La guerra en Ucrania es una muy mala noticia para Europa, y para España. Un país en el que uno de cada tres niños, según datos de Save the Children, se encuentran en el umbral de la pobreza. Niños que, junto al resto de ciudadanos, han sido azotados con dureza por la pandemia y, ahora, vivirán los efectos terribles de la guerra: subida de precios del petróleo, el gas o la electricidad. Y muchos otros que todavía no se atisban. Un desastre se aproxima hacia nosotros como un meteorito mientras contemplamos ensimismados la luna.
Porque, desgraciadamente, Europa, y España dentro de ella, se mantiene impertérrita en el relato: Putin es Hitler, la situación actual es similar a los momentos previos al estallido de la II Guerra Mundial y sus aspiraciones llegan hasta Alemania del Este. Así, a bocajarro. Más allá de lo terrible que supone banalizar a los seis millones de judíos gaseados y las decenas de millones de muertos que dejó la II Guerra Mundial, este relato se construye, sobre todo, con la intención de exonerar de responsabilidad alguna a la OTAN, esto es a Estados Unidos y sus países satélites en Europa y Occidente. Si Putin es Hitler y está loco, ¿qué culpa tiene Occidente de ello?
Sin embargo, hay datos que demuestran que tal versión se encuentra en las antípodas de la realidad. Dejando a un lado la supina estupidez de plantear que Rusia pretende invadir Europa del Este, incluida la antigua Alemania Oriental –tiene 500.000 militares menos que Europa y su gasto militar no llega al 30 % del europeo–, lo cierto es que el mapa de la evolución de la OTAN desde 1991 muestra que ha sido la organización atlántica la que se ha acercado a Rusia y no al revés. Y, ciertamente, la presencia militar de Estados Unidos en Europa es tan considerable, con decenas de bases y miles de militares, como alarmante es la falta de unidad, ejército y política exterior común en el Viejo Continente. Europa es, hoy más que nunca, un continente subordinado a Estados Unidos, tóxicamente dependiente de la metrópoli.
En términos geopolíticos, la definición que mejor se ajusta a Estados Unidos sería la de un área de influencia o protectorado moderno. Una región con una cierta autonomía, pero sometida a los intereses de la potencia que la domina.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Estas sanciones pueden ser un tiro en el pie para Europa: además de provocar hambre y pobreza en el Viejo Continente, porque Rusia impondrá contramedidas, pueden desconectar económicamente a Rusia de Europa y reorientar sus relaciones comerciales hacia Asia y África.
Esta realidad demuestra que, en el contexto geopolítico, el agredido es Rusia, por lo que ello nos debería llevar a una reflexión respecto de la actuación de la OTAN y la sumisión europea a esta y a Estados Unidos. Por desgracia, esta reflexión no existe, precisamente, porque, como hemos comentado antes, el relato oficial que pretende exonerar a Occidente de lo ocurrido se ha cimentado sobre la comparación de Putin con Hitler y las aspiraciones de Rusia de conquistar Europa del Este hasta llegar a Alemania Oriental. Falacias insostenibles en términos militares o económicos, pues tales conquistas necesitarían de una capacidad militar o una fortaleza económica que, no ya Rusia, sino ningún país en el mundo posee en la actualidad.
Por todo ello, por el relato ficticio de lo acontecido y la ausencia de un debate crítico respecto a la responsabilidad de las agresiones geopolíticas perpetradas en las últimas décadas por la OTAN en la actual guerra en Ucrania, la vía que se atisba es la de las sanciones económicas. Y, ahora sí, parece que serán tan históricas como se reseñaba hace unos días: tal y como se aseveró, el mayor paquete de sanciones económicas de la historia. Unas sanciones que, además, exhiben una unidad y una contundencia inédita.
Sin embargo, el implantar sanciones económicas no solo empeora la situación, sino que supone una gran temeridad –Rusia ya ha activado las unidades nucleares–. No olvidemos que las sanciones siempre tienen como objetivo primordial posibilitar, mediante el hambre y la miseria, que los ciudadanos derroquen el gobierno de turno para que ello permita imponer un gobierno afín. A poco que se goce de un cierto sentido común, la idea de desestabilizar un país con más de 6.000 ojivas nucleares no parece que vaya a mejorar mucho la situación.
Por otra parte, tal y como demuestra el apoyo de China y de otros países asiáticos, que se han manifestado públicamente a favor de Rusia o en posición neutral, estas sanciones pueden ser un tiro en el pie para Europa: las sanciones, además de provocar hambre y pobreza en el Viejo Continente, porque Rusia impondrá contramedidas, pueden desconectar económicamente a Rusia de Europa y reorientar sus relaciones comerciales hacia Asia y África.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Es imprescindible que la Unión Europea abandone la OTAN y se independice definitivamente de Estados Unidos. Lo que en ningún caso supone echarse a los pies ni a los brazos de Rusia, sino elegir ser y estar, por primera vez en décadas.
Por si no fuera suficiente, nadie garantiza que tengan éxito, pues si Rusia ha conseguido soportar siete años de sanciones, aunque de mucha menor entidad, en función de reorientar su actividad comercial, cada vez le resultará más sencillo de soportar. Es decir, cada año que pase sin que las sanciones consigan derrocar el gobierno, tanto este como la ciudadanía se acostumbrarán a ellas y buscarán otro tipo de soluciones.
Así pues, el camino de Europa debería de ser otro muy diferente al de las sanciones. En primer lugar, pactar un acuerdo de paz definitivo con Rusia que vaya más allá de Ucrania. El Viejo Continente debe llegar a un entendimiento con Rusia sobre la estabilidad geopolítica de toda Europa, una estabilidad inclusiva e imperecedera. Definitiva y robusta. Y ello solo será posible si pasa por Rusia.
Para ello, por tanto, es imprescindible que la Unión Europea abandone la OTAN y se independice definitivamente de Estados Unidos. Lo que en ningún caso supone echarse a los pies ni a los brazos de Rusia, sino elegir ser y estar, por primera vez en décadas. He ahí la cuestión.
Y el primer paso, ineludible, pasa por crear un Ejército europeo y convertirse en un actor geopolítico independiente que gestione tanto su seguridad como su política exterior. Porque no se trata de debilitar a Europa, sino de independizarse, de madurar y de abandonar la toxicidad con la que se relaciona con Estados Unidos. Sin Estados Unidos ni la OTAN de por medio, todo será más sencillo. Y, si no es posible entenderse con Rusia, que yo creo que sí, Europa sabrá arreglárselas por sí misma. En estos días lo está demostrando.
Sin embargo, tanto el Ejército europeo como la independencia del continente, elementos absolutamente entrelazados, encontrarán una férre
a oposición en Estados Unidos. Una potencia que no permitirá tal movimiento, como se puede comprobar en la hemeroteca de las últimas dos décadas, porque ataca directamente a sus intereses. De la misma manera que la paz definitiva en Europa y el restablecimiento de las relaciones con Rusia han sido y son contrarios al interés norteamericano.
ras estos primeros pasos, pacificar el viejo continente e independizarse de Estados Unidos, el siguiente objetivo para alcanzar una paz duradera pasaría por la creación de una asociación paneuropea de seguridad en la que se estableciera un marco de diálogo y confianza entre todos los países europeos, Rusia incluida. La cuestión a estas alturas es saber si realmente quiere y puede lograrlo. La paz continental pende de ello.
Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.
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