“El horizonte utópico que tiene la educación sexual integral es una educación emancipadora”. La idea la sostiene y defiende la profesora Graciela Morgade, al decir que se trata de una pedagogía de la igualdad y la justicia social, que también abarca a la formación docente.
Morgade es docente investigadora en ESI de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde en agosto próximo asumirá como vicedecana. Es autora de una rica bibliografía dedicada a su especialidad, y la compiladora del libro ESI y formación docente (Homo Sapiens Ediciones).
En la obra, recientemente presentada en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, escriben -además de la compiladora- Catalina González del Cerro (en un capítulo que cuenta con la colaboración de Soledad Bustamante y Milena D´Atri); Paula Fainsod, Susana Zattara, Eugx Grotz, Andrés Malizia y José Ignacio Scaserra, Jesica Báez, María Soledad Malnis Lauro, Gabi Díaz Villa y el Equipo Mariposas Mirabal (de investigación, docencia, vinculación territorial y militancia).
El nuevo libro de la editorial rosarina pertenece a la Colección La Lupa de la ESI -que dirige Morgade y tiene varios títulos publicados- e inaugura la serie sobre formación docente. “Ya están en marcha otros títulos: sobre formación docente en filosofía, otro sobre formación docente en biología y educación para la salud, y otro sobre lengua y literatura”, anticipa la especialista.
La producción académica, de investigaciones y publicaciones –señala– alrededor de la ESI, los estudios de género, la disidencia sexual y los feminismos han crecido de manera exponencial. También crece el trabajo transversal con todos esos temas en la escuela, pero igual sigue siendo un desafío: “Hay que hacerlo en todos los niveles educativos y en las diferentes materias escolares, para eso hace falta tener herramientas de formación docente más estructurales y conceptuales. Es la base. Y esa es la idea de la colección”.
Nuevo libro de Morgade.
La educadora de la UBA y referente de la ESI habla del carácter permanente y en movimiento que tiene la formación docente en educación sexual integral. “La formación docente, tal como decimos en el capítulo uno del libro, tiene varios aspectos: están las políticas, las instituciones y las subjetividades. La ESI interpela a las políticas, a las instituciones y a las subjetividades. Es una conmoción. Los procesos de formación que se dan en las instituciones a veces ocurren porque hay una persona o un grupo de docentes que lidera. Otras veces porque hay una conducción institucional que al frente y otras porque hay grupos de estudiantes que hacen actividades que no están en las aulas. La formación en los profesorados pasa por muchas dimensiones, no solo por dentro de los salones de clase. Lo mismo ocurre en la capacitación, porque además en la capacitación posterior se arman grupitos de docentes que hacen cursos o participan en acciones, también militantes, y la militancia también forma. Pensar a la capacitación docente en ESI solamente en hacer un curso de ESI es una mirada muy chiquita”.
—En el libro recordás que la ley de ESI es un texto breve pero superador de visiones biomédicas o moralizantes, y que suma dimensiones histórico-culturales, psicológicas, éticas y afectivas ¿Cuánto de esta perspectiva alcanza a la formación docente?
—¿Cuál es el gran desafío aquí? En la educación superior hay una bandera, que comparto, que es la de la libertad de cátedra. Es una bandera para la docencia de todos los niveles educativos. Todos tienen un margen, pero en la educación superior ese margen es mayor. Tanto en los profesorados de los terciarios como en los universitarios, suele haber contenidos mínimos y después el desarrollo, las bibliografías y los enfoques quedan un poco librados a las personas. En la educación superior suele haber una especie de coartada, que es escudarse en la libertad de cátedra para no incorporar contenidos que tienen que ver con la educación sexual integral y que están regulados por la ley. Es complejo porque también el nivel superior se siente mucho más avalado por la libertad de cátedra que un docente de primaria, secundaria o inicial. Ahí hay una primera cuestión que forma parte de la ética y de la política de la formación, que es cómo construimos en el campo de la formación docente los consensos necesarios para que las personas que están en los profesorados tomen la propuesta de la ESI. A veces me preguntan si los 16 años de la ley de ESI es mucho o es poco. En tanto proyecto cultural podríamos decir que 16 años no es tanto, porque lo que está proponiendo la ESI es una modificación muy profunda de la forma de entender el conocimiento y de la forma de la enseñanza, que no se cambia de un año para otro porque haya una ley. Es un proceso lento, que por supuesto cuanto más decisión política haya de los gobiernos mucho más consolidado está. Y el gobierno nacional actual tiene una fuerte decisión política en relación a la ESI.
—También están los espacios de los movimientos sociales, feministas, entre otros que contribuyen a este debate, a revisar ideas y directivas.
