Todos en el actual escenario político nacional advierten la fragilidad en que ha quedado el gobierno del presidente Javier Milei luego del rotundo revés sufrido en la Cámara de Diputados, donde naufragó su proyecto de Ley Ómnibus. Sus aliados, los primeros, pero la reaparición en la escena política de Cristina Fernández de Kirchner suma un alerta sobre la cuestión neurálgica que casi todos eluden: el problema estructural de la economía es político, y la política sin historia es pura sanata.
Hay quienes ya dan por concluido el experimento libertario, otros consideran que tiene sobrevida si se lo apuntala. El diagnóstico más osado supone que en su fuga hacia adelante Milei sólo acelerará su caída y que para entonces el estallido dejará una oportunidad de negocios. Ésa es la tesis que acuña Mauricio Macri, que sigue de cerca el tenue incremento de las reservas en el Banco Central, un botín que sabe deberá disputarle al actual ministro de Economía, Luis Caputo, quien es el armador de esa “caja”.
Mientras todo eso ocurre en los campamentos “amigos” del ex anarcolibertario, el peronismo realmente existente –gobernadores, CGT, bloques en el Congreso y dirigencia “visible”– cree necesario hacer tiempo. Todos ellos saben el tenor dramático de la situación que heredará quien sea que le toque suceder a un gobierno que desarmó todo sin otro norte que beneficiar al capital más concentrado.
Y si todo eso fuera poco, CFK irrumpió en el escenario político ocupando, como siempre ocurre cuando se pronuncia, el centro del mismo, en esta ocasión con un aporte al debate y la acción: un documento en el que no sólo ensaya una crítica coyuntural a las políticas del gobierno de Javier Milei, sino que desgrana las causales de la recurrente crisis económica argentina, promueve un análisis respecto del desastre social que ya está generando el brutal ajuste en proceso y sugiere alternativas al mismo.
Las repercusiones de esa reaparición no tardaron en llegar. Según publicó el jueves La Nación, “Javier Milei anticipó que eliminará los fideicomisos por decreto, que excluirá a los «traidores» y le respondió a Cristina”. El diario fundado por Bartolomé Mitre reprodujo respuestas del jefe de Estado que detesta a los operadores Luis Majul, Pablo Rossi y Esteban Trebuck, del canal LN+.
Algunas de esas frases confirman el desapego del Presidente por la política:
Está claro que a Milei le fascina lo micro. Con la excepción de la microeconomía, aquella que afecta a millones de personas que sufren el embate de sus políticas.
El de Milei es un no gobierno. Y no se trata de la consecuencia del sueño anarcolibertario de aniquilar el Estado sino de una absoluta impericia, improvisación, o la conjunción de ambas carencias, respecto de la mínima funcionalidad de la burocracia.
En esta columna ya se ha referido el asombroso desconocimiento de lo que se llama “la botonera”, el mecanismo de funcionamiento del Estado. Los ejemplos sobran, sobre todo en lo que tiene que ver con los nombramientos formales de funcionarios para que las diferentes áreas funcionen.
Más allá de las discusiones que ocasionó, el ex embajador en Brasil, Daniel Scioli, ya se hizo cargo de su despacho de secretario de Turismo, Ambiente y Deporte, e incluso se dirigió al Parque Nacional los Alerces para constatar personalmente los daños provocados por los incendios. Alguien le preguntó qué iba a hacer. La respuesta lo dejó atónito: aún no fue designado en el cargo. Como en una comedia de enredos, el impulsor de la movida que instaló a Scioli en el Gobierno, el ministro del Interior, Guillermo Francos, comentó en TN: “Está haciendo un trabajo espectacular, ad honorem”.
Milei había dicho que el Ministerio de Capital Humano a cargo de Sandra Pettovello iba a ser el único que mantuviera la “billetera abierta”. Sin embargo, en esa cartera sólo “tiene firma” un funcionario: el secretario de Niñez y Familia, Pablo de la Torre. El resto de los secretarios y subsecretarios figuran como asesores, para cobrar el sueldo, pero no están autorizados a firmar o tomar decisiones administrativas.
