AGENCIA PACO URONDO dialogó con Cecilia Mayorga, productora de Mendoza. En el país, hay 250 mil agricultores familiares.
Por Enrique de la Calle | Producción: Natalia Manini
AGENCIA PACO URONDO dialogó con Celia Mayorga, agricultora del Movimiento Nacional Campesino Indígena - Somos tierra, de la provincia de Mendoza. ¿Cuáles son los aportes de la agricultura familiar?
APU: Usted es parte de la agricultura familiar. ¿En qué se diferencia ese tipo de producción de la comercial?
CM: La agricultura familiar tiene un enfoque de producción sana, que busca darle de comer al pueblo, con productos generados por el propio pueblo. El otro sistema sería todo lo contrario y está especialmente abocado al agronegocio, tener una cantidad grande de tierras para un uso comercial donde se quiere una tierras “limpias” sin campesinos, donde han ocurrido un montón de situaciones de desalojos para poder lograr ese objetivo. Y es una mirada más a la exportación, tanto de los productos como de las semillas. El agricultor familiar, por ejemplo, no usa semillas modificadas genéticamente, las multiplica y las mejora naturalmente.
APU: ¿Cuántos agricultores familiares hay en Argentina?
CM: Se estima que hay alrededor de 250 mil familias de agricultores familiares en Argentina sin tener en cuenta la producción en las ciudades.
APU: ¿Usted proponen esquemas de mercado más locales, donde productores y consumidores articulen directamente?
CM: Muchos productos se encarecen a través de las cantidades de manos de los intermediados, que van cambiándole el precio, hasta que termina llegando al consumidor. Hay productos que viajan miles de kilómetros y esto hace que suba el precio, inclusive llegando a un 1000% de lo que sale en la chacra. La alternativa que tiene la agricultura familiar es poder tener los mercados más locales, que sea una venta lo más directa posible, a través de campesinos, organizaciones como la UTT (Unión de los Trabajadores de la Tierra). Se busca evitar a los intermediarios. Esto hace que el producto pueda valer menos.
También se considera agricultura familiar a los pueblos originarios, a sus prácticas. También el trabajo en el bosque con el tema de la miel, los pescadores artesanales, campesinos, chacareros y pequeños crianceros, que tienen pequeñas cantidades de cabeza de ganado o cabras u ovejas.
APU: Ustedes participan de una mesa agroalimentaria donde se debate sobre soberanía alimentaria en el país. ¿Qué proponen?
CM: Una de las propuestas es poder trabajar con las cooperativas de productores y poder agregarle valor dentro de lo regional. El tema de hacer mermeladas, dulce, queso, miel, etc. Poder comercializarlo dentro del pueblo para que también al consumidor le llegue un producto de la zona y a muy buen precio.
También proponemos una transición hacia la agroecología para poder sacarnos de encima el uso masivo de agroquímicos y poder volver a recuperar el arte de recuperar semillas, poder hacer la agricultura sana como se hacía antes. Que no es retroceso, ¿si antes se hacía porque no se hace hoy? Poder llevar un producto sano a la mesa y que sea valorado en ese sentido.
APU: ¿Cuáles son sus críticas al "agronegocios"?
CM: Fundamentalmente la concentración de la tierra. Además, en la agroindustria, el mercado está en manos de corporaciones que imponen su tecnología y condicionan a la agricultura familiar. La concentración desde el poder monopólico hacen que los precios de las semillas suban. Además, condicionan las políticas estatales, por ejemplo, las políticas de asistencia alimentarias, como la asignación o la tarjeta alimentaria, que siempre están beneficiando al que más tiene, porque terminan comprando en los grandes negocios que son los que están habilitados para recibir esas tarjetas. Siempre se terminan favoreciendo a esos tipos de mercados.
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