La historia oficial y las obras historiográficas alternativas no alcanzan para completar el cuadro de lo sucedido hace 100 años. ¿Huelguistas, militantes, madres, esposas? Múltiples capas de silencio ocultan el rol y el destino de las mujeres durante la masacre de peones en Santa Cruz. Por Adrián Moyano / En estos días.
¿No hubo mujeres en la Patagonia Rebelde? Salvo el episodio de “las putas de San Julián”, poco y nada sabemos de su participación en el proceso que, durante 2021, cumple centenario. Es verdad que los capitalistas que regentearon las estancias santacruceñas se preocuparon por evitar que sus inmensos latifundios, se poblaran de familias de forma permanente. Las condiciones de explotación -llamarlas de trabajo sería un elogio- tornaron casi imposible la presencia femenina en la estepa patagónica. Sin embargo, los fusilamientos también las afectaron, aunque no fueran ellas las que cayeran ante las balas del 10° de Caballería.
Isabel Ampuero enseña Historia Regional en la Universidad de la Patagonia Austral y reside en Río Gallegos. El recuerdo de las huelgas y los crímenes todavía impunes, la atraviesan por una doble vía y sugiere complementar las narraciones más difundidas. “Es cierto que la gran mayoría de la migración que hubo a inicios del siglo XX fue masculina, dado el modelo económico vigente y las tareas o los oficios que se ofrecían en ese momento. Fue mayoritariamente masculina porque el trabajo que se hacía en las estancias requería mano de obra temporal de varones. Sin embargo, a esto hay que matizarlo porque tenemos registros de que también vinieron mujeres”, confirmó para En Estos Días.
Estableció Ampuero que “si bien no en el trabajo de la esquila, acompañaban a sus familias y fueron ocupando otros lugares, por ejemplo, en el servicio doméstico y también, en la prostitución”, describió. “Hay registros de mujeres que llegaron a comienzos de siglo, al igual que los varones, huyendo de la pobreza y buscando una vida mejor. En el Archivo Histórico Municipal de Río Gallegos, hay registros de algunas de esas mujeres, que decían tener como oficio ser empleadas domésticas y venir del sur de Chile. Entonces, obviamente hubo mujeres que acompañaron el proceso y estaban aquí”, subrayó.
A pesar de la opacidad, hay huellas que seguir. “Si uno repasa la prensa obrera, que era la de más avanzada en esos momentos, hay referencias a pensar la situación de la mujer. Es una reflexión que está presente y entonces, es que había mujeres”, razonó la historiadora. “En esta región patagónica austral, el centro más importante era Punta Arenas porque desde ahí circulaban capitales y personas. Tenemos que pensar que la misma Gabriela Mistral dio clases allí en 1918 y 1919, en un liceo nocturno para mujeres. Entonces había una población femenina presente”, insistió.
¿Y las familias de los fusilados?
Se estima que en la represión militar cayeron entre 1.500 y 2.000 peones rurales. La pregunta provoca angustia mientras se formula: ¿qué pasó con las compañeras y las familias de los caídos? “Es angustiante porque detrás de cada obrero fusilado había una familia. Yo entrevisté a varias familias contemporáneas de Chiloé, además viví muchos años allá y te puedo decir que, en cada familia, hay una persona que se vino a la Patagonia y en algunos casos, aparece la historia de alguien que no volvió: el tío, el tío abuelo, el hermano… Está ese no saber si esa persona armó una vida nueva o realmente fue víctima durante las huelgas”, planteó Ampuero. “Por eso me parece importante que (la Patagonia Rebelde) hoy sea un tema en Chiloé, porque no lo había sido hasta el libro de don Mansilla. Es un tema a trabajar e investigar. Comparto esa angustia, totalmente… Muchas hermanas, madres e inclusive hijos, no supieron cuál fue el destino de esos hombres”. Ampuero se refería a “Los chilotes de la Patagonia Rebelde”, de Luis Mancilla Pérez, con quien En Estos Días habló en junio de 2020. Así las cosas, “los centenarios son ocasiones propicias, no sólo para conmemorar aquello que pasó y aquello que sabemos, también son oportunidades para repensar y hacernos nuevas preguntas”, resaltó la galleguense.