—Creo en una perspectiva de la educación que en estos temas no puede no ser social. Hablo de todos los movimientos sociales, y en esto incluyo al estudiantado organizado que ha demandado y demanda ESI, y a los centros de estudiantes de la educación superior que también demanda formación. La complejidad de la transformación no parte de un solo sector. O sea, para cambiar la formación docente no necesitamos que solamente el sector docente de los profesorados aloje a la ESI. Lo necesitamos, pero no es lo único, por suerte. Los cambios vienen de todas partes. Ninguna transformación social partió de arriba para abajo y tampoco de abajo para arriba. Se necesita una relación dialéctica entre una base movilizada y gobiernos o una dirigencia que aloje esa movilización y la transforme en norma.
—¿Cuánto contribuye la ESI a una educación emancipadora?
—El horizonte utópico que tiene la educación sexual integral es, justamente, una educación emancipadora. Una educación en la igualdad, en la justicia social, en la justicia de redistribución y de reconocimiento; esas dos justicias que son inescindibles. Redistribución significa igualdad en compartir, en el reparto de lo que hay, y reconocimiento es poder conservar rasgos identitarios que alojen una diferencia no jerárquica. Esa justicia social es un horizonte utópico, en el que convergen pedagogías que comienzan a tematizar el problema de la desigualdad desde otro lugar. Toda la pedagogía descolonial de América Latina tiene el mismo horizonte utópico: la justicia de redistribución y reconocimiento. Tal vez empieza la lucha desde otro lugar, desde la crítica de la dimensión colonial de la desigualdad, de los pueblos indígenas sometidos, este lugar de dependencia económica y cultural de América Latina que sigue vigente. A veces la idea de horizonte utópico asusta. Pero en realidad la idea de horizonte utópico nos sirve para pensar que es algo inacabado, en construcción, es hacia donde caminamos.
La ESI, una formación para la igualdad y la justicia social. Foto: Sol Vassallo
El viernes 13 de mayo pasado se realizó en el Chaco el Congreso Educación Sexual Integral con base científica y en valores, organizado por la Mesa Evangélica Metropolitana. Lo llamativo es que contó con el aval y auspicio del Ministerio de Educación chaqueño (a través de las resoluciones N° 976/21 y N° 607/22). El congreso reunió a más de mil docentes, a quienes se les otorgó puntaje por asistir. En ese encuentro se expresaron conceptos que contradicen la ley de ESI y otras normas que hacen a estos derechos. La actividad desató un inmediato rechazo que obligó al Ministerio provincial a aclarar que no avalaba los contenidos allí tratados.
¿Cómo se miran estos hechos y cómo se responde? “No quiero minimizar pero tampoco sobredimensionar el hecho. Si lo pensamos desde el punto de vista de la dinámica social, los cambios sostenidos en el tiempo fueron relativamente cortos en la Argentina. Yo siempre coloco la serie: tenemos la ley de ESI de 2006 (26.150), pero después la de matrimonio igualitario de 2010 (26.618), la de identidad de género en 2012 (26.743), además de la ley Micaela (27.499), la de violencia contra las mujeres (26.485), y la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (27.610). Todo eso en 14 años, que en una historia cultural es un período relativamente breve de tiempo. Entonces, ¿esperábamos que no hubiera reacción? Esa es como la hipótesis de trabajo que siempre tenemos que tener en cuenta los movimientos de ampliación de derechos”, recoge la pregunta inicial y responde Graciela Morgade.
La educadora remarca que a las personas más jóvenes se les enseña que “los derechos se conquistan pero también se pueden perder”. Esto porque hay sectores de poder a quienes se les está tocando una base de estructuras de todo su pensamiento. “¿Pensábamos que no iba a haber reacción? –pregunta una vez más–. Lo que tenemos que hacer es prepararnos y profundizar la formación docente, las redes. En Chaco hubo una fuerte reacción”.
“¿Pensamos que el 29 de diciembre de 2020, a las 4 de la mañana, se acabó la lucha de las personas que están en contra del aborto? No se acabó; al contrario, empezó. Recomienza con otros bríos”, remarca Morgade la idea de resistencia y trabajo permanente.
Invita a no mirar para otro lado ante estas movidas antiderechos, a no subestimarlas, pero tampoco a sobredimensionar estos hechos, para no contribuir a darles prensa. “Hay que mantener una mirada de mucha organización, de mucha red entre las organizaciones, y ahí me refiero a los gobiernos, a la universidades, a los sindicatos docentes, a las organizaciones que tienen que ver con la militancia en temas sexogenéricos. Todo eso lo tenemos que profundizar porque todavía puede ser peor. Porque estamos tocando intereses que son estructurantes”.
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