Como sucedió en 2017, Emmanuel Macron (27,8 por ciento) y Marine Le Pen (23,1) disputarán la segunda vuelta. Para captar los votos de izquierda de Jean-Luc Mélenchon (22) ambos ensayan piruetas retóricas propias de Tartufo, el gran farsante de la obra de Molière.
Distintas expresiones del neoliberalismo más derechizado (algunas con máscaras suavizantes, otras con alevosa ferocidad) terminaron de pulverizar los restos de las ruinas de lo que alguna vez fue el sistema político francés. El avance de la derecha que se verifica en toda Europa no encontró en Francia una excepción. Por el contrario, el siglo XXI estuvo marcado por el crecimiento de las agrupaciones de derecha y ultraderecha. En 2002, ese espectro ideológico (sumando los distintos partidos) tenía un 19 por ciento de los votos. En 2006 alcanzaba el 26 por ciento. Y hoy llega al 32 por ciento.
Al neoliberalismo le aparecen competidores por derecha. Incluso las agrupaciones de ultraderecha ven crecer, a su derecha, propuestas cada vez más brutales, violentas, xenófobas y enemigas de los más básicos derechos de la población. Acaso este fenómeno tenga que ver con una característica muy propia del capitalismo en todas sus formas: es un universo en permanente expansión que se va adaptando a las distintas circunstancias, a la vez que da forma a esas circunstancias, gracias al enorme poder que acumuló, y que le permite ejercer todas las formas de violencia existentes (simbólica, física, económica, psicológica, entre otras). Y no sólo con impunidad y éxitos en las urnas, sino también con el beneplácito, la participación activa y hasta los aplausos de sus propias víctimas.
En las elecciones del domingo 10 de abril se presentaron 12 candidatos, ocho hombres y cuatro mujeres. Como ninguno de los que obtuvieron más votos alcanzó la mayoría absoluta, el domingo 24 de abril tendrá lugar la segunda vuelta.
Francia tiene una población de 68.014.000 habitantes. Se inscribieron para emitir su voto 48.803.175, y concurrieron a las urnas 35.923.779. Los votos válidos alcanzaron 35.143.118; los votos en blanco 543.638, y los nulos 237.023. Quien gane la segunda vuelta asumirá el cargo el 13 de mayo, y ejercerá la primera magistratura hasta 2027.
Al igual que en 2017, la segunda vuelta de las elecciones presidenciales se disputará entre dos expresiones de la derecha neoliberal: el clásico Macron versus Le Pen. El actual presidente Emmanuel Macron (La República en Marcha) obtuvo el 27,8 por ciento (9.785.578 votos). Marine Le Pen (Agrupación Nacional) sumó el 23,1 por ciento de los votos (8.136.369).
Tartufo o el impostor (Le Tartuffe ou lImposteur) es una comedia en cinco actos escrita por Molière y estrenada en París en 1669. La palabra “tartuffe” remite a un hongo escondido bajo tierra. En la obra, el personaje Tartufo es un falsario, rastrero, mentiroso y estafador.
A la hora de captar votos para la segunda vuelta, el fantasma de Tartufo, devenido asesor, recorre los discursos de Macron y Le Pen, que encaran la difícil tarea de sumar votos por izquierda sin perder los que ya cosecharon por derecha y extrema derecha. Un juego de máscaras, mentiras, ambigüedades y falsas promesas que irá aumentando con vistas a la segunda vuelta.
El diario de izquierda francés Libération hace referencia a estas extravagantes piruetas retóricas en la nota titulada “Macron: antes de la segunda vuelta, un acercamiento un tanto incómodo” (“Macron: avant le second tour, une approche un peu gauche”). Allí se destaca que pese a que ganó la elección, llegó sin reservas y que ahora intenta sumar a los votantes de Jean-Luc Mélenchon y Yannick Jadot sin modificar demasiado su programa.
“La mayor parte del registro de Emmanuel Macron en los libros de texto de historia se escribirá en doce días. ¿Seguirá siendo conocido por su incapacidad para frenar el ascenso de la extrema derecha en Francia o como primer presidente de la Quinta República en lograr la hazaña de la reelección por sufragio universal fuera del periodo de convivencia? Ante este doble abandono personal y democrático, «momento decisivo para el futuro de la nación», como no dudó en dramatizar durante su discurso de la noche del domingo, el Jefe de Estado sabe que no puede contentarse con referencias «al humanismo, al espíritu de la Ilustración, al soplo de 1789» para acercar a las personas”, señala Libération.