El caso más desopilante es el del aún ministro de Infraestructura Guillermo Ferraro, en teoría el primer eyectado del Gobierno por orden de Javier Milei, uno de los primeros funcionarios de la gestión en haber sido desplazado de su cargo. Según relataba hace ya 10 días la periodista del grupo Clarín Luciana Geuna, “Ferraro es formalmente el ministro todavía, su firma sigue valiendo para ejecutar decisiones y a una semana de su salida informal del Gobierno, nadie de Economía se comunicó con los funcionarios a cargo de las Secretarías que él coordinaba. En ese paquete están Desarrollo Territorial, Hábitat y Vivienda, Transporte, Comunicaciones y Conectividad”. La columnista agregó: “Presidencia sólo oficializó que Ferraro presentaría la renuncia. Nada de eso pasó aún. ¿Dónde está Ferraro? «Es ministro», responden los suyos. Hay que prestar atención al final de esa historia”. Lo cierto es que hasta el momento el final de esa historia todavía no llegó.
En ese patético vals que danza este No Gobierno, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich la semana pasada dio la voz de alerta en el canal La Nación +: “Hay muchísimos nombramientos que faltan”. Obviamente, en su disputa con Macri por colonizar el gabinete a Milei, ella está dispuesta a ocupar con su tropa los casilleros que faltan.
En Italia, en una entrevista televisiva con el periodista Nicola Porro, el mandatario descerrajó una frase en la que se autoincrimina: “Siento un profundo desprecio por el Estado. Yo creo que el Estado es una asociación criminal”. El derecho, a escala global, considera que aquel que acuerda recibir un pago de parte de una organización criminal incurre en delito. Pero si el sujeto es quien está en la cima de esa organización criminal, es quien tiene la máxima responsabilidad penal. Tal vez algunos de sus actuales “aliados” estén pensando en eso para cuando pase el cuarto de hora del anarcolibertario.
El ministro de Economía de la Nación, Luis Caputo. Foto: Télam
Se habla de “take over” porque algunos medios consideran que la colonización cultural se extiende mucho más allá del alcance de sus anteojos, pero se trata lisa y llanamente de tomar el control, en este caso del gobierno de Milei.
Se presupone que el tiempo de descuento ya comenzó y que al experimento libertario le queda poca mecha. Nadie apuesta a predecir cuánto mide esa mecha. Esa “toma de control” conlleva un presupuesto, y es que Milei en algún momento declinará hasta tal extremo de querer abdicar. No parece que eso vaya a suceder, al menos en lo inmediato. Es más probable que se lo lleve puesto el mismo tsunami que está sembrando en un mar ya embravecido, generando más hambre y más vulnerabilidad a sectores que ya vienen soportando esos flagelos.
Y hay algo que no se pondera. Detrás de todo el biri biri de un presidente desquiciado, su séquito de soplanucas y bufones y de las intrigas de palacio de Narnia, las chances que le está dejando este escenario a un nuevo plan de disolución nacional, con fragmentación territorial incluida crecen día a día. Algo que hasta no hace mucho parecía una conspiranoia más, hoy se vislumbra en proceso.
Milei nunca pasó de ser mascarón de proa del poder real. Tal vez ni él pensaba realmente que iba a llegar, pero llegó, y tuvo que lotear el gabinete y el gobierno, primero con el macrismo de Bullrich; pero apenas las corporaciones se dieron cuenta de qué estaba pasando, el mandatario electo debió pactar con ellas, y ya en el hotel Libertador, se gestaron el mega DNU y el posterior proyecto de ley esperpéntica que naufragó en Diputados.
Macri, luego del balotaje, quedó afuera por los resquemores de Milei, que a pesar de sus desequilibrios emocionales no tiene un pelo de tonto en esas cuestiones y supo advertir el peligro de tener a Mauricio respirando en su cuello a cada paso.
El ex presidente ahora espera su turno, que intuye llegará cuando Milei colapse tanto a nivel emocional como en términos económicos. Y Macri le dice a quien quiera escucharlo que el “take over” está próximo –asegura que será en marzo– y que hay que preparar los relevos.
Macri no necesita más de dos o tres meses de “gobierno propio” para arrebatarle la caja que está armando Luis Toto Caputo. Tiempo suficiente para fugar ese monto, sea cual fuere. Por lo tanto no hay que esperar racionalidad de su parte a la hora de pilotear lo que podría ser un estallido como el de 2001 o similar.
