La ciencia ficción ha intentado recrear en muchas ocasiones la movilidad del futuro. Algunas películas como Regreso al futuro II ya presentaban coches voladores en 2015. Siete años más tarde, en 2022, lo más parecido son los drones con pasajeros, con dificultades legales para que puedan ser una realidad.
Sin embargo, otras como Blade Runner que, rodada en 1982, imaginaba la movilidad de 2019, se acercan bastante más a la realidad actual: ciudades abarrotadas de personas, carreteras muchas veces colapsadas en las que se mezclan peatones, automóviles de distintos tamaños, máquinas e incluso algunos ciclistas.
Eso sí, los únicos vehículos voladores representados por Ridley Scott fueron los spinner, coches de policía con un alto nivel tecnológico, pantallas, y sistemas de conexión y comunicación, que les permitían llegar con facilidad a su destino, así como comunicarse con otros vehículos.
Escena de Blade runner: coche volador en una calle llena de luces.
El parecido con la realidad actual en Blade Runner, desgraciadamente, es bastante razonable. Y el futuro de esta manera, insostenible.
Por ello, los avances en este campo nos conducen hacia un cambio de paradigma: el futuro de la movilidad será eléctrica, conectada, cooperativa y autónoma o no será.
Los expertos ya visualizan un futuro cercano donde vehículos conducidos por personas convivan con estos vehículos autónomos. Es inevitable pensar en ellos al hablar de futuro y la automatización es una de las apuestas clave de los fabricantes.
Sin embargo, esta realidad de tráfico mixto aumenta significativamente la complejidad de nuestras carreteras. Obliga a la movilidad a ser cooperativa, de manera que se comparta información de interés entre los diferentes vehículos: maniobras a realizar (adelantamientos, cambios de dirección, etc.), aproximación de vehículos de emergencias, percepción del entorno, etc.
La cooperatividad exige a su vez que esta movilidad sea también conectada. Debe haber varios flujos de comunicaciones de los vehículos con la infraestructura, con otros vehículos, con los peatones y con cualquier otro elemento del entorno.
Por tanto, cooperatividad y conectividad son imperativas para abrir el camino a la movilidad autónoma.
Este cambio transformador de la movilidad tendrá un enorme impacto en todas las situaciones de la carretera, el tráfico y la conducción.
Se espera que el desarrollo de la movilidad conectada, cooperativa y autónoma (CCAM, por sus siglas en inglés) beneficie a toda la sociedad en algunos puntos clave como:
Estos tres aspectos son de vital importancia para lograr algunos de los grandes retos planteados por la Unión Europea (UE) en términos de seguridad y sostenibilidad. Aunque la UE ha realizado enormes progresos en la mejora de la seguridad vial y ha reducido a la mitad el número de víctimas mortales en las carreteras europeas desde el año 2000, los avances se han estancado y todavía mueren 25 000 personas en la carretera cada año y más de 135 000 resultan gravemente heridas. El Marco Político de Seguridad Vial 2021-2030 de la UE pretende reducir las muertes y lesiones graves en carretera en un 50 % para 2030 y hacerlas desaparecer para 2050 (visión cero).
Además, en la actualidad, las emisiones de los distintos medios de transporte por carretera han aumentado en los últimos años y representan alrededor del 25 % del total de las emisiones de gases de efecto invernadero de la UE. El Pacto Verde Europeo estableció el objetivo de ser neutral desde el punto de vista climático en 2050 y lograr una reducción del 90 % de estas emisiones invernadero relacionadas con el transporte en 2050.
Por último, y no menos importante, este nuevo paradigma pretende también conseguir un escenario más inclusivo donde se garantice el acceso a la movilidad y mercancías para todas las personas, independientemente de su ubicación geográfica, experiencia digital y características individuales como la edad, el nivel de ingresos, la capacidad funcional o el sexo.
Para alcanzar esta realidad los y las investigadoras de este campo estamos trabajando para resolver algunos de los mayores retos tecnológicos que existen a día de hoy en la conducción conectada, cooperativa y autónoma.
La detección fiable del entorno del vehículo mediante diferentes sensores, las soluciones de localización para que el coche autónomo sepa exactamente dónde está, el desarrollo de estrategias de conducción segura frente a situaciones inesperadas, la seguridad de los datos, la validación y la verificación de los sistemas.
Sin embargo, nada de esto podrá funcionar sin la colaboración estrecha del sector público y privado. Es urgente fijar políticas reguladoras para que todas estas tecnologías puedan ver la luz y reestablecer el caos antes de que la realidad supere a la ficción.
Olatz Iparraguirre, Investigadora del Grupo de Transporte y Movilidad Sostenible de Ceit-BRTA, Centro de Estudios e Investigaciones Técnicas de Gipuzkoa – CEIT y Alfonso Brazalez, Profesor colaborador de la Escuela de Ingeniería, Universidad de Navarra
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.
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