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Las presas políticas de Andalgalá


24-04-2021 20:43:10
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A casi dos semanas del encarcelamiento ilegítimo de 12 vecinos de Andalgalá, dos mujeres relatan desde su detención domiciliaria los allanamientos, el maltrato en la comisaría y los días de encierro. Quieren que el Anconquija siga siendo lo que es y que bajen las máquinas del cerro. Texto y fotos: Susi Maresca

Las aguas que no se estancan nunca se pudren”Alberto Moreno- Dramaturgo Andalgalense

La que lucha puede perder, pero la que no lucha ya perdió.

Sara Fernández es una de les 10 presas políticas que aún siguen detenidas en Andalgalá.

La detuvieron la mañana del 12 de abril y lleva con prisión domiciliaria ocho días.

Sara relata que en el momento del allanamiento se encontraba en la habitación de su casa, estudiando, cuando sintió ruidos y la voz de un hombre queriendo entrar. Abrió la puerta y se encontró con varios policías. La agarraron del brazo, la tiraron al piso, mientras ella pedía que le mostraran la orden judicial y les decía que quería ser su propia testigo del allanamiento. La esposaron, la golpearon y la estrellaron contra el armario “Una oficial mujer me tomó del cuello con el antebrazo y me asfixió unos minutos mientras me decía que no fuera tan espamentera. Me estaba asfixiando. Cada vez que quería hablar me pegaban cachetazos”.

Luego de dar vuelta toda su habitación y de llevarse algunas de sus pertenencias como un cartel que dice no a la mina la llevaron en un móvil hasta la comisaría del pueblo.

En el camino uno de los policías de Catamarca preguntó por dónde tenía que ir y Sara intentó responderle. La mujer policía, que ya la había asfixiado anteriormente, le tapó la nariz y la boca nuevamente para que no respire. También la llevaron arrestada a su hermana porque quería entrar a la habitación a defenderla y la liberaron unas horas después. “Nosotras vivimos con niños” relata Sara desde el patio de su casa.

Al llegar a la comisaría la tuvieron esposada hasta las 3 de la tarde de ese día. “Las condiciones de higiene eran paupérrimas, compartía baño con todos los efectivos policiales, un baño sin agua, un colchón detonado con todos los olores y manchas que te puedas imaginar, creo que por eso nos dieron la domiciliaria”.

Sara es montañista, soldadora, estudiante y luchadora. Junto con otros integrantes de la Asamblea el Algarrobo armaron este año “Andalgalá en senderos”, un proyecto de senderismo que tiene el objetivo de poner en valor la naturaleza del lugar y las especies que lo habitan y que consiste en generar caminatas abiertas a la comunidad para que la gente conozca por lo que están luchando. “Sabemos cuál es la problemática acá y hay un solo culpable, Yamana Gold y su proyecto ilegal Agua Rica, mientras hablamos ahora ellos siguen con sus máquinas destruyendo el cerro, pero Andalgalá es un lugar de resistencia y sabe que la que lucha puede perder pero la que no lucha ya perdió”.

Durante el corte de ruta, cuenta Sara, los policías venían a intimidarles y a preguntar quiénes eran los que estaban ahí. “A nosotres nos pueden arrancar la cabeza si quieren, lo que no entienden es que es el pueblo el que no quiere la megaminería. Todes nos conocemos, sabemos quiénes somos y que siempre la ley cae sobre quién se rebela y no contra quien viola las leyes.”

No vamos a dejar de luchar por este territorio.

Graciela Diamante todas las mañanas va a fiscalía a exigir la libertad de su hija, se encuentra con las otras mujeres, todas valientes, tenaces, fieles a su reclamo. Saben que es justo, que si  tocan el Aconquija su vida ya nunca será igual y que hay 12 personas detenidas por razones políticas.

Graciela es la mamá de Ailén Saracho Diamante. Su hija está detenida desde el 14 de abril, cuando las fuerzas de choque de la provincia de Catamarca irrumpieron en su domicilio.

Graciela camina a paso lento. Se detiene en la virgen. Reza. En su casa la esperan sus tres hijas, una nietita y Ailén que está con presión domiciliaria desde hace cuatro días. «Yo antes no salía,  le tenía mucho miedo a la pandemia, pero desde que pasó todo esto no paro un minuto, no  voy a descansar hasta que se haga justicia y mi hija quede libre. Cuando yo era chica teníamos  el agua más pura del mundo, desde que llegaron las mineras compramos el agua de botella,  eso es una injusticia”.

El sábado 12 de abril –día en que se realizaron las primeras detenciones– Ailén fue a la comisaría junto a la organización en la que participa para pedir la liberación de sus vecinas, también luchadoras y luchadores.

El lunes, a las 17:30, entraron en la casa, revisaron todo, sacaron a su hija de la habitación, la esposaron, le confiscaron el celular y se la llevaron. Ailén tiene 21 años y desde su adolescencia se moviliza por las causas justas.