Mientras tanto, Bullrich –que ya viene viendo la jugada de Macri– le quiere dar soporte a Milei armando una coalición con LLA, pero sin su ex jefe, a quien aborrece por cómo jugó en la campaña presidencial en la que quedó tercera. Patricia aún sostiene que “si Mauricio no hubiera jugado a favor de Javier”, hoy ella sería presidenta.
El PRO tiene su interna en carne viva. El sitio Infonews tituló el jueves pasado: “Escala la tensión entre Patricia Bullrich y Mauricio Macri: «Yo represento una parte mayoritaria del PRO»”. Y transcribió una nota que le hizo la emisora La Red a la ministra de Seguridad.
Bullrich –actual presidenta del PRO– “desafió al ex presidente en medio de la discusión interna por la renovación de autoridades del espacio”, resume el portal de noticias, que añade otra frase lapidaria de la dirigente multimarca: “No tengo que pedirle permiso a nadie cuando lo que hago es totalmente coherente con lo que hicimos cuando salimos a apoyar a Milei en la segunda vuelta y cuando trabajamos para que la gente que nos había votado votara en la segunda vuelta para ganar contundentemente”.
Bullrich sostuvo que “hubo un cambio muy fuerte en el PRO”. Se refería a su victoria frente a Horacio Rodríguez Larreta en las PASO de agosto pasado y por ello lanzó: “Yo logré, cuando nadie lo pensaba, ganar… en la interna. El pensamiento que yo tenía era el dominante en el partido, y en la gente”. Y cerró: “Fueron siete millones de votos, entonces de alguna manera entiendo que tengo la capacidad de poder generar esa representación social, porque un partido no es solamente el dirigente, sino el pueblo que te vota, y creo que ese pueblo está alineado al cambio”.
Cuando le preguntaron si hay alguna posibilidad de que sea el ex presidente Macri quien la suceda al frente del PRO, Bullrich contestó: “No lo sé, no sé si va a presentarse a una lista, no voy a hablar por Macri, sé lo que leo en los diarios.
Y por último, se despegó del ex presidente –que aún sigue reposando en el sur– todo lo que pudo: “No quiero hacer una entrevista hablando de Macri, soy ministra, estoy en otras cosas, no me interesa hacer una entrevista siendo la psicóloga de Macri. Hablen con Macri”.
Mientras tanto, y frente a esta tormenta en proceso, el peronismo no tiene, como en 2001, un Eduardo Duhalde, un Néstor Kirchner, ni tan siquiera un Adolfo Rodríguez Saá que puedan encarnar una respuesta institucional y una salida a la crisis.
Por ello el panorama se presenta muy complicado, porque en este escenario ya se vislumbran a los buitres de afuera, que ya olieron sangre y están evaluando cómo pueden quedarse con los pedazos de lo que va a quedar durante o después de este experimento de Milei. Black Rock está en la pole position, pero hay al menos media docena de esos criminales esperando su oportunidad de dar un zarpazo.
CFK y un documento que busca «analizar en clave histórica, política y económica la situación» actual del país. Foto: Télam
“Tomar capitales a préstamo para reemplazar los capitales destruidos por la crisis, no es remediar la pobreza, sino agravarla; la riqueza de otro no es la riqueza del país. La deuda representa más la pobreza que la riqueza. Endeudarse no es enriquecerse, sino exponerse a empobrecerse por la facilidad con que siempre se gasta lo ajeno”.
Así, con un párrafo de Juan Bautista Alberdi, tan amado como poco leído por Milei, la ex presidenta CFK recuperó el centro de la escena política, haciendo público un documento de 33 páginas en el que critica las políticas del actual gobierno, repasa los errores del que ella fue parte en los cuatro años anteriores, desarrolla un diagnóstico respecto de la coyuntura y plantea alternativas al criminal plan de disolución social en marcha.
