Durante miles de años, los acusados fueron sometidos a presión o aplastamiento hasta la muerte, el caso más famoso ocurrió durante los juicios de brujas de Salem de 1692.
Si eras condenado a morir aplastado o presionado hasta la muerte, el final que te esperaba era insoportable. Mientras permanecías atado, tendrías un fuerte peso colocado sobre tu cuerpo, que aumentaría poco a poco, hasta que el peso literalmente te dejase aplastado.
Una de los primeras muestras de este brutal método de ejecución se habría dado hace más de 4000 años en el sudeste asiático, en el que un elefante bien entrenado aplastaría a un prisionero desobediente. Con muy buena suerte, el elefante te aplastaría como a un insecto. Sin ella, la ejecución era lenta y dolorosa.
Pero indistintamente si el peso lo aplicaba una persona o un paquidermo, el espantoso resultado seguía siendo el mismo.
Si bien hubo evidencia anecdótica de personas que fueron presionadas hasta la muerte en países como Persia (actualmente Irak), Cartago (actualmente Túnez) y la antigua Roma, prácticamente todos los países del mundo ejercían el aplastamiento o la muerte por presión de una forma u otra.
En el sudeste asiático, especialmente en toda la India, a los elefantes se les entrenaba para practicar el aplastamiento. El último uso registrado de la práctica fue en 1914. Los cartagineses y los antiguos romanos también usaron la práctica, y estos últimos manifestaron que los elefantes eran preferidos a los leones y osos porque eran más «inteligentes» y fáciles de entrenar.
Los elefantes se utilizaban en este caso para aplastar, desmembrar o torturar a los cautivos en ejecuciones públicas.
Pero en Gran Bretaña, la práctica fue utilizada como tortura. Mientras que sus contrapartes del sudeste asiático y cartagineses usarían la práctica para un criminal convicto, Inglaterra prefirió imponer la sentencia a los acusados que se negaran a declararse culpables. La corte tenía la esperanza de que con suficiente presión, eventualmente, se declararían culpables.
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