Después de la explosión social del 11 de julio de 2021 en Cuba, las interpretaciones de los acontecimientos muestran más los presupuestos ideológicos de los autores que un análisis geopolítico. La crisis tantas veces anunciada[1], esperada por algunos, temida por otros, ya está ahí. Las esperanzas suscitadas por la apertura iniciada por Barak Obama, atenuando las brutales sanciones económicas financieras y comerciales impuestas desde hace seis décadas por Washington, se han demostrado vanas. Una vez cerrado el paréntesis Obama, la administración norteamericana ha vuelto a la doctrina expresada por Georges W. Bush, que consideraba a Cuba como “una amenaza para la seguridad americana”. La estrategia de estrangulamiento llevada a cabo por Trump ha continuado con su sucesor Joe Biden, a pesar de sus promesas electorales. Este último acaba de mantener a Cuba en la lista de Estados terroristas[2] y de agravar las sanciones, a causa de “la exportación de mano de obra con grandes índices de trabajo forzado, en particular en lo que se refiere a las misiones médicas en el extranjero” [sic]. El ensañamiento estadounidense nunca ha cesado. Y en lo esencial, la Unión Europea, que sufre la extraterritorialidad de las leyes americanas, le ha pisado los talones. Cualquier análisis serio de la revolución cubana debería partir de estos datos[3], aunque contextualizarlos no equivale a absolverlos.
Confrontado a dificultades económicas, sociales y políticas, el gobierno cubano ha tenido que hacer frente a una crisis sanitaria imprevista y sin precedentes. Un desafío que debe afrontar sin la autoridad y la legitimidad histórica de un Fidel Castro, cuando la pandemia de Covid, la interrupción de los flujos turísticos, la disminución de los ingresos procedentes de las brigadas médicas enviadas al extranjero, se suman a un embargo no compensado por la ayuda parsimoniosa de Rusia e interesada de China. Condenada a la supervivencia, ¿puede resistir sola esta isla? Hace poco más de medio siglo, Ernesto Che Guevara respondió a esta pregunta comprometiéndose en una azarosa expedición boliviana en condiciones que todavía hoy siguen siendo opacas. De cara al futuro, la revolución cubana, esta paradoja geopolítica, está condenada al cambio, ante un callejón sin salida que resume así un antiguo diplomático en La Habana:
Sin los subsidios venezolanos, el turismo y las remesas, Cuba no se las puede arreglar para comprar en el exterior el 80% de su consumo. Es cuestión aritmética... El Covid, el endurecimiento del embargo y el fiasco venezolano han puesto al día una cruel realidad. La ayuda podría haber venido de Biden, levantando las medidas tomadas por Trump por temor al caos, pero no va a ofrecer Florida a Trump en las próximas elecciones del semi-mandato. Los cubanos viven a pan seco y agua, racionados, sin otro margen de maniobra que abrir de golpe el sistema: sería el caos y un sálvese quien pueda garantizado. Todo el mundo lo sabe, todo el mundo lo teme, y todo el mundo intenta mantenerse bien que mal.
Un giro histórico, un nuevo dato socio-político
Las manifestaciones del 11 de julio de 2021 en Cuba han supuesto un giro en la historia de la revolución. Contrariamente a algunos relatos, la movilización de agosto de 1994 no era comparable con las del 11 de julio de 2021. Ni por su amplitud y extensión territorial, ni por sus consignas y su salida. En 1994, en el contexto de una crisis como consecuencia del final de las relaciones comerciales privilegiadas con la Unión Soviética, la explosión de una epidemia de neuritis óptica, las carencias alimentarias y los cortes de electricidad provocaron el éxodo de muchos cubanos. La intervención de la policía contra los boatpeople que partían para Florida provocó una manifestación hostil. Se rompieron cristales, hubo choques, pero la intervención de Fidel Castro, avanzando solo hacia los que protestaban, interrumpió la movilización popular. Se oyeron gritos de ¡Viva Fidel! El episodio fue contado por el escritor Manuel Vázquez Montalbán en su libro Y Dios entró en La Habana. Como ilustración simbólica de la dificultad de la sucesión en marcha, la repetición del gesto de Fidel Castro por parte del presidente Díaz Canel viajando a Antonio de los Baños, lugar de la primera manifestación el 11 de julio de 2021, sólo fue una pálida réplica.
