé a qué superstición atribuirlo. Pero en términos concretos supimos que estábamos en una dirección, como muchos procesos y movimientos sociales se dieron cuenta.
APU: Con respecto al tema del trabajo, qué rol tiene para ustedes en una situación donde generalmente vienen chicos con distintas edades, pero pensando más que nada en los que ya están en la adolescencia y pueden ingresar después al mundo del trabajo, ¿qué lugar ocupa? Muchas veces se habla de que el trabajo dignifica. El rol del trabajo formal, en contraste inclusive, es un debate actual, a los planes sociales. Ustedes en particular están apostando de un modo cooperativo al trabajo, ¿qué rol tiene para ustedes?
FG: Para nosotros es central. Lo que es el esfuerzo. El esforzarse. Porque nosotros tenemos historias desgarradoras de chiquitos en los hogares. Y la victimización no es una opción. Siempre es una opción abrazarse a ese pulso vital, a ese lugar de salir adelante y aceptar lo que nos toca para permitir crecer cada uno y que esa persona sea alguien que pueda ayudar a otros a salir de eso. No el resentimiento, si el perdón, pero tampoco el olvido. Esa forma de justicia que nos enseñaron las madres y las abuelas en un punto. No vamos a ser ingenuos sobre los que les tocó pasar, pero tampoco vamos a anclar nuestra vida en el pasado. Entonces el trabajo y el esfuerzo tienen que ver con eso, con salir adelante. Pero no es un trabajo convencional donde en definitiva nosotros trabajamos para enriquecer a alguien. Que está bien. Pero nosotros queremos enriquecer nuestra comunidad y la forma de enriquecer es fortalecer una persona de existencia ideal o de existencia jurídica, como es una asociación civil, donde nadie se va a apropiar del esfuerzo de todos y a la vez todos nos apropiamos del esfuerzo de todos. Entonces el trabajo es ese lugar donde se lidian con las frustraciones para aquel que es adicto, el trabajo es el lugar donde yo puedo compartir lo que sé con la comunidad. El trabajo es un lugar donde se desarrolla lo más importante, que es son los lugares interiores donde van apareciendo cosas, frustraciones, resistencias, rechazos y donde uno va permitiendo trabajar. Para mí el trabajo no es un fin en sí mismo, pero es un medio súper importante para esa realización. Siempre el fin son las personas y no hay nada que esté por encima de eso, ni la causa más noble puede hacer de la persona un producto, un producto hacia otro fin. Ni siquiera el trabajo.
APU: Hay un debate con respecto al mérito. Durante un tiempo se asoció la idea de meritocracia a algo de derecha y que tiene que ver con el concepto de que, si uno nace en un lugar, con ciertas condiciones materiales de existencia, no va a poder cambiar mucho su destino de vida, que lógicamente es real. Pero también es la entrega de la idea del mérito. ¿Cómo lo ves vos?
FG: Si es como una misma pregunta, en definitiva. Para mí el mérito es importante. Siempre y cuando haya ciertas condiciones. El mérito aislado no. La realidad es que no, yo no le puedo pedir a un niño que se muere de hambre en Uganda o donde sea que tenga la misma capacidad de desarrollo que cualquiera, porque biológicamente no tiene la misma capacidad de desarrollo, y de un ejemplo extremo como ese, a cualquier otro ejemplo, la exigencia no puede ser la misma. Ahora bien, generando ciertas condiciones de desarrollo material de las personas y de superación de procesos internos. La dimensión del esfuerzo es importante, la dimensión del mérito es importante. La capacidad de asumir ciertas responsabilidades tiene que ser importante y tiene que jugar. Porque el esfuerzo y lo que nos robó el capitalismo si querés, como para contestarte de otra manera, es ese ver la terminación del producto, para ser marxista y esquemático. Yo no estoy en toda la línea de producción, por ende, no tengo esa satisfacción. Entonces, cuando alguien se esfuerza y está en todo el proceso, por qué no tiene que haber una compensación o una remuneración o una felicitación particular. El esfuerzo sí es importante porque claramente existe y desdibujar la dimensión del mérito y el esfuerzo es desdibujar la realidad misma porque existe. Hay personas que se esfuerzan más y personas que se esfuerzan menos, y eso tiene que estar. Pero a la vez, nosotros somos contemplativos de todas las personas, porque las personas no son relevantes para nosotros por lo que hacen, sino por lo que son. Y en eso somos esencialistas como los derechos humanos son esencialistas. Las personas son dignas de derecho, de amor, de cariño, más allá de lo que hagan. Y en eso se cuela cierta formación religiosa donde nosotros queremos más allá de lo de si nos quieren o no, tenemos una dimensión de la hermandad amplia.
APU: Y en la práctica, particularmente desde un oficio, desde construir un mueble, por ejemplo, en la sección de carpintería. ¿Cómo has visto que eso repercute, el lograr un objetivo como puede ser la finalización de una biblioteca o una casa, en la persona?
FG: Tremendo, tremendo. Mirá, me cuesta no ser conceptual y abstracto, pero me acuerdo que una vez nos llamó una vecina y fui con el que hoy es nuestro carpintero, que vino de una situación muy de mierda y me dice "Ah mira, yo me acuerdo de él”. Y me dice “mira, esto” y me muestra un revistero, que yo ni me di cuenta de que era un revistero, era un mueble muy mal hecho. Y verlo hoy y él verse en la posibilidad de hacer cocinas enteras, muebles a medida, trabajos con madera, manejo de herramientas complicadas, caras y grandes. Ese lugar de crecimiento no solo para él, sino para toda su familia, hoy la verdad es que es hiper mágico. Porque ahí está esa realización que por ahí se expropia el capitalista o lo que sea. Porque ves ese producto terminado, ves esa obra de tus manos, ves que si tenés ciertas condiciones, tenés cariño, tenés contención, cosas elementales para el ser humanos. Y tenés esfuerzo y confianza en la dirección a la que vamos (no va, vamos), me parece que ahí hay un sentido de pertenencia, un sentido de comunidad que es mucho más fuerte que las simples cosas y que te paguen nada más. ¿Me entendés? Porque él viene desarrollando con grandes altos y bajos, un proceso. Que no me interesa que tenga un lugar de llegada, sino que lo que me interesa es que tenga esas realizaciones. Y amar la trama y no tanto el desenlace, como dice Drexler. Amar la trama es importante. Amar las desdichas de la trama, llorar las lágrimas con felicidad, porque se lloran en un espacio de pertenencia, en un espacio de solidaridad y de gran ternura. Porque, en definitiva, nosotros militamos una transformación social pequeña, chiquita, barrial. Pero nuestra motivación es la ternura y son las personas y la felicidad de las personas. Y el abrazo y besarnos y abrazarnos. Tiene que ser central. Tanto las lágrimas como la tristeza es eso y el esfuerzo da eso. El esfuerzo es otra excusa para felicitarnos y congratularnos.
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