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¿De qué hablamos cuando hablamos de masculinidades?


04-04-2021 16:10:55
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Ni hombres, ni varones: masculinidades. La palabra no es nueva pero se reinventa: se lee y se escucha cada vez más, a partir de los debates instalados alrededor de lo que hoy, también en plural, llamamos feminismos. Referentes que trabajan con distintas generaciones responden.  Por Gabriela Sadon

En su libro Hombres justos. Del patriarcado a las nuevas masculinidades (coedición de Libros del Zorzal y Anagrama), el historiador, docente y escritor francés Ivan Jablonka (autor de Laetitia o el fin de los hombres) desanda el camino del patriarcado en la humanidad, desde el inicio de los tiempos, cuando los hombres se dedicaban a la caza mayor y las mujeres a las tareas vinculadas con la reproducción de la nueva especie. Hasta hoy, cuando la división de tareas y de poderes está en pleno cambio. Y en plena discusión. El historiador francés propone un mundo más justo en el que los varones abandones sus sitiales de privilegio que también los dañan y enlista una serie de deberes para esos hombres justos del mañana.

Al hablar de estereotipos, escribe Jablonka:

“El sistema patriarcal exige la concordancia entre sexo, género y deseo. La mujer es sumisa y femenina; el hombre, viril y dominante; ambos son complementarios, tanto en amor como en la familia. Ahora bien, así como lo femenino no es propio de las mujeres, se puede quebrar la línea directa que religa a los hombres con lo masculino y la heterosexualidad. Al sembrar el desconcierto en el género, ampliamos el campo de los posibles. Esa es la gran lección de Judith Butler.”

Para hacer más comprensible el tema, elDiarioAR conversó con referentes en un aspecto que no pretendemos agotar aquí, y que también vienen trabajando, por ejemplo Eleonor Faur desde la sociología o Débora Tajer desde el psicoanálisis y su experiencia con adolescentes. Pero consultamos a varones referentes de distintas generaciones que hoy se están ocupando específicamente de la cuestión.Transcribimos esas entrevistas.

Lucho Fabbri es Doctor en Ciencias Sociales (UBA) y Licenciado en Ciencia Política (UNR). Participó de la fundación de los Colectivos de Varones Antipatriarcales (La Plata, 2009 y Rosario, 2013) y de los Encuentros Nacional de Colectivos de Varones (2012), luego denominamos Encuentros Latinoamericanos de Varones Antipatriarcales (ELVAs, desde 2016). Desde 2018 integra el Instituto Masculinidades y Cambio Social, y la Red MenEngage Latinoamérica. Actualmente coordina el Área de Género y Sexualidades del rectorado de la Universidad Nacional de Rosario. Él participó en la redacción de un documento publicado por UNFPA con herramientas para trabajar en ámbitos educativos.

¿Desde cuándo se habla de masculinidades?

Los estudios sobre varones y masculinidades surgen en la academia en el marco de los estudios sobre las mujeres y después desde la perspectiva de género, principalmente desde países sajones, y con el tiempo se van extendiendo a algunos países de habla hispana, España y México, y eso se da a partir de los 80 y 90s.

¿Por qué se está empleando el término en plural?

Se puede hablar de masculinidad tanto en singular como en plural. En mi caso utilizo ambas denominaciones con una distinción: cuando hablo en singular no me refiero a la masculinidad de una u otra persona o a una identidad o a un sujeto sino como un dispositivo de poder, como un conjunto de prácticas y discursos en los cuales somos socializadas las personas asignadas como varones al nacer, tiene que ver con la idea de masculinidad como un mandato. Y en este caso este dispositivo nos socializa a los varones para creer que las mujeres, que las feminidades, que sus tiempos, sus energías, sus sexualidades, sus cuerpos deberían estar a nuestra disposición. Por lo tanto es un mandato que produce y reproduce determinadas formas de desigualdad y de violencia.

Y cuando hablo de masculinidades en plural sí me estoy refiriendo a esa multiplicidad de identidades, de cuerpos, de subjetividades, que se identifican a sí mismas y se presentan ante el mundo desde una apropiación singular de esta idea de masculinidad. Esto implica una diversidad de cuerpos que no son solo los de los varones cisgénero y heterosexuales, además otros varones con diversas identidades y orientaciones sexuales, también masculinidades trans, lésbicas, no binarias; es decir que cuando nos referimos a las masculinidades en plural estamos dando cuenta de una heterogeneidad de cuerpos que se identifican de esa manera.

¿Por qué es importante arrancar desde la escuela?

Es importante trabajar en la sensibilización, en la reflexión, en la problematización desde temprana edad, sea en el sistema de educación formal como en otros espacios de sociabilización por los que atravesamos los varones para que efectivamente podamos erosionar la legitimación que tiene este mandato cultural de masculinidad asociado a un ideario patriarcal. Mientras más tempranamente podamos hacer una reflexión crítica que nos permita identificar ese mandato, más posibilidades vamos a tener de construir formas más autónomas, más libres, más diversas y más igualitarias de habitar la masculinidad.

¿Qué opinás de la implementación de la Ley Micaela? ¿O qué hacer para que los varones adultos entiendan que es hora de abandonar ciertos privilegios? 