“Más de 10 efectivos subiendo por los techos, la sacaron de la casa y empezaron a revisar habitación por habitación”. Damaris, la hermana de Ailén, cuenta que se querían llevar hasta sus hilos de algodón con los que confecciona lámparas, sillas, adornos y portamacetas artesanales.

“El día que me sacaron yo quería mi barbijo, entonces les decía que me dejaran entrar a buscarlo –dice Ailén desde la detención domiciliaria en su casa–. Uno de los policías sacó un  barbijo de su bolsillo y me dijo: ´ponete éste´. Un asco. ¿No se supone que habían llegado a la  provincia 200 efectivos por la pandemia?”.

Su primera noche en la comisaría fue un calvario, cuenta. Estaba incomunicada y con vómitos. Compartía un baño con el resto de les detenidas, más todos los policías. “Me sentía mal, tenía vómitos y escuchaba cómo los policías se burlaban de mí y de mis dolores”.

Tres días en condiciones infrahumanas hasta que la dejaron continuar la detención en su casa: “En un momento estaba sentada esperando junto al resto de detenidos y puse una pierna sobre el asiento, vino un policía y me agarró del brazo y me zamarreó diciendo ¿qué estás  haciendo?'».

Lourdes Brizuela también tiene mucho que contar: Augusto, su papá, también está detenido. “A él lo detuvieron a la vuelta de la casa de mi abuela a eso de las 10 de la mañana, y como a las 11 fueron a la casa de mi abuela. Ella estaba solita y entraron a la habitación y le revolvieron todo”.

“Es difícil no sentir miedo después de todo esto que le hicieron a mi hija y a la gente de mi pueblo, pero no vamos a dejar de luchar por este territorio, ya no”, alienta Graciela.

Graciela todas las mañanas va a fiscalía a exigir la libertad de su hija, se encuentra con las otras mujeres, todas valientes, tenaces, fieles a su reclamo. Saben que es justo, que si tocan el  Aconquija su vida ya nunca será igual y que hay 11 detenidos por razones políticas. Graciela es  la mamá de Ailén. Su hija está detenida desde el 14 de abril cuando las fuerzas de choque de la  provincia de Catamarca (KUNTUR) irrumpieron en su domicilio como en el del resto de los 11  vecinos. Camina a paso lento. Se detiene en la virgen. Reza. En su casa la esperan sus 3 hijas,  una nietita y Ailén que está con domiciliaria hace 4 días. «Yo antes no salía, le tenía mucho miedo a la pandemia, pero desde que pasó todo esto no paro un minuto, no voy a descansarh hastaque se haga justicia y mi hija quede libre. Cuando yo era chica teníamos el agua más pura del mundo, desde que llegaron las mineras compramos el agua de botella, eso es una injusticia” Relata.

El 14 de abril a las 17:30 entraron en la casa, revisaron todo, sacaron a su hija de la habitación, la esposaron, le confiscaron el celular y se la llevaron. Ailén tiene 21 años y se movilizaba desde la secundaria por las causas justas. El día 12 de abril que fueron las primeras detenciones fue a la comisaría junto a la organización en la que participa para pedir la liberación de los vecinos.

“Más de 10 efectivos subiendo por los techos, la sacaron de la casa y empezaron a revisar habitación por habitación” Su hermana que hace artesanías cuenta que se querían llevar sus hilos de algodón con los que confecciona lámparas, sillas, adornos, portamacetas.

“El día que me sacaron yo quería mi barbijo y entonces les decía que me dejaran entrar a buscarlo. Uno de los policías sacó un barbijo de su bolsillo y me dijo: ponete este”. “Un asco”, dicen todas al unísono ¿no se supone que habían llegado a la provincia 200 efectivos por la pandemia?” Su primera noche en la comisaría fue un calvario, estaba incomunicada y con vómitos, compartía un baño con los otros detenidos más todos los policías.

“Me sentía mal,tenía vómitos y escuchaba cómo los kuntur se burlaban de mí y de mis dolores”. Tres días en condiciones infrahumanas hasta que le dieron la detención domiciliaria. “En un momento estaba sentada esperando junto a los otros detenidos y puse una pierna sobre el asiento, vino un policía y me agarró del brazo y me zamarreó diciendo ¿qué estás haciendo?. Cuenta Ailén.

También se encuentra allí Lourdes Brizuela, su papá Augusto Brizuela es otro de los detenidos. “

“A mi papá lo detienen a la vuelta de la casa de mi abuela a eso de las 10 de la mañana y como a las 11 igual van a buscarlo a la casa de mi abuela. Ella estaba solita. Entraron a la habitación y le revolvieron todo”

“Es difícil no sentir miedo después de todo esto que le hicieron a mi hija y a la gente de mi pueblo, pero no vamos a dejar de luchar por este territorio, ya no”.

 

 

Fuente :

anred.org

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