La ex mandataria de entrada define a “Argentina en su tercera crisis de deuda” como un “documento de trabajo”. Era de esperar que el oficialismo saliera al cruce de la reaparición de Cristina, pero como viene sucediendo desde hace tiempo, en las redes –cabe suponer que también en algunos espacios de militancia menos proclives a la catarsis pública– ciertos sectores peronistas criticaron por “inoportuna”, “innecesaria” y hasta “aburrida” la rentrée. Nada que alguien se atreviera a decirle en la cara y nada que tuviera sentido si se hubiese leído el paper.
El objeto del documento, según Cristina, es claro: “Analizar en clave histórica, económica y política el cuadro de situación que enfrenta la Argentina tras la asunción de un nuevo gobierno para el período 2023-2027, con el ánimo de encontrar otra forma de abordar las cuestiones de Estado, desde los hechos objetivos y los datos concretos que ayuden a comprender la verdadera naturaleza de nuestros problemas como país y nos alejen de las adjetivaciones personales o de las meras opiniones sin anclaje en la realidad”.
De entrada, se confronta la tesis libertaria de que “el principal problema de la economía argentina es el déficit fiscal y la principal causa de la inflación, la emisión monetaria necesaria para cubrirlo”. Para CFK, “la inflación en Argentina se dispara ante la escasez de dólares y el endeudamiento compulsivo en dicha moneda no hace más que agravar dicha escasez al profundizar la ya conocida y estructural restricción externa de nuestra economía bi-monetaria”. Nada que no se haya dicho, pero en un contexto en el que las teorías dejan de serlo para convertirse en políticas que dañan el tejido social en forma brutal.
Cristina sitúa entre 1976 y 1989 la que define como “Primera crisis de deuda”. Recuerda que el gobierno de María Estela Martínez de Perón dejó “un exiguo endeudamiento externo de 4.941 millones de dólares”, y subraya que la dictadura “entregó el gobierno con un endeudamiento externo superior a los 31.709 millones de dólares”.
Además, desarrolla el proceso de “un brutal endeudamiento externo contraído por la dictadura cívico-militar”, y señala “un cambio en el patrón de acumulación que el país había sostenido durante décadas: desmantelado el modelo industrialista basado en la sustitución de importaciones, generador de trabajo bien remunerado y su consecuente movilidad social ascendente, la dictadura imponía el modelo de carácter estrictamente financiero”.
También puntualiza que “entre 1976 y 1983 el índice de inflación acumulado fue de más de 1.700 por ciento, alcanzando el 433,7 por ciento anual en 1983, y terminando con el mito de que los altos índices de inflación son producto del «distribucionismo peronista»”. Y pone el acento en que “durante la extensa vigencia del modelo industrialista por sustitución de importaciones, la inflación nunca había superado los dos dígitos anuales”.
Luego, CFK pone de relieve que “junto a la valorización financiera y la inflación apareció el dólar como objeto de deseo y comenzó a consolidarse el bi-monetarismo en nuestro país. La cultura, a través de memorables obras cinematográficas, expresó mucho mejor que analistas políticos y económicos, este nuevo valor social”.
La ex jefa de Estado ubica entre 1989 y 2001 la “Segunda crisis de deuda”, y sopesa el escenario en que Carlos Saúl Menem asume como presidente y la herencia “del endeudamiento y la inflación que el radicalismo había recibido de la dictadura y que no pudo o no supo revertir”. Asimismo, rememora que “tan sólo un año después, en 1990, durante la gestión de Erman González, tercer ministro de economía designado por Menem, se disparaba la segunda hiperinflación alcanzando un porcentaje interanual del 1.343,9 por ciento”.
En este capítulo, Cristina repasa la designación del cuarto ministro de Economía de Menem, Domingo Cavallo, la presentación del plan de estabilización conocido como “Convertibilidad, que consistía en darle a la unidad del peso argentino paridad con la unidad dólar. O sea: un peso valía un dólar”. Y no deja de mencionar que, “previamente se había aplicado un plan de canje forzoso de plazos fijos por bonos de deuda conocido como Bonex que constituyó la primera apropiación por decisión del Estado de los ahorros que los argentinos tenían en los bancos”. Y agrega: “Se iniciaba así el fenómeno de la apropiación de los ahorros de los argentinos que se produciría ante cada crisis de deuda. Era la primera vez, pero no la última”.
Finalmente, indica que el fin de esa segunda crisis de deuda se produce entre 2001 y 2015, y sobrevuela la reestructuración de ese endeudamiento por parte del gobierno de Néstor Kirchner y el pago del total de la deuda al FMI.
Acto seguido, Cristina acomete el último eslabón de esa cadena de endeudamientos externos y sostiene que en 2016 “comienza la tercera crisis de deuda –aún en tránsito– y su necesario complemento: ruptura del Estado de Derecho”.
En ese punto, CFK carga contra el modelo de toma de deuda que llevó adelante el gobierno de Mauricio Macri: “No fue una operación de crédito como cualquiera de las que se conocieron en el país desde 1957. Al igual que todo el endeudamiento en dólares con fondos de inversión privados, este acuerdo también fue inédito. El organismo multilateral otorgó al gobierno de Macri un préstamo por 57.000 millones de dólares –el más grande de toda la historia del FMI, equivalente al 60 por ciento de su capacidad prestable– desembolsando 45.000 millones de dólares que fueron utilizados, en su mayoría, para la fuga de capitales especulativos que habían entrado en Argentina hasta ese mismo año. Más que un préstamo se trató de una monumental estafa. Ni uno solo de esos 45.000 millones de dólares quedaron en la Argentina, sin embargo no se conoce que el Poder Judicial haya procesado a ningún funcionario involucrado en esa operación. Se reafirma así el dominio del macrismo sobre este poder del Estado”.
Obviamente, Cristina llega hasta la actualidad, pero ni aún sintetizando al máximo el documento se podría publicar en el espacio que limita a todo medio gráfico. Puede decirse, sin embargo, que la ex presidenta aborda cuestiones tan diversas como la reforma laboral, la participación del capital privado en las empresas públicas, desmitifica la incidencia del déficit fiscal en los procesos inflacionarios, entre muchos otros tópicos, algunos de los cuales podrían categorizarse como extemporáneos, dadas las recientes movidas de la CGT y el Congreso, que lograron frenar en seco propuestas que incluían una reforma laboral pre peronista y una salvaje privatización de activos públicos.
Poner en foco a la deuda, un problema macroeconómico que no aparece en la agenda del establishment y mucho menos en la del no gobierno de Milei es tal vez el mayor acierto de CFK.
Lo que también pone en negro sobre blanco su reaparición es el grado superlativo de la crisis que atraviesa la política, el movimiento nacional y, especialmente, el nivel de empobrecimiento que afecta a las grandes mayorías, que esperan una salida de esta encerrona irracional al que este experimento ha llevado a la Argentina.
Foto: Jorge Contrera / El Eslabón / Redacción Rosario
El Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Indesa) dice ser un “centro de estudios, independiente y sin fines de lucro, especializado en la temática del mercado laboral; el sistema educativo y de capacitación laboral; la seguridad social; el sistema de salud y la asistencia social”. En realidad se trata de un think tank del liberalismo autóctono, cuyo presidente, Jorge Colina, es consultado en forma sistemática por los comunicadores del establishment.
La entidad tiene una perspectiva neoliberal: apela a la proverbial excusa del “atraso en los precios” para explicar los aumentos de tarifas y precios en general, hace lobby para ajustar las cuotas de las empresas de medicina prepaga, y justifica la reforma laboral con pérdida de derechos.
Sin embargo, el informe Nº 1.056 de Indesa, fechado el 11 de febrero de este año, se titula “El ajuste basado en licuación no es sostenible”, y ya desde el primer párrafo desmenuza el estado de cosas del plan que viene ejecutando el tándem Milei-Caputo: “La Administración Pública Nacional muestra superávit en el mes de enero 2024. La principal causa es la fuerte caída del gasto social, en especial, las jubilaciones. Dado que las jubilaciones están en su mínimo histórico, es necesario rápidamente migrar hacia fuentes más genuinas de sostén del equilibrio fiscal”.
No es la única mirada crítica que tiene este plan de negocios en términos de sustentabilidad, pero que el cuestionamiento provenga de un espacio ultraliberal supone que los artilugios que Milei y Caputo vienen ejecutando para enmascarar el fin último, que es armar una cartera de capitales lo suficientemente holgada como para fugar al estilo Macri 2018, no hace pie y ya no convence ni a los propios.
Fuente : redaccionrosario.com
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