También en Libération, con el título “Segunda vuelta de la elección presidencial: AN corteja a una franja insumisa” (“Second tour de la présidentielle: le RN courtise une frange insoumise”) se describen los retorcimientos retóricos de la ultraderechista: “El domingo por la noche, nada más caer los resultados de la primera vuelta, Marine Le Pen empezó a dar una serenata a los votantes de Jean-Luc Mélenchon, que quedó tercero en la papeleta, con el 22 por ciento de los votos. «De tu voto depende el lugar que, en nuestra sociedad, queremos darles a las personas que se enfrentan al poder del dinero. Pienso, por ejemplo, en la importancia que damos a la solidaridad con los más vulnerables, la posibilidad de disfrutar de derechos garantizados o incluso de acceder a la jubilación con buena salud», dijo”, señaló el diario francés.
La participación electoral fue del 73,3 por ciento, la más baja registrada en los últimos veinte años. Es un síntoma más del avance de la antipolítica y la enorme brecha entre la calle (donde se produjeron enormes movilizaciones contra las políticas de ajuste del actual presidente) y el resultado de las urnas. En Francia el voto no es obligatorio, sino voluntario (también conocido como facultativo).
En 2015 se reavivó la polémica sobre el voto obligatorio. El por entonces mandatario François Hollande (Partido Socialista), encargó a los presidentes de la Asamblea Nacional y del Senado elaborar una batería de propuestas para mejorar la adhesión de la ciudadanía a los valores republicanos. La idea apuntaba a que el voto sea obligatorio en todas las elecciones, con el objetivo de combatir la alta abstención observada en cada cita con las urnas.
Le Pen cuenta con una cantidad de votos importante. Y además tiene la posibilidad de negociar la adhesión de un amplio espectro de candidatas y candidatos de derecha. Por ejemplo los votos cautivos de Éric Zemmour. Y según los sondeos y los cálculos matemáticos, habría hasta un 40 por ciento del electorado conservador que se podría volcar por Le Pen.
Macron cosechó una buena cantidad de votos del Partido Socialista (hoy en extinción, con el 1,8 por ciento). Pero más allá de esos votos (que ya captó), no tiene nuevas reservas para encarar la segunda vuelta.
“Macron destrozó a la social democracia y a la derecha gaullista y ya no tiene, en esos dos sectores, quién le proporcione un respaldo seguro. Por absurdo que parezca, su salvación está en los votos de Francia Insumisa. Si gana, no podrá ser esta vez por el 66,10 por ciento como en 2017. Los sondeos anticipan, por ahora, una diferencia que oscila entre los 2 y los 4 puntos a su favor”, escribió el corresponsal en París de Página 12, Eduardo Febbro, en la nota titulada “Francia al balotaje entre Macron y Le Pen”.
El actual presidente francés recibió el apodo de “el candidato de teflón”, porque el resultado de las elecciones, así como el nivel de aceptación que mantuvo durante su gobierno, no se reflejó en las urnas con un voto castigo. En este sentido, explica Febbro, “pese a cinco años de una presidencia trastornada por el movimiento de los chalecos amarillos, por la reforma de la jubilación, la pandemia y la guerra en Ucrania, Macron obtiene cuatro puntos más que en 2017. Su popularidad ha sido de una constancia inalterable y esta vez ni siquiera necesitó hacer una campaña intensa para revalidar su legitimidad. El mandato no lo desgastó. Su caudal es incluso superior al de 2017”.
Por su parte, Serge Halimi enumeró algunas de las medidas neoliberales aplicadas por el actual presidente en su nota publicada en Le Monde Diplomatique de abril de 2022, antes de las elecciones, titulada “Una elección golpeada”: “El mandato de Macron –que comenzó con la supresión del impuesto solidario sobre la fortuna (ISF), una baja en el impuesto a las ganancias de las empresas y una «reforma» del Código de Trabajo a favor de la patronal, y estuvo marcado por la revuelta de los chalecos amarillos, que fue reprimida con una violencia extrema– concluyó con la presentación de su programa en caso de reelección. Las dos medidas clave –la postergación de la edad de retiro por jubilación de 62 a 65 años y la obligación impuesta a los beneficiarios del ingreso de solidaridad activa (ISA) de trabajar más que quince horas por semana– señalan un nuevo golpe de timón hacia la derecha”.