Así como en la Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas, la Ley Micaela en otros ámbitos institucionales son herramientas estratégicas para tener respuestas no punitivas ante la violencia y para poder construir de manera pedagógica otras formas de vincularnos. Creo que lo fundamental para ambas políticas, tanto para la ESI como para la Ley Micaela, es pensar en que las instancias de formación no sean una mera exposición de marcos teóricos y normativos sino que sean espacios de construcción colectiva de conocimiento que nos permitan poner en juego nuestras creencias y nuestras prácticas para que efectivamente tengan un impacto sobre nuestra cotideanidad porque con solo incorporar conceptos y leyes no estaríamos logrando modificar nuestros vínculos y nuestras formas de relacionarnos.

¿Cómo leer desde el concepto de masculinidades a los episodios que involucraron rugbiers, que fueron desde el no reconocimiento de Maradona, los tuits racistas y clasistas, hasta el homicidio de un joven en Villa Gesell?

Esos episodios de violencia intragénero como el asesinato de Fernando Báez en Villa Gesell lo que vienen a expresar precisamente es cómo el mandato de masculinidad está vinculado con la idea de ocupar posiciones de jerarquía dentro del mundo de las masculinidades, que se ocupan en la mayoría de los casos a través de la violencia. Para alcanzar la posición de jerarquía dentro del grupo de pares, dentro de la “cofradía” de la masculinidad, hay que poder imponerse sobre otros y muchas veces esa imposición tiene que ver con la violencia grupal, colectiva, donde los varones se demuestran entre sí que son merecedores del reconocimiento de la masculinidad y de la posibilidad de ocupar esas posiciones de “prestigio” o de cierto status hacia adentro del mundo de los varones.

¿Cómo trabajar o pensar desde las masculinidades la negativa de feministas al ingreso de varones a ciertos espacios, como marchas del 8M o los Encuentros nacionales de mujeres?

Hay que poder escuchar el no de las mujeres, de las feministas en general, cuando consideran que un espacio no es apto para la  participación de los varones. Y en lo que sí tenemos que concentrarnos es en no disputar nuestro ingreso en los espacios sino ver cómo llevamos en todo caso nuestro compromiso con los feminismos a los espacios que ya habitamos como varones que tienen que ver con los espacios de socialización masculina donde las feministas no llegan. Esos son los espacios en los que deberíamos, en todo caso, poder demostrar un compromiso genuino con la intención de erradicar las violencias y las desigualdades fundamentalmente rompiendo la complicidad machista en nuestros vínculos con otros varones.

Carmen Chuchuy es presidenta de la Fundación GEMA, Género y Masculinidades, una organización sin fines de lucro instaurada desde 2019 en Salta para trabajar en la “deconstrucción de las masculinidades”, en una provincia de fuerte raigambre tradicional y de clara resistencia a los cambios.

Salta es una provincia compleja en términos de aceptación de reclamos feministas como se vio en las dificultades para aceptar el aborto legal. ¿Qué recepción tiene en la provincia la propuesta que hacen desde la Fundación?

La provincia de Salta es un culturalmente machista, lo vemos reflejados en baja representación de las mujeres en los espacios de decisión en el actual gobierno. La aceptación de Fundación fue satisfactoriamente pudimos darnos cuanta cuando en  pandemia y a través de primer conversatorio el que tuvo a Hugo Huberman como protagonista, empezó una gran demanda de hablar de masculinidades, de estas masculinidades no hegemónicas. Ese fue el punto de partida para empezar a diagramar una serie de conversatorios inherente a la temática a lo largo del año, articulando con el Programa  PRHIO de la Provincia de Salta.

El próximo curso comenzará el 14 de abril con la participación de especialistas de otros países de América Latina como México, Brasil y Nicaragua, y será coordinado por Hugo Huberman, psicólogo social, educador popular y consultor en diversas organizaciones en género y masculinidades, coordinador de la Campaña Lazo Blanco y consultor ONU Mujeres y PNUD Argentina.

¿Por qué es importante articular el género con otras variables como raza y clase para desarmar los estereotipos machistas y cómo involucrar a los hombres en esa lucha, cuando lo que sienten es la pérdida de privilegios? 

Género, clase y edad son variables fundamentales para la interpretación y la mirada del género: en todos lados, en todas las culturas hay que generar un proceso de interseccionalidad e intergeneracional para poder mirar el género y las desigualdades y poder comprender mejor las relaciones de poder en esas comunidades. ¿Por qué involucrar a los hombres? Porque es necesario que los hombres participen de estos procesos porque los libera, primero, de su condición de alienados culturales. Porque genera mayor amplitud en sus relaciones, en sus vínculos, y genera no violencia. La violencia es algo aprendido, se puede desaprender, la estructura cultural está encarnada, enquistada, en lo masculino, está metida para adentro, y es muy difícil trabajar con ellos porque los privilegios que se auto otorgan son la principal fuente de frustración y dolor en sus vidas, entonces es complicado porque el eje son los privilegios que a su vez son fuente de dolor que a su vez están encriptados en sus vidas y naturalizados. Cuando les preguntamos a los hombres cuáles privilegios tienen, ninguno cuenta sus privilegios, no saben, no registran que tienen esos privilegios justamente porque ese es un dato más de desigualdad que tenemos los hombres para seguir viviendo en nuestra cultura: no registrar.

¿Y qué pasa cuando los chicos que vienen de familias muy tradicionales o conservadoras llevan a sus casas nuevos conceptos sobre masculinidades?

Es fundamental comenzar en la infancia, a construir escenarios donde los chicos puedan aportar relaciones igualitarias, donde el poder no esté de un lado, donde no haya mandados y mandatarios sino una relación igualitaria entre niños y niñas o entre niños, mamás y papás.

En todas las culturas siempre hay grupos sociales que mantienen la tradición y es importante saber trabajar con ellos. Creo que cuando trabajamos con chicos el género, todos llegan a su casa con novedades, y esta es la idea, y que no molesten esas novedades. Es probable que en los lugares más tradicionales haya cierta molestia, pero no sé cómo reaccionarían. Nosotros estamos trabajando de alguna manera con la idea de no confrontar y de no entrar en situaciones conflictivas con sectores tradicionales.

En la escuela se fundan los primeros lazos sociales, somos una sociedad, vivimos entre vínculos y el género es relacional, entonces aprender a relacionarnos en una situación igualitaria va a constituir una manera de trabajar género en nuestra mejor predisposición, mejor habilidad para hacerlo, para tener una vida digna sin violencia. La violencia está encriptada de muy chicos. Creo que la primera violencia se ejerce sobre los hombres, después entre los mismos varones y después aparece la mujer como objeto de la violencia, y también es importante notar la autoflagelación, el lastimarse, algo de lo que tenemos que concientizar para empezar el cambio.

¿Cómo se fue modificando el concepto de masculinidades en los últimos años y entre las nuevas generaciones?

En varios países de la región el trabajo con grupos de varones comenzó en la década de 1990. Los precursores fueron los varones de la comunidad LGBT que se replanteaban los mandatos hegemónicos de masculinidad, y también algunos programas que trataban a varones victimarios de violencia. Luego se fue difundiendo y expandiendo a otros ámbitos, progresivamente. Sí considero que la gran ola del movimiento feminista de estos últimos años impulsó también la auto reflexión de muchos varones, y la crítica a la hegemonía de «un» modelo de masculinidad. Creo que todos recibimos continuamente llamados de atención, que nos abren los ojos a aspectos para muchos ocultos. Luego, cada uno, en función de su capacidad de autocrítica, reflexión y deconstrucción avanza en esa línea o toma una posición reactiva. Sin dudas, el papel de los varones jóvenes también ha sido fundamental, y lo sigue siendo, en la profundización de estas discusiones.

¿Cómo afectan a los jóvenes y adolescentes los modelos patriarcales? 

La influencia de los mandatos de género, para todas las personas, alcanza todos los ámbitos de la vida, aun aquellos que ignoramos. Y en el caso de los varones no es la excepción: partiendo de lo vinculado a la sexualidad, la concepción hétero-cis, la idea del varón sexualmente activo, dominante e instintivo, la necesidad continua de demostrar conocimiento sobre las relaciones sexuales y muchos otros aspectos. Esto tiene múltiples consecuencias en la salud sexual y reproductiva, la salud mental, la vinculación sexoafectuva con otrxs. Pensemos en el impacto que puede tener esto en la tasa de embarazos no intencionales o en la transmisión de las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS); o veamos los múltiples testimonios de varones que han sido abusados de niños y que no pueden contarlo por la presión social que se ejerce sobre un niño que tuvo contacto sexual con otro varón y que ocupó un rol de sumisión; todas nociones que van en contra del mandato hegemónico. En las tareas de cuidado, por ejemplo, si bien aún siguen estando principalmente en manos de mujeres, aquellos varones que quieren asumir un rol más presente no pueden hacerlo porque no hay un régimen actualizado de licencias por paternidad. Un avance sociocultural que puede haberse dado ya en algunos varones jóvenes, encuentra una barrera en el marco legal vigente. Y por supuesto las múltiples consecuencias que tienen estos mandatos en la vida de mujeres y personas de otros géneros, víctimas de la violencia machista.

¿El COVID frenó procesos de deconstrucción que pudieron haber empezado a ocurrir entre adolescentes?

No creo que haya sido así; por el contrario, creo que fue una oportunidad para visibilizar un montón de aspectos presentes pero que ahora se profundizaron y desnudaron: el cuidado de la salud, las tareas de cuidado, la salud mental, entre otros. La vivencia directa en primera persona la que la pandemia nos expuso constituye una oportunidad para replantearnos varias de estas cuestiones, cómo cuidamos nuestro cuerpo, qué concepción tenemos de nuestra salud, cuándo y en qué circunstancias pedimos atención, cómo asumimos las tareas de cuidado o domésticas en nuestro hogar, y cómo manifestamos nuestras emociones y en qué contextos. Hay mucho por analizar en la vinculación entre los mandatos de masculinidad y la situación actual de la pandemia.

 

 

Fuente :

anred.org

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