“Osvaldo Bayer hizo una gran obra historiográfica investigando qué pasó con los huelguistas, desde el punto de vista de un historiador bastante amante de las ideas anarquistas. Pero por supuesto que hay vacíos y aparecen nuevas preguntas, por ejemplo, respecto de una gran cantidad de esos huelguistas, que eran de origen chilote y en su mayoría, huilliches”, ejemplificó. “También podríamos subir la apuesta y preguntar: ¿y los tehuelches? Fueron obligados a abandonar sus pautas nómades y obligados a trabajar, porque muchos de ellos figuran como peones de estancias. ¿Qué pasó con ellos? Por conocer el territorio, ¿pudieron escapar o también fueron víctimas? Esas también son preguntas que quedan pendientes, al igual que lo que pasó con las mujeres de esta Patagonia Rebelde”, amplió la historiadora.
Abrir la visión
Parecería perentorio dirigir las miradas hacia otras direcciones. “Si bien soy profesora de Historia, mi perspectiva está pensada desde los derechos humanos y la pedagogía de la memoria, entonces me parece importante reflexionar desde un pasado que tiene muchas ausencias. Por un lado, tenemos las historias oficiales y por el otro, obras historiográficas como la de Bayer o las que se hicieron alrededor de las otras huelgas: el incendio y asalto a la Federación Obrera de Magallanes (FOM) y lo que pasó en Puerto Natales con los tirapiedras”, ejemplificó. La participación de las mujeres en los primeros sucesos de 1919 fue central, ya que, según la memoria oral, evitaron más muertes al interponerse entre los fusiles de los militares chilenos y los cuerpos de los huelguistas.
“Con el tiempo, vamos sumando piezas al rompecabezas del pasado y los centenarios, generan oportunidades para repensar y repensarnos”, resaltó la docente. “Yo doy clases de Historia Regional, me interesa muchísimo que esos docentes que estoy formando, que ya están en el último año de la carrera y en poco tiempo van a estar en las aulas de los secundarios, puedan discutir estas cuestiones con sus alumnos. Queremos que nuestros alumnos sean críticos con las historias oficiales y que puedan hacerse preguntas nuevas para detectar estos vacíos. ¿Qué pasó con los indígenas, qué con las mujeres? ¿Por qué no hubo líneas de investigación? ¿Se están tendiendo en algunos lados? Este centenario es una muy buena oportunidad”, insistió la profesora.
En su caso, las inquietudes no son sólo académicas o militantes. “Además de mi posicionamiento en el campo de la historia, como historiadora y docente desde la perspectiva de la pedagogía de la memoria, lo cierto es que vengo de una familia migrante y no puedo evitar pensar que podría haber sido un bisabuelo mío, porque mis dos abuelos fueron trabajadores golondrinas en la Patagonia, el paterno y el materno”, compartió. “No puedo dejar de pensar en que podría haber pasado en mi familia, en la de mis amigos, vecinos o de mi gente”, señaló.
La suya es la historia de miles de patagónicos. “Me siento parte de allá (Chiloé) y de acá (Río Gallegos), al haber nacido en el seno de una familia chilena, pero en la Argentina. A su vez, después viví allá (en el archipiélago) y eso te muestra otra perspectiva”, mencionó. “Es cierto lo que plantea don Mansilla en su libro: hay una lucha que dar con la memoria que tiene que ver con el reconocimiento, porque esos trabajadores que dejaron la vida acá, fueron parte del desarrollo de esta región y eso no está reconocido. Está la idea de los pioneros europeos que trajeron el desarrollo y algunos trabajadores, como los vascos, los británicos y demás. Pero aquel reconocimiento, falta”, cuestionó Ampuero.
En Bariloche, conocemos muy de cerca ese relato. Pero en derredor de los acontecimientos 1921, las ausencias son más tenebrosas todavía. “Hay mucha gente que no sabe si aquel pariente que falta, se quedó a hacer una nueva vida o fue víctima de los fusilamientos”, insistió Ampuero, casi como una letanía.
La participación de las mujeres en las huelgas y la resistencia a la represión quizá no fue sustantiva en número, pero las represalias de estancieros, soldados y paramilitares también hicieron mella en miles de ellas, que jamás vieron regresar a sus compañeros desde la Patagonia. La pobreza perpetuó la opresión, y el silencio todavía hoy hace su parte
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