“Le Pen y el presidente jugaron por cinco años al jueguito de «atrápame si puedes» y ganaron los dos. Se atraparon para un nuevo duelo. No hay, en ello, ninguna novedad. Desde 2017, Macron y Le Pen lideraron todos los sondeos y los resultados de este domingo (10 de abril de 2022) son los que fueron saliendo año tras año”, agrega Febbro en su nota de Página 12.
El trabajo de maquillaje y aparente transformación en el que se embarcó Le Pen para semejar una abuelita amorosa debería formar parte de la historia de la cosmetología francesa. La candidata intenta de esta manera ocultar y tergiversar un programa que incluye ajustes brutales, avances sobre los derechos y políticas violatorias de la Constitución y los convenios internacionales. Apoyada en la manipulación de ciertos medios corporativos, se pasea ahora con un inverosímil disfraz de dirigente capaz de “mejorar la vida cotidiana de los franceses”, un eslogan muy efectivo a la hora de engañar a ese sector del electorado que se manifiesta a través de la indignación y el rechazo difuso y generalizado hacia “los políticos”.
El único candidato que representó algo distinto, y que cosechó con una cantidad apreciable de sufragios, fue Jean-Luc Mélenchon (Francia Insumisa) con un 22 por ciento, que superó lo que pronosticaron la mayoría de las encuestas. Ese porcentaje representa 7.714.949 votos.
El cuarto lugar lo ocupó una de las expresiones de esa derecha gritona, brutal y violenta que viene creciendo en distintas partes del mundo. Zemmour (Reconquista) obtuvo el 7,1 por ciento de los votos (2.485.935 sufragios). Representa la derecha sin culpas ni mascaritas. Panelista de televisión y columnista del diario conservador Le Figaro, su currículum se parece mucho a un prontuario. En forma reiterada, ha emitido opiniones contra a la inmigración y el islam en Francia. Apoya sin ambages la teoría conspiracionista denominada “el gran reemplazo”, que indica que la población nativa de Francia será reemplazada por personas de Medio Oriente, África y Asia. Fue sancionado por incitación a la discriminación racial en 2011 y por incitación al odio contra los musulmanes en 2018. Resultó absuelto seis veces de cargos similares, en 2008, 2014 (en dos oportunidades), 2016, 2017 y 2019. Las condenas de 2015 y 2020 fueron anuladas en apelación.
En el quinto lugar también aparece una candidata de derecha: Valérie Pécresse (Los Republicanos) sumó 4,8 por ciento (1.679.470 votos). Se autodefine como una neoliberal fervorosa: “Dos tercios Merkel, un tercio Thatcher”. Prometió recortar el gasto público y los impuestos a través de cuatro grandes reformas: la eliminación de 150 mil puestos de trabajo en la administración pública, el paso a la jubilación a los 65 años, la reducción de las prestaciones por desempleo y la desvinculación del Estado de las empresas competitivas en las que es accionista minoritario. Se opone al proyecto de ley sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. Aboga por un enfoque más restrictivo de la cuestión de la inmigración, a la que considera un “gran desafío para la sociedad”. Y apoya la introducción de topes máximos anuales de inmigración y condiciones más estrictas para la expedición de un permiso de residencia, como disponer de recursos suficientes, el dominio de la lengua francesa y el respeto del laicismo y los valores de la República. Prometió además terminar con los regímenes de asistencia social a las personas que lleven menos de cinco años viviendo en Francia.
El ecologista Yannick Jadot (Los Verdes) obtuvo el 4,6 por ciento. El ruralista Jean Lassalle (¡Resistimos!), 3,1 por ciento. El candidato Fabien Roussel (Partido Comunista Francés) 2,3 por ciento. Otro candidato de extrema derecha, Nicolas Dupont-Aignan, (Francia de pie) obtuvo 2,1 por ciento. Y la alcaldesa de París, Anne Hidalgo (Partido Socialista) 1,8 por ciento.
La debacle del Partido Socialista acaso nos permita reflexionar sobre el derrumbe de la socialdemocracia europea y su viraje a posiciones conservadoras y neoliberales. Esta agrupación gobernó Francia en cuatro oportunidades: François Mitterrand (1981- 1995) catorce años en tres períodos, el que más gobernó en la historia. Y François Hollande 2012-2017 (un período de cinco años).
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