Para muchos europeos es difícil comprender realmente la naturaleza del conflicto geopolítico que actualmente a tantos inquieta en Ucrania y, ante todo, saber quién es el máximo responsable. Sí, ya sé que la mayoría de los occidentales creerán que el responsable de lo que acontece en Ucrania es Rusia. La malvada Rusia. Sin embargo, la hemeroteca desnuda por completo esta opinión mayoritariamente difundida por los medios occidentales e insertada en las inocentes mentes de cientos de millones de personas. Porque lo cierto es que el problema actual, aunque goza de muchos cómplices, de millones de cómplices, solo tiene un responsable: Estados Unidos y su ansia de expansión imperial hacia el este de Europa mediante su brazo militar, la OTAN. Vamos con la tediosa, pero implacable, hemeroteca.
Fue entre 1990 y 1991 cuando los políticos occidentales más influyente engañaron a los rusos, a la entonces Unión Soviética, al respecto de sus intenciones en cuanto a la ampliación de la OTAN hacia la antigua Europa soviética y cuando, más importante todavía, confesaron públicamente que Rusia se podría sentir agredida ante una expansión occidental hacia el este y cómo, además, determinaron como esencial para la seguridad europea que ello no aconteciera. Entonces, se estaba negociando la reunificación alemana, la cual se produjo dentro de la OTAN a cambio de no incorporar a ningún país de la Europa Oriental a la OTAN. Una promesa repetida mil veces durante más de un año, olvidada en pocos meses y sepultada por los medios de comunicación occidentales. Los mismos que hoy hablan de libertad, democracia y derechos humanos. Y más importante todavía, de desinformación.
Y no fueron cualesquiera los que prometieron que la OTAN jamás se expandiría hacia el este de Europa y que ningún país perteneciente a la Unión Soviética entraría en la organización militar atlántica porque ello podría afectar a la seguridad de los rusos: George H.W. Bush, y su secretario de Estado, James Baker; el presidente de la República Federal de Alemania, Helmut Kohl, y su ministro de asuntos exteriores, Hans-Dietrich Genscher; la Dama de Hierro, Margaret Thatcher, el primer ministro del Reino Unido, John Major, y el ministro de Asuntos Exteriores británico, Douglas Hurd; el presidente de la República Francesa, François Mitterrand; el secretario general de la OTAN, Manfred Woerner; o el director de la CIA, Robert Gates.
El 31 de enero de 1990, el ministro de Relaciones Exteriores de Alemania Occidental, Hans-Dietrich Genscher, aseveró en un discurso público en Tutzing, Baviera, que los cambios en la Europa postsoviética y la reunificación alemana no supondrían ningún deterioro para los intereses de seguridad soviéticos por cuanto la OTAN descartaba una "expansión de su territorio hacia el este, es decir, acercándolo a las fronteras soviéticas". Además, Genscher aseguró que Alemania Oriental quedaría al margen de la estructura militar de la OTAN.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Las promesas fueron incumplidas. Polonia ingresó en la OTAN en 1999 junto a Hungría y la República Checa. No fueron los únicos, también las Repúblicas bálticas ingresaron en la OTAN y si Moscú no hubiera golpeado la mesa, hoy, Ucrania y Bielorrusia también formarían parte de la Organización Atlántica.
A esta línea de actuación se la conoció como "fórmula Tutzing" y fue el eje sobre el que gravitaron las conversaciones entre el presidente de la República Federal de Alemania, Helmut Kohl, y Mijaíl Gorbachov, líder de la Unión Soviética, que condujeron a la reunión del 10 de febrero de 1990 en Moscú que concluyó en el consentimiento soviético para la reunificación alemana dentro de la OTAN, siempre y cuando la Alianza Atlántica no se expandiera hacia el este. Meses después, en septiembre de 1990, el acuerdo fue firmado oficialmente. Ese mismo día, el canciller alemán afirmó: "Creemos que la OTAN no debería expandir la esfera de su actividad".
Más tarde, el ministro de asuntos exteriores británico, Douglas Hurd, aseguró al presidente soviético el 11 de abril de 1990 en Moscú que el Reino Unido reconocía "la importancia de no hacer nada para perjudicar los intereses y la dignidad soviéticos". Pero las promesas continuaron.
El secretario de Estado de los Estados Unidos, James Baker, garantizó el 9 de febrero de 1990 a Mijaíl Gorbachov que la OTAN no se movería "ni una pulgada hacia el este". Esta expresión la utilizó en al menos dos ocasiones más. En la mencionada reunión, Baker afirmó que "ni el presidente ni yo tenemos la intención de extraer ninguna ventaja unilateral de los procesos que están teniendo lugar" porque "no solo para la Unión Soviética, sino también para otros países europeos es importante tener garantías de que si Estados Unidos mantiene su presencia en Alemania en el marco de la OTAN, [esta no se moverá] ni una pulgada de la actual jurisdicción militar". Es decir, "ni una pulgada hacia el este".
Además, Baker garantizó que los países del Este de Europa no abandonarían el Pacto de Varsovia para unirse posteriormente a la OTAN y utilizó explícitamente el ejemplo de Polonia, señalando que los países del Pacto de Varsovia no podían abandonarlo un día y "unirse a la OTAN al día siguiente".
Por la parte soviética, Gorbachov dejó claro al propio Baker que cualquier tipo de avance de la OTAN hacia el este sería inaceptable: "Ciertamente cualquier extensión de la zona de la OTAN sería inaceptable". Una línea de pensamiento que siempre se mantuvo inalterable dentro del pensamiento ruso y que se vio agredida una y otra vez por Occidente.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Desgraciadamente, las promesas occidentales en la hemeroteca son tan innumerables como palpable es la falta de voluntad de los periodistas occidentales de recordarlas.
