La Marina de los Estados Unidos presentó el pasado 12 de enero el diseño del destructor de próxima generación DDG (X), el futurista buque naval dotado con misiles supersónicos y armas láser que liderará la Armada norteamericana durante un par de décadas. Pero el evento que debería haberse convertido en una de las noticias más impactantes en el ámbito militar de lo poco que llevamos de año, una incitación al confeti occidental –y al temblor chino– por lo deslumbrante de un futurista y enigmático diseño, quedó profundamente deslucido cuando múltiples analistas sembraron dudas respecto de su originalidad señalando su excesivo parecido al destructor chino Type-055. De hecho, poco después, el caso ya era un escándalo en las redes sociales.
Como suele suceder en estas ocasiones, habrá quien piense que tal semejanza señalada es obra de una maliciosa campaña china de desinformación, de una perversa sincronización de bots rusos o de ambas, pero lo cierto es que las principales dudas surgieron por el comentario de un analista del USNI –U. S. Naval Institute, foro independiente creado en 1873–, H. I. Sutton, que advirtió al desvelarse el diseño del nuevo destructor el extraño parecido de este con el diseño del crucero chino Type-055. De las propias entrañas norteamericanas.
Hate to say it, but is USN taking design leads from #Chinese Type-055 cruiser?
— H I Sutton (@CovertShores) January 12, 2022
Someone had to… https://t.co/Djpfyc6iKP
El crucero Clase Renhai Type-055 chino es una de las embarcaciones más importantes y avanzadas de la Armada china, clave para la escolta de portaviones o la formación de agrupaciones junto a fragatas u otras embarcaciones. En la actualidad, hay un total de ocho destructores Type-055 en servicio y, según fuentes de inteligencia, habría hasta dos más en construcción. Toda una demostración de poder si tenemos en cuenta que el primer Type-055, el que parecen haber copiado los norteamericanos, fue botado hace solo cinco años, en el año 2017. Por tanto, mientras Estados Unidos acaba de lanzar su diseño copy-paste, China ya tiene casi diez cruceros recorriendo sus aguas.
Para contextualizar la importancia de este adelanto o retraso, según el prisma desde el que se observe, hay que señalar que el crucero es un elemento clave en la relación geopolítica chino-norteamericana, pues, a diferencia de la relación ruso-norteamericana, tanto actual como durante la Guerra Fría, principalmente terrestre, las aguas oceánicas serán esenciales en la delimitación de la nueva superpotencia mundial. El Mar de la China Occidental será la Europa de esta nueva carrera armamentista para Estados Unidos. Y de momento, los cruceros chinos dotan de una ventaja superior a su país.
Quizás la clave de este retraso sea más sencilla de lo que en muchas ocasiones se pudiera imaginar y tan solo se trate de una cuestión de evolución histórica. Los imperios nacen, crecen, maduran, envejecen y… perecen. Y Estados Unidos no es una excepción. De hecho, desde hace tiempo pareciera que estuviéramos en esa fase de senectud en la que lo que antes era sencillo de súbito se complica, lo que se evidencia en la lentitud y la reiteración de fracasos donde antes solo se alcanzaba el asombro. El fracaso de la clase Zumwalt no solo es un ejemplo de ello, sino que también debemos considerarlo como una de las claves de la ausencia de novedades norteamericanas exhibidas en el destructor DDG (X).
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Lo que debería haber sido el arma naval definitiva de Estados Unidos para consolidar su liderazgo naval se convirtió, tras varios miles de millones de dólares, en uno de los mayores fiascos de la historia naval norteamericana.
El destructor clase Zumwalt es un buque de diseño futurista que acaba de ser botado tras años de retrasos y sobrecostes y, ante todo, fiascos. Pero ha sido fletado por no arrojarlo a la basura, pues en 2016 fue puesto en servicio sin el sistema de combate en funcionamiento y, ya entonces, se redujeron las unidades a fabricar de casi una treintena a tres. Lo que debería haber sido el arma naval definitiva de Estados Unidos para consolidar su liderazgo naval se convirtió, tras varios miles de millones de dólares, en uno de los mayores fiascos de la historia naval norteamericana. Una extravagancia que navegará por los océanos sin saberse muy bien por qué.