Desde la victoria de 1959 nunca había habido en la isla manifestaciones de esta amplitud. Y lo más significativo, las reivindicaciones de los participantes mostraban su diversidad social y política. Aunque los gritos de ¡Abajo la dictadura! o ¡Libertad! se circunscribían a algunos grupos politizados hostiles al régimen, otros protestaban contra la penuria alimentaria, la pandemia o la falta de medicamentos. Sin olvidar la revuelta suscitada por la existencia de comercios especiales accesibles sólo para titulares de tarjetas de crédito en divisas.
Al cabo de los años la sociedad cubana se ha diversificado social y culturalmente, se ha fragmentado políticamente. Como constata Rafael Hernández, director de la revista TEMAS[4], existe
una crisis de normas y valores muy debatidos en diversos espacios y medios de comunicación públicos. El sentimiento de pertenencia se ha debilitado. Lo demuestra el desarrollo de la marginalidad en barrios y grupos subordinados, y también la proliferación de delitos en otros espacios sociales e institucionales donde se desarrolla la corrupción. En cuanto a la desesperación, el arte y la literatura difundidos en la isla son un buen reflejo de ello. El consenso es más heterogéneo, más frágil, el disenso está en adelante presente. Hoy día, los ciudadanos pueden juzgar a sus dirigentes, felicitarlos o burlarse abiertamente de ellos.
El gobierno fue cogido de improviso por el movimiento social de julio. La expansión de internet permitió el acceso a informaciones inaccesibles en otro tiempo, y las redes sociales facilitaron la difusión de los llamamientos a las manifestaciones, mientras que los dirigentes del Partido Comunista (PCC) quedaron prisioneros de un programa anticuado. Sin embargo, los acontecimientos del 27 de noviembre de 2020 deberían haberles servido de alarma de incendio, cuando una sentada de unos 300 artistas ocupó la sede del ministerio de Cultura para reclamar una reunión con el Ministro. Protestaban contra el Decreto-ley 349, en vigor desde 2018, que les obliga a registrar su actividad y su producción artística en el ministerio, amenazando su libertad de creación. Denunciaban también intervenciones policiales y la detención de raperos disidentes, como las de Denis Solís, Luis Manuel Otero Alcántara, dirigente del movimiento de oposición San Isidro, y después, el 18 de mayo de 2021, la de Maykel Osorbo. El número, la juventud y la diversidad de los artistas e intelectuales movilizados, así como la presencia entre ellos de partidarios de la revolución, fueron la señal de un malestar que superaba las simples esferas artísticas e intelectuales. Una alerta señalada por la historiadora Alina Bárbara López Hernández:
Antes del 11 de julio era evidente que Cuba necesitaba emprender un camino que produjera cambios sustanciales de su desgastado modelo económico y político. La explosión social ha puesto en evidencia la urgencia de este itinerario.
Antes incluso de la explosión de la pandemia, la sociedad cubana se enfrentaba a múltiples crisis: crisis económica y social agudizada por los disfuncionamientos burocráticos de la administración, crisis del PCC, esclerotizada carcasa política, crisis generacional tras el prolongado mantenimiento en el poder de la generación histórica. Los debates ideológicos que atraviesan a la izquierda continental, el nuevo constitucionalismo latinoamericano, las exigencias ecológicas, el reconocimiento de las minorías LGBT, impregnan a las nuevas generaciones cubanas a contracorriente de los discursos oficiales.
La sociedad cubana ha cambiado. Ya no está dividida entre revolucionarios y contrarrevolucionarios, como lo estuvo durante los primeros años, cuando los anticastristas intentaron en 1961 invadir la isla en Bahía de Cochinos. Desde los años 1960, la historia ha seguido su curso, se han sucedido cuatro generaciones. La mayoría de la población ha nacido después de la revolución, no ha conocido la dictadura de Batista, tampoco se ha beneficiado de la versión cubana de los treinta gloriosos. Entre 1960 y 1990, gracias a las relaciones comerciales benéficas con la URSS, la población se benefició de una sanidad, una educación y una protección social gratuitas y universales, de un nivel de vida caracterizado por el pleno empleo y por el derecho a una jubilación decente. Los más pobres, sobre todo la población negra, conocieron un ascenso social espectacular. El bienestar modesto estaba asegurado por un nivel de vida austero, aunque tranquilizador, reconocido como tal por los habitantes. Para los intelectuales y artistas, sin embargo, fue una época sombría, calificada de quinquenio o decenio gris, marcada con el sello de la censura.
Pero desde el hundimiento de la Unión Soviética, en este inicio de siglo XXI, las jóvenes generaciones sólo han conocido -a excepción de la primera década latinoamericana con la elección de Hugo Chávez en Venezuela- una sucesión de crisis. Las causas de la quiebra del socialismo real, la planificación burocrática, la amplitud y gravedad de los crímenes del estalinismo, nunca han sido analizadas oficialmente. La implosión de la Unión Soviética fue atribuida por algunos dirigentes a un complot de la CIA o a la credulidad de Gorbachov ante la promesa de George H. Bush de no cuestionar el statu quo de Alemania oriental y de Berlín. El intento de golpe de Estado por parte de los generales del ejército soviético contra Gorbachov en agosto de 1991 no fue condenado por Fidel Castro. Lejos de sacar lecciones de estos acontecimientos, en 2002, diez años después de la desintegración soviética, hizo adoptar un artículo constitucional declarando al socialismo “irrevocable”.
El respiro que concedieron los acuerdos petroleros, en condiciones extremadamente favorables, con Hugo Chávez a comienzos del siglo XXI (sin olvidar los acuerdos negociados con el Brasil de Lula), no iba a durar. La muerte de Chávez en 2013 y las fluctuaciones a la baja de los precios de las materias primas, y sobre todo del petróleo, iban a cambiar brutalmente las cosas. Los recursos financieros conseguidos con el envío de brigadas médicas cubanas a América Latina en particular estaban sometidos a las incertidumbres de la coyuntura política, caracterizada por los reveses sufridos por los gobiernos nacional-populares. Los atolladeros estructurales del sistema eran patentes, agravados por la dependencia de las importaciones alimentarias.
Una vez más, la necesidad de un apoyo externo mostraba la vulnerabilidad de la revolución cubana. El turismo -la industria sin humo- fue promovido entonces como vector rápido de recuperación de las indispensables divisas. Pero su desarrollo vino acompañado de desigualdades sociales y raciales. Los tour-operators extranjeros excluíoan a menudo del trabajo en los hoteles a los cubanos negros.
Fidel Castro, poco adepto al turismo, cuyos efectos deletéreos temía, aunque forzado por las condiciones económicas y financieras, intentó recuperar el proyecto igualitario de la revolución. En 1999, emprendió una batalla política e ideológica, la batalla de las ideas, en defensa de la justicia social y de la soberanía nacional. Pero su voluntarismo y loss excesos de sus protagonistas, sobre todo por parte de dos dirigentes de la Juventud Comunista, Carmen Rosa y Hassan Pérez, asimilados a veces a guardias rojos, aparecieron pronto como incoherentes, desordenados y contraproducentes. Las críticas hacia el comandante jefe quedaban sin embargo amortiguadas, discretas. Se explicaban por sus problemas de salud -su enfermedad y, después, la caída en 2004-, sus discursos rememoraban las hazañas de Sierra Maestra. Algunos jóvenes le atribuyeron entonces un apodo, el loco. El carisma del Comandante jefe se había rutinizado[5], al mismo tiempo que sus repetidos cambios de orientación económica, un paso adelante y dos pasos atrás, habían contribuido a desorganizar la planificación.
De Fidel a Raúl, los desafíos de la sucesión
Gravemente enfermo en 2006, Fidel Castro cedió la Presidencia a su hermano Raúl en 2008. La sucesión política, prevista desde hacía mucho tiempo, se desarrolló sin problemas. Pero la política económica iba a bifurcar. Veinte años después del final de la URSS, la crisis económica crónica imponía reformas.
La estrategia propuesta por Raúl Castro reforzaba el papel concedido al mercado, con la ampliación del sector privado y la apertura al capital extranjero. Fidel Castro sólo se había unido con reticencia a esta estrategia, calificando las reformas de “arma de doble filo”. La aceleración de las reformas mercantiles y, después, las negociaciones secretas con la administración Obama -cuyas ilusiones criticó Fidel Castro en un artículo de título irónico, “El Hermano Obama”- eran el signo de un giro político. Sin embargo, la sucesión se desarrollaba sin aparentes conmociones, y los dos dirigentes preservaban la unidad de la dirección. Pero los cubanos más atentos se preguntaban: ¿raulistas o fidelistas?
¿Cómo pasar de un liderazgo carismático a una legalidad institucional a la que Fidel Castro hacía poco caso, pero que Raúl Castro, considerado pragmático, parecía encarnar? ¿Cómo reformar sin desestabilizar? La sucesión estabilizó el funcionamiento institucional y aceleró el curso de las reformas mercantiles. En una década, bajo la presidencia de Raúl Castro, el país conoció una transformación económica y social.
Designado el 31 de julio de 2006 como su sucesor provisional por un Fidel Castro enfermo, Raúl Castro fue elegido presidente dos años más tarde. En una comunicación solemne, Fidel Castro había organizado el ínterin. Los términos de la “Proclamación al pueblo de Cuba” no tenían ambigüedad: Raúl Castro debía ocupar “a título provisional” las funciones de Primer secretario del Comité Central, de Comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y de Presidente de la República. Los otros responsables políticos designados para acompañar a Raúl Castro eran encargados del seguimiento de los programas de salud, de educación y de la revolución energética. Carlos Lage, primer ministro de hecho, Felipe Pérez Roque, Ministro de Asuntos Exteriores, Machado Ventura, Esteban Lazo, José Ramón Balaguer, Ministro de Salud, eran miembros del Buró Político[6]. Acusados de haber mantenido posiciones críticas en presencia de un adversario político, Carlos Lage y Pérez Roque fueron depuestos de sus responsabilidades por Raúl Castro, y después sustituidos por fieles procedentes del Ministerio de las Fuerzas Armadas (MINFAR) que él mismo había dirigido durante medio siglo.
La comunicación solemne de Fidel Castro terminaba así: “La batalla de las ideas continuará yendo adelante”. Una consigna que no sería respetada por su sucesor. Fidel Castro abandonó todos sus títulos y sus mandatos, definiéndose en adelante como un “soldado de las ideas”. Desde entonces, intervendría regularmente en Granma, el periódico del PCC.
Desde 2007, la concepción raulista de las reformas se precisa. Desde los años 1990, el “perfeccionamiento de las empresas” ya había instaurado en las empresas gestionadas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) criterios de gestión con vistas a aumentar su rentabilidad y su productividad y reestructurar sus objetivos. Calificados como “el cambio económico más transcendental de la economía cubana”, los artesanos de las reformas se inspiraron en ellos para ampliar su campo de aplicación. Para Raúl Castro se trataba de poner en marcha “cambios estructurales y de concepto”, “sin prisa, pero sin pausa”. Las nuevas orientaciones económicas (lineamientos) definidas por el gobierno iniciaron un proceso cuya dinámica socio-política superaría el proyecto económico inicial. Para sus partidarios, el espacio ampliado concedido al mercado debía volver a dar una nueva viabilidad al socialismo cubano e impulsar el desarrollo del sector privado en el marco de una economía mixta, otorgando una autonomía inédita a las empresas de Estado. El adelgazamiento de efectivos previsto para estas empresas afectaba a 500.000 puestos de trabajo. Se trataba de “liberar las fuerzas productivas”, eliminar las restricciones que frenaban el desarrollo del sector privado, que debía absorber los asalariados disponibles, un eufemismo para designar a los trabajadores despedidos. El desarrollo de las actividades privadas debería permitirles volver a encontrar un empleo[7]. Pero en el año 2000 estas reformas no siempre habían dado los resultados esperados[8]. A excepción de una minoría que se enriqueció, no se tradujeron en mejoras de la vida cotidiana de la población. Sin embargo, como constata la socióloga Mayra Espina[9],
bajo los efectos de la crisis y de los cambios políticos, las reformas en Cuba han modificado la estructura tradicional del socialismo basado en la centralidad del Estado como empleador y proveedor de bienes y servicios, y ello ha favorecido formaciones sociales heterogéneas, ampliando las diferencias de renta y de acceso al bienestar.
La actualización del socialismo: socialismo, mercado y propiedad privada
Aún cuando se cuestionaba la nacionalización completa de las actividades económicas artesanales, incluidos los comercios y servicios de proximidad, decidida por Fidel Castro en 1968 durante la ofensiva revolucionaria[10], la necesidad de desarrollar la economía de mercado no era compartida en la cumbre del Estado[11]. ¿Cómo combinar “la necesidad de diversificar las formas de propiedad y de gestión de la economía y preservar el sistema socialista”?[12] El debate sobre la estrategia económica y sus consecuencias políticas se prolongaría durante más de una década. El economista cubano Antonio Romero lo resume así:
La transformación gradual del sistema de propiedad es uno de los ejes políticos más importantes para la evolución del modelo económico cubano. El papel del sector privado nacional ha estado en el centro de los debates... en un contexto en que la perspectiva que sigue siendo mayoritaria es la de un modelo alternativo al capitalismo donde deben coexistir armoniosamente la eficacia económica y la justicia social. El papel del mercado y la necesidad de modificar radicalmente los principios y las prácticas de la planificación que son un obstáculo al desarrollo de las fuerzas productivas hoy están en el centro de las discusiones en Cuba, sin olvidar otros desafíos como la unificación monetaria y los tipos de cambio[13].
Estos intercambios de orden interno alcanzaron una agudeza sin precedentes desde el gran debate público organizado en los años 1960 por Ernesto Guevara. La articulación entre mercado y planificación, la extensión de la esfera mercantil, la disminución de las subvenciones concedidas a las empresas públicas deficitarias, han sido discutidas en los tres últimos congresos del PCC. Las orientaciones adoptadas han sido sucesivamente actualizadas, y después conceptualizadas. Formulaciones que han suscitado demandas de clarificación para eliminar las ambigüedades del modelo de socialismo de mercado propuesto. Para el sociólogo Juan Valdés Paz, este nuevo modelo económico debía asociar imperativamente reformas económicas y democráticas. Pero esta opinión no era compartida por muchos cuadros dirigentes del partido.
La actualización del socialismo ha modificado la naturaleza del proyecto social de los inicios de la revolución. Las sociólogas cubanas Mayra Espina y Dayma Echevarria recuerdan que, aunque su objetivo inicial era “avanzar progresivamente hacia la igualdad, la estrategia implícita de las reformas hace de la centralidad de la equidad el horizonte de las políticas sociales”. Una novedad, porque ya no se trata de igualdad y de solidaridad, sino sólo de “disminuir las desigualdades extremas o ilegítimas”[14]. Raúl Castro critica públicamente el “igualitarismo” y el “paternalismo” y alaba los méritos de la “equidad”. Preconiza una política social dirigida hacia los más pobres. Una concepción resentida por estos últimos como una caridad humillante y discriminatoria. Para el nuevo presidente, en Cuba hay que acabar con prácticas que “permiten vivir sin trabajar”, palabras acusadoras que suscitaron muchas protestas.
Otro cambio, la reconfiguración del sistema de propiedad que introduce formas de propiedad no estatales, el micro empresariado, la creación de micro, pequeñas y medianas empresas privadas (PYMES) cubanas o extranjeras. Cambio también del papel del Estado en la redistribución de las políticas sociales. Ya no es el único empleador ni el único garante de los ingresos de los trabajadores o de su seguridad social. Se recomienda la supresión gradual de los productos subvencionados de la libreta de racionamiento, de las “gratuidades indebidas” y de las “subvenciones excesivas”. Esta política destinada a combatir las “desigualdades ilegítimas” se parece a una política asistencial, no tiene precedente en las políticas sociales anteriores cuya columna vertebral era la solidaridad, lo que contribuyó a la resistencia popular. Las consecuencias sociales de la “actualización” han sido subestimadas. Mayra Espina y Dayma Echevarria se preguntan por la pobreza que golpea a amplios sectores de la población, una pobreza calificada de “vulnerabilidad” en los discursos oficiales. Destacan la escasez de referencias a las desigualdades de raza y de género, y sus consecuencias en términos de empleo, vivienda e ingresos. La pobreza y las desigualdades han afectado a las categorías más desfavorecidas, las personas mayores, