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Nueva democracia


30-12-2023 16:33:16
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El gobierno actual, especialmente su líder, está siendo sistemáticamente calificado de gobernante antidemocrático, de dictador, de golpista, etc. Evidentemente estas descalificaciones no se corresponden con la realidad. Por lo que habría que preguntarse por qué son asumidas por muchos votantes como una buena razón para estar y votar en contra del gobierno actual.

Definir lo real. La democracia es un sistema político que consiste en que los políticos, los que toman las decisiones políticas, son personas elegidas por la población. Hay democracia cuando se opera, se establecen resoluciones políticas con contenidos reconocidos -incluidos- dentro de leyes establecidas, dentro del marco legal establecido a su vez por instituciones democráticamente constituidas. Hay democracia cuando los que hacen, deciden e interpretan la aplicación de las leyes son personas elegidas directa o indirectamente por los ciudadanos. Hay democracia cuando el poder y su ejercicio surgen y están ligados en última instancia a elecciones, propuestas y demandas de los ciudadanos respecto a lo que debe hacerse y quién debe hacerlo desde el poder. Lo que conduce a afirmar que hay democracia cuando todos los ciudadanos tienen todas las libertades necesarias para poder, individual y colectivamente, elegir, demandar, exigir, criticar a los políticos.

En consecuencia, los concretos contenidos de una decisión política establecida dentro de los marcos legales, de un escenario político asentado en la representación popular legalmente establecida y dentro del ejercicio de las libertades referidas a la relaciones con el poder político, no pueden ser calificados como democráticos o anti democráticos. Porque no tienen relación alguna con la democracia. Decir que una decisión política es antidemocrática o que rompe la democracia porque no gusta, porque parece una mala decisión es, sin más, una falsa afirmación. Así, determinados mensajes políticos como afirmar que la reciente propuesta de ley de amnistía rompe la democracia es una falsedad. Podría afectar a la democracia sí esa ley supusiese la ruptura de un marco legal preexistente. Cosa que por supuesto ni ocurre en este caso ni parece nada probable que vaya a ocurrir. El que determinados ciudadanos y ciudadanas no cumplan sus condenas penales puede ser considerado una pésima decisión (a mí me parece cojonuda) pero no es cuestión que tenga nada que ver con la democracia.

Entonces, ¿por qué se vota a favor de una descalificación que no coincide con la realidad? La respuesta es que la palabra, el mensaje ha adquirido vida propia. Lo que se dice desde los políticos o mediáticamente, se ha convertido en otra realidad. La palabra se presenta, se vive y se siente como la expresión, como la descripción de una determinada realidad. Estamos en tiempos en los que la ficción asume la realidad; ella es la nueva realidad.

Lo que estaba detrás, dentro de los discursos o mensajes que antes se decían sobre la democracia, parece haberse difuminado y… perdido . Ahora es la misma palabra con otra realidad dentro, con la que se trata de convencer e imponer. Y funciona. La nueva realidad que contiene la palabra democracia es -sin más-lo que decide el gobierno. Decir que es antidemócrata es entendido como que el gobierno toma malvadas decisiones. Esta nueva realidad es limitada porque no se deduce del concepto -no puede hacerse- , cuáles son esas malvadas cosas. Pero no importa. Lo relevante, el objetivo de usar la palabra antidemocracia identificada con la maldad gubernativa es que se rechace a ese gobierno dada su constitutiva maldad.

No votan en contra del gobierno porque este es antidemócrata, usando para ese rechazo en lo que consiste realmente la democracia -la verdadera- . Votan teniendo en cuenta esa nueva realidad mensajera de lo que es la democracia. Hay democracia cuando se hacen bien las cosas; y por tanto hay que votar en contra de los gobernantes que toman malas decisiones. Es una simplificación, una radical reducción de lo real, pero funciona. Además, como el concepto (aquí la palabra) de democracia, aunque no se le entienda como un determinado y específico régimen político, es percibido y sentido como algo relevante, fundamental dentro de la Política, el mensaje de maldad se siente como especialmente grave en el quehacer político. Nada menos que un mal antidemocrático. Más razón para votarles en contra.

Por otro lado, hay muchos posibles votantes de derechas a los que lo de la democracia -ahora la antigua, la real, la de los gobernantes representando a los gobernados y, por tanto, obligados a tenerles en cuenta a la hora de tomar decisiones- no les interesa, ni les entusiasma demasiado. Les gustan más los regímenes autoritarios. Por eso, si la crisis o ruptura democrática que se les presentase en el mensaje hiciese referencia a los procesos democráticos de toma de decisiones, es algo que a lo mejor no les importaría que ocurriese dada su frialdad o sin más desprecio respecto a ese tipo de régimen. Por eso les viene bien, están a gusto, entendiendo la democracia en este nuevo sentido -la maldad gubernativa- del mensaje. El Gobierno toma malas decisiones, por lo que no son demócratas. Luego más votos en contra.

Por lo que se refiere a la “dictadura” y el “golpe de Estado”, la distancia entre los mensajes de acusación de dictador o golpista y lo que es realmente la dictadura y un golpe de Estado es mucho más absoluta que en el caso de la democracia. El mensaje queda relegado estrictamente a la categoría del insulto. Solo pretende ser y es un insulto. Así, la razón de votar en contra es porque se considera al político un malvado dictador o golpista. No porque lidere en un régimen político dictatorial, sino porque es un dictador. Algo que es malo. Es cómo llamarle “hijo de puta”. No se le vota en contra porque se considere que no es adecuado que gobiernen personas cuyos orígenes surjan de la prostitución, sino simplemente porque es un malvado, un malvado “hijo de puta”.

Tenemos que ver por qué funciona esta nueva realidad mensajera, por qué lo que lleva al rechazo y voto en contra del político es el insulto y no la consideración de su quehacer y proyecto político.

En el actual marco de aceleración social, las personas tienden a fallar a la hora de integrar los episodios de acción y de experiencia en la totalidad de una vida, Los individuos se encuentran cada vez más separados. Se encuentran desacoplados de los tiempos y los espacios de sus vidas y experiencias. Todo ello conduce a una separación respecto a las personas con las que se convive y respecto a las cosas con las que se vive y se trabaja. De esta manera se produce una autoalienación. Una alienación respecto a la dimensión espaciotemporal en la acción y respecto a los compañeros de interacción. Extensión de la incertidumbre que conduce a un individualismo creciente con la correspondiente consecuencia. La sociabilidad directa se diluye, y esta sociabilidad es condición necesaria de la solidaridad, la construcción de comunidad, así como de la acción colectiva y las resistencias transformadoras

Por otro lado está el poder mediático. Así, no se trata (sólo) de una realidad política que se mediatiza; ahora es la “realidad mediática” la que precede y marca la ficción de la política real. El resultado final es una realidad inaprehensible, presumiblemente hueca, unos significados que se deshacen y esfuman, sin dejar referentes ni rastros que poder seguir. La ficción (mediática, estética, digital) subsume la “realidad”; ella es la nueva realidad.

Aplicando estas tendencias, que ya empiezan a tener categoría de escenarios dominantes, al hecho de que el insulto sea la razón (en muchísimos casos la única razón) justificante del voto, hay que ver cómo funciona, por qué es asumida y utilizada por muchos ciudadanos a la hora de tomar una decisión política. Estamos en una situación -ya estable y con futuro- de vaciado democrático, provocado por el crecimiento entre la ciudadanía del no saber qué es lo que va a pasar en política. Incertidumbre sobre la política y el poder político. Al mismo tiempo, va desapareciendo en la sociedad, sobre todo en sectores marginales, clases bajas y medias bajas, la visión del mundo desde convicciones articuladas, ideologías, que establecen y definen el cómo y el por qué de los procesos/ organizaciones/ movimientos, surgidos de la sociedad que pueden ir y van a ir hacia una nueva y mejor -igualitaria justa, libre- sociedad. Creciente individualismo. Desaparición en esos sectores sociales de certezas sobre el deber ser del proceso político y el contenido de sus decisiones dirigidas a la transformación la sociedad: más igualdad, más acceso a todos y a más servicios públicos, etc. Creciente vaciado político…, vaciado democrático. Son ciudadanos y ciudadanas que abandonan los contenidos políticos en la relación democrática. En dar/presentar contenidos a sus demandas políticas formuladas en las distintas vías de acceso a la Política: en elecciones, movilización social, reclamaciones colectivas, etc. Ahora lo que quiere es que el gobierno mejore suscondiciones de vida: trabajo, vivienda, etc. Las suyas y punto.

Su percepción del gobierno, de lo que es la política es muy limitada, como consecuencia de ese proceso de vaciado. Como el gobierno es malo y así lo dicen los insultos, no va a mejorar sus condiciones de vida. La única información sobre el gobierno y la política a la que acceden (su vida cotidiana le lleva a la elección del acceso a través de la vía solo-voto) es que es malo. No ha solucionado sus problemas y no va a hacerlo. Su maldad se lo impide. La única opción que tiene por tanto es no votarle. Por eso funciona.

Una reflexión final limitada, muy limitada y algo pesimista. Este cada vez mayor vaciado democrático, de voto ligado al insulto, implica a su vez una creciente pérdida del voto dirigido a partidos con proyectos de transformación social, colectiva, de igualdad en todo y para todos. Recuperar ese voto perdido exige a su vez la recuperación y vivencia en los grupos, clases y sectores sociales que han abandonado esas ideologías y convicciones centradas en la necesidad y viabilidad de un proyecto de transformación social radical. Pero el problema está en que el actual sistema/mundo- económico/político/cultural/mediático persiste en su estrategia y objetivos que, a través del impulso (a veces casi legalización) del individualismo y la incertidumbre, ha logrado esa desaparición de convicciones ideológicas transformadoras. O sea, que va a seguir haciendo lo mismo. Así que ¿por dónde carajo se puede romper la cadena?

Pedro Ibarra es catedrático de Ciencia Política jubilado y miembro del Consejo Asesor de viento sur
 

Fuente : vientosur.info

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