Porque si realmente es el destructor avanzado y sigiloso que se esperaba y los norteamericanos solo pueden fabricar tres de las veintiocho unidades que tenían previstas, el Imperio USA hace aguas; pero si no es por asomo lo que se esperaba de él, hasta el punto de ser responsable en gran medida del retraso actual de Estados Unidos con respecto a China, a la que parece querer copiar con desesperación, entonces el Imperio USA navega a la deriva. Es difícil saber qué es peor. O mejor.
No es tanto que Estados Unidos se esté convirtiendo en los últimos años en un caballo perdedor, como parece ocurrir en esta ocasión, como la marcada incapacidad de voltear una realidad cada día más cruel con sus propios intereses. Una realidad configurada de noticias que demuestran que los norteamericanos a duras penas pueden seguir el ritmo de sus competidores geopolíticos en diferentes aspectos de la carrera tecnológica, tanto en el ámbito civil como en el militar. Tanto es así que China ya no copia a Estados Unidos, sino que ahora son los norteamericanos los que imitan los avances y los diseños chinos.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Cada día es más evidente para muchos que China será la siguiente gran potencia, no ya porque Estados Unidos pareciera haberse acostumbrado a llegar más tarde que los chinos, sino porque ya hasta los copian.
Por ello, la cada vez más pujante superioridad tecnológica china ha quedado demostrada en múltiples ocasiones en los últimos años, desde la tecnología 5G al misil hipersónico, un arma que podría ser imparable. Hasta tal punto que hay expertos que aseveran que si bien hace veinte años China llevaba dos décadas de retraso con respecto a Estados Unidos en muchos aspectos militares, ahora son estos los que llevan ese mismo retraso con respecto a China, al menos en lo que armas supersónicas se refiere. Y el retraso no parece encontrarse solo respecto a China, pues
el sistema de misiles de crucero hipersónico Avangard
, capaz de volar a más de 20.000 kilómetros por hora y sortear cualquier sistema de defensa conocido,
también situó a los rusos unos pasos por delante de Estados Unidos
. Por otra parte, pero también en el mismo sentido, la carrera espacial pareciera igualmente estar tornándose del lado chino después del lanzamiento de un planeador hipersónico con cabeza nuclear en los últimos meses. Un primer paso que tiene como objetivo llegar a Marte en solo 39 días gracias a una flota de naves espaciales de propulsión nuclear que serían reutilizables. Una tecnología que proporciona, claramente, un nuevo punto ganador a China, como ocurrió con los motores de iones, los cuales concedieron a China una ventaja competitiva significativa con respecto a Estados Unidos.
Todo ello ha provocado que múltiples voces alerten de la ventaja de China y Rusia en muchos sectores. Un ejemplo de ello lo encontramos en James Dickinson, comandante del Comando Espacial de Estados Unidos, que mostró su preocupación hace un año ante el poderío de China y Rusia, ya que ambas "integran activamente tecnologías espaciales y contraespaciales avanzadas en estrategias de guerra multidominio para desafiar la superioridad regional de Estados Unidos". Otro ejemplo lo encontramos en el ámbito civil, como es el caso de Bhavya Lal, consejero para la financiación y el presupuesto de la NASA, que señaló claramente a China por estar invirtiendo agresivamente en numerosas tecnologías espaciales, como la energía o propulsión nuclear.
En definitiva, cada día es más evidente para muchos que China será la siguiente gran potencia, no ya porque Estados Unidos pareciera haberse acostumbrado a llegar más tarde que los chinos, sino porque ya hasta los copian, como en el caso del diseño del último destructor norteamericano DDG (X). Una señal inequívoca de incapacidad que podría determinar el signo de la confrontación que configurará el nuevo orden internacional.
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