Estos últimos meses son especialmente duros para Cuba. Llegan noticias tristes, preocupantes, duras. La escasez, el cansancio, el bloqueo criminal norteamericano recrudecido en los últimos años con efectos multiplicados por la pandemia que disminuyó drásticamente el principal ingreso de las divisas, el turismo, más algunas discutibles decisiones económicas del Gobierno y una creciente diferenciación socio-económica en la población de la isla, que sin duda, genera una contradicción con el espíritu de la Revolución Cubana.
En los momentos difíciles como este, creo que es importante sacar del olvido y a estas alturas, casi del anonimato, el nombre de un hombre, que para varios (y me incluyo) fue el tercer gigante cubano, después de Martí y de Fidel. Recordemos al gran Alfredo Guevara, el principal ideólogo de la cultura de la Revolución Cubana, compañero de la universidad y amigo de toda la vida de Fidel Castro.
Una imagen de Fidel Castro.ZUMA Press / Legion-Media
En una de sus reflexiones, escritas hace décadas, él une la más aguda de las preguntas que seguramente surgen dentro de Cuba de hoy con todo el drama mundial de esta humanidad desorientada, atrapada y manipulada balanceando entre la esperanza y el apocalipsis final:
"Habría que preguntarse primero qué es la Revolución. Ella puede ser enfocada desde varios ángulos, pero lo más importante para mí es que el hombre piense y se piense con autenticidad. La garantía, siempre relativa, de la continuidad de la Revolución es precisamente que ese hombre, el joven cubano, piense sobre sí y sobre la sociedad a partir de un debate interno en su conciencia", escribió Guevara.
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"Si lográramos que a este impulso, a la inquietud por la cultura (que no ha permeado a toda la juventud, pero sí a una parte) le siga una apertura, una provocación del debate, un estímulo a pensar las contradicciones, estaría garantizada de cierto modo la continuidad de la Revolución. El gran logro de la Revolución es que muchas conciencias sean activas, haría falta que todas lo fueran [...]. Hablo de la revolución como hecho espiritual, no del arribo de ciertos habitantes de Miami a tomar posesión del país. Me refiero al espíritu de la Revolución", agregó.
"Esto es, hasta aquí, lo que yo hubiera dicho en la mayor intimidad hace diez años. Yo creo que Fidel lo comprendió, y sintió el paso del tiempo y comenzó a medir el lapso que le quedaba. Ni Fidel ni nadie es eterno. Nuestra Revolución, es la Revolución más cercana a nosotros, pero es parte de una Revolución de una dimensión mucho mayor, dimensión que tiene porque es (en nuestra época) revolución en la mente de la gente, revolución en el saber, revolución en el conocimiento, revolución en el dominio-no dominio del mundo, revolución en la conciencia de si somos y seremos o si no seremos", concluyó Alfredo Guevara.
A pesar de su enorme influencia en el espíritu humanista de la Revolución Cubana, Alfredo Guevara siempre ocupó cargos bastante modestos en el Estado cubano. Fue fundador y director del famoso Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) a los pocos meses del triunfo de la revolución, en 1959, creador y principal ideólogo del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, viceministro de Cultura y embajador de Cuba en la Unesco.
Una marcha en La Habana, Cuba.Yamil Lage / AFP
Enemigo de cualquier dogma y tabú, que sean políticos o culturales, Alfredo Guevara estableció la altísima vara ética e intelectual, no solo delante de los intelectuales cubanos, sino también delante de todos los que entienden la inseparable relación entre la necesidad de los cambios sociales y la cultura. Como creador del pensamiento siempre rebelde y crítico, fue creador y guardián del fuego vivo en los hogares del arte cubano, su escuela ha sido del pensamiento libre y una total honestidad intelectual.
Fue un funcionario que siempre se enfrentó a la burocracia, llamando a sus representantes "burros" en su cara. Las frases más recordadas de Alfredo Guevara y que él solía repetir, fueron que "la revolución es lucidez" y que "el peor enemigo de la revolución es la ignorancia".
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Su cercano colaborador, conocido jurista e historiador cubano Julio César Guanche se acuerda: "En la idea de Guevara, la función del ICAIC no era hacer el cine cubano, sino garantizar las condiciones en que ese cine pudiese nacer y desarrollarse: en el ejercicio de la crítica y la polémica, en el respeto al talento, en la comunicación con la sociedad, en la formación crítica de públicos, en el rigor de la formación intelectual de los cineastas, cuestiones todas que son extensivas al campo entero de las necesidades de la cultura cubana actual. También por ello, su pensamiento comunica la idea de revolución con una de sus grandes pasiones: la potencia revolucionaria del acaso, la defensa del privilegio del matiz, la fuerza desmesurada del sin embargo".
Y algo que es importante recordar: a pesar de su enorme talla intelectual, Alfredo Guevara nunca fue un teórico de oficina. Desde los primeros años en la Universidad se hizo comunista, en el año 1948 junto con Fidel, él estuvo en Bogotá presenciando el asesinato del popular líder colombiano Jorge Eliécer Gaitán, que fue el estreno de actividades externas de la recién creada CIA y desató la peor explosión de guerra civil, comúnmente conocida como el período de la violencia, luego, antes del asalto al cuartel Moncada conseguía para Fidel, a su pedido, los libros sobre técnica militar soviética detrás de las líneas fascistas y sobre las guerrillas soviéticas. Luego fue detenido por la policía del dictador Batista, fue salvajemente torturado y se salvó de milagro.
Uno de los peligros más grandes para Cuba es la constante penetración de la basura ideológica desde el norte, como siempre disfrazada de mil libertades para todos los gustos y debilidades, igual como se hizo hace tres décadas en la Unión Soviética. Las últimas veces en La Habana y la provincia vi un claro deterioro o retroceso cultural, sobre todo entre la juventud que no conoce el capitalismo.
Pienso, que caminando por la vida y por la historia, siempre necesitaremos luces que nos alumbren el camino para no desviarnos y tropezarnos menos. La ignorancia ahora es lo que está sumergiendo al mundo, es justamente la oscuridad impuesta desde arriba, para desorientarnos y para que nos perdamos definitivamente en esta noche de la historia, donde las luces de las pantallas apagan el pensamiento. Por eso, es tan importante en estos tiempos volver a las palabras del gran Alfredo Guevara que hace décadas dijo, solo con tres palabras nos indicó el horizonte y el destino: La revolución es lucidez.
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