Porque, como todos sabemos, Polonia ingresó en la OTAN en 1999 junto a Hungría y la República Checa, año, además, en el que España se integró en la estructura militar de la OTAN en contra de lo explicitado en el referéndum celebrado en 1986. No fueron los únicos, también las Repúblicas bálticas ingresaron en la OTAN y si Moscú no hubiera golpeado la mesa, hoy, Ucrania y Bielorrusia también formarían parte de la Organización Atlántica. Lo que dejaría un escenario de un claro vencedor, la OTAN, y un claro perdedor, Rusia. Un escenario que Occidente intenta normalizar hoy, pero que dista un abismo de lo prometido hace treinta años.
Y es que James Baker aseguró el 4 de mayo de 1990 a Eduard Shevardnadze, ministro de asuntos exteriores soviético, que "el proceso no produciría ganadores y perdedores, sino una nueva estructura europea legítima, una que sería inclusiva, no exclusiva". Mensaje que reiteró en persona a Mijaíl Gorbachov el 18 de mayo de 1990 en Moscú cuando aseveró que "nuestras políticas no están dirigidas a separar a Europa del Este de la Unión Soviética. Teníamos esa política antes. Pero hoy estamos interesados en construir una Europa estable y hacerlo junto con usted [en referencia a Gorbachov]".
En el mismo sentido, el primer ministro francés, François Mitterrand, aseveró el 25 de mayo de 1990 a Mijaíl Gorbachov en Moscú que estaba "personalmente a favor de desmantelar gradualmente los bloques militares y crear condiciones de seguridad para usted, así como la seguridad europea en su conjunto".
También el presidente norteamericano, George H.W. Bush, prometió a Mijaíl Gorbachov el 31 de mayo de 1990 en Washington que "no tenemos intención, ni siquiera en nuestros pensamientos, de dañar a la Unión Soviética de ninguna manera. Es por eso por lo que estamos hablando a favor de la unificación alemana en la OTAN sin ignorar el contexto más amplio de la CSCE, teniendo en cuenta los lazos económicos tradicionales entre los dos estados alemanes. Tal modelo, en nuestra opinión, también corresponde a los intereses soviéticos".
Desgraciadamente, las promesas occidentales en la hemeroteca son tan innumerables como palpable es la falta de voluntad de los periodistas occidentales de recordarlas. Así, Margaret Thatcher afirmó al presidente soviético el 8 de junio de 1990 en Londres que darían "a la Unión Soviética la confianza de que su seguridad estaría asegurada". Posteriormente, Helmut Kohl le aseveró el 15 de julio de 1990 en Moscú que "sabemos lo que le espera a la OTAN en el futuro, y creo que ahora también lo sabes".
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Ración de mentiras ya han tenido más que suficientes, pues no olvidemos que las repúblicas bálticas ya están anexionadas al aparato militar norteamericano, mientras que Bielorrusia, Ucrania y Georgia sufren desde hace años fuertes presiones para ello. No es que Rusia exija por pretenciosidad, sino por desconfianza.
El primer ministro británico, John Major, aseguró a Gorbachov en marzo de 1991, a pregunta del ministro de Defensa soviético, Dimitri Yazov, sobre el ingreso de países de Europa del Este en la OTAN, que "nada de eso sucederá". En el mismo contexto, el secretario general de la OTAN, Manfred Woerner, aseveró a diputados soviéticos, en julio de 1991, que no se debería permitir "el aislamiento de la URSS de la comunidad europea" por lo que se mostró explícitamente en contra "de la expansión de la OTAN".
Es evidente, pues, que si Mijaíl Gorbachov aceptó la reunificación alemana dentro de la OTAN ello se debió a todas las garantías recibidas, las cuales aseveraban que los intereses de la Unión Soviética, la actual Rusia, no se verían en ningún caso mermados, ni, por supuesto, amenazada su seguridad de manera alguna.
Sin embargo, ya en esos momentos, los Estados Unidos pretendían la expansión hacia el este de Europa, lo que queda plasmado el 25 de octubre de 1990 cuando el Departamento de Defensa sugirió dejar "la puerta entreabierta" para la integración de los países de Europa del Este en la OTAN. Y lo que es más importante, el Departamento de Estado ya advirtió que tal expansión podría provocar consecuencias funestas, ya que se trataría de "una coalición antisoviética" que podría cambiar las relaciones amistosas con la Unión Soviética. Las consecuencias que, precisamente, en la actualidad estamos padeciendo.
Y es, precisamente, este arrinconamiento de Rusia, dado que la OTAN no solo se ha contentado con anexionarse la mayoría de Europa Oriental, sino que incluso ha ambicionado expandirse también a los países limítrofes con la propia Rusia: repúblicas bálticas, Bielorrusia y Ucrania en Europa o Georgia en Asia, lo que provoca los recelos de Rusia. Como son precisamente las mentiras occidentales las que han provocado que Rusia exija garantías por escrito. Ración de mentiras ya han tenido más que suficientes, pues no olvidemos que las repúblicas bálticas ya están anexionadas al aparato militar norteamericano, mientras que Bielorrusia, Ucrania y Georgia sufren desde hace años fuertes presiones para ello. No es que Rusia exija por pretenciosidad, sino por desconfianza.
En definitiva, es difícil engañar, violentar y agredir más a un país de lo que Occidente, especialmente Estados Unidos y la OTAN, ha engañado, violentado y agredido a Rusia en las últimas décadas. Esta es la realidad. No lo digo yo, lo dice Bush, Baker, Kohl, Genscher, Thatcher, Major, Hurd, Mitterrand, Gates o Woerner. Lo dice la hemeroteca de los propios medios occidentales que te desinforman.
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