AGENCIA PACO URONDO dialogó con Diego Montón, coordinador nacional del Movimiento Nacional Campesino Indígena - Somos Tierra y referente de la Mesa Agroalimentaria Argentina.
Por Juan Cruz Guido y Ludmila Sueiro
AGENCIA PACO URONDO dialogó con Diego Montón, coordinador nacional del Movimiento Nacional Campesino Indígena - Somos Tierra y referente de la Mesa Agroalimentaria Argentina. ¿Qué es la agricultura familiar y qué propone? "Hay una aproximación en torno a unas doscientos cincuenta mil unidades que estarían asociadas a la agricultura familiar en todo el territorio nacional. Nosotros creemos que puede ser mayor, aunque Argentina está entre los países con menos población rural de la región y del mundo", contó.
APU: ¿Qué es la agricultura familiar?
Diego Montón: La agricultura familiar es una denominación que empezó a tener más peso en la década del 90 en función, en realidad, de una iniciativa del Banco Mundial. De alguna manera, se buscaba negar la identidad del campesinado que en todo el mundo venía de un proceso de disputa, no solamente en términos productivos sino también políticos.
Sin embargo, en este momento, después de mucho tiempo que ha transcurrido, en algunos países de América Latina, sobre todo, se fue fusionando con eso acumulado del campesinado, el pequeño productor, el chacarero. En síntesis, abarca a una gran diversidad de sujetos rurales que están enclavados en el campo, que su principal ingreso está asociado a la actividad agropecuaria, que mayoritariamente el trabajo está asociado a su familia. Y que en general su producción está orientada al mercado interno.
APU: ¿En qué se diferencia de la agricultura comercial?
DM: No tendría que ver con la agricultura comercial sino con el agronegocio en términos de cómo evoluciono el capital financiero en el campo. Eso para nosotros marcó dos objetivos y dos modelos que incluso entran en contradicción permanente. La lógica del capital financiero plantea subordinar tanto a la agricultura familiar pero fundamentalmente a los territorios, el agua, los bienes naturales; subordinarlos a sus intereses que tienen que ver con la especulación. Mientras que la agricultura familiar lo que plantea en términos comerciales es justamente tener una buena rentabilidad en función de la reproducción de la vida digna. Son dos paradigmas completamente diferentes.
APU: ¿Cuántos agricultores familiares hay en Argentina?
DM: En la Argentina tenemos un grave problema en función de cómo se han ido haciendo los censos en el campo, sobre todo. Por lo tanto, nos manejamos con cifras muy aproximadas. Hay una aproximación en torno a unas doscientos cincuenta mil unidades que estarían asociadas a la agricultura familiar en todo el territorio nacional. Nosotros creemos que puede ser mayor, aunque Argentina está entre los países con menos población rural de la región y del mundo.
APU: ¿Hay soberanía alimentaria en el país?
DM: No hay soberanía alimentaria y lo vemos cotidianamente, porque el pueblo en su conjunto está con muchas dificultades para acceder a una alimentación saludable y a precio justo. Y muchas veces incluso está en dificultades de poder cumplir con su nutrición básica. No hay soberanía alimentaria porque tenemos fundamentalmente un proceso de concentración tanto de la tierra como de los distintos eslabones de agregado de valor, como del comercio. Y hoy la lógica de cómo el alimento va del campo hasta el consumidor está en el poder de tres elementos fundamentales. Uno, el sistema financiero, los bancos. El otro, los supermercados que están súper carterizados y el tercero, este nivel de agroindustria concentrada. Los tres son estructuras oligopólicas, por lo tanto estamos muy lejos de la soberanía alimentaria.
APU: ¿Qué pasa con los alimentos desde que se producen hasta que llegan a la mesa?
DM: Ahí deberíamos ver con la gran diversidad de alimentos y también la gran diversidad que tenemos en la Argentina en forma de la cultura alimentaria y de los distintos circuitos que hay. Tenemos de por si una gran cantidad de intermediarios, pero a su vez también de cuestiones muy ilógicas. Por ejemplo, nosotros en Entre Ríos, un lugar de producción de naranjas tenemos también el ingreso de naranjas valencianas, de España. Y que la naranja que muchas veces se consume en pueblos cercanos ha ido primero desde el campo hacia un mercado concentrador, que incluso puede ser el de Buenos Aires, para luego volver a una verdulería de ese pueblo. Es decir, esa naranja local tiene muchísimo trayecto, por lo tanto muchísimo combustible que va a encarecer el precio y hace que se pierda también competitividad frente a esta otra naranja que viene desde afuera. Pero fundamentalmente hace que esté muy caro para el trabajador que la va a comprar. Si nosotros vamos viendo rubro por rubro, vamos a ver que con los lácteos nos va a pasar lo mismo. Desde los tambos la leche recorre miles de kilómetros hasta los pocos niveles hoy de industrialización que hay, porque realmente esta súper concentrada en la Argentina. Después miles de kilómetros de ahí hasta las góndolas de los súpermercados, de los almacenes; también hace que el precio de la leche se encarezca. Y si vamos rubro por rubro vamos a dar cuenta que las hortalizas y las frutas también, nos vamos a dar cuenta que no hay una planificación. No hay una distribución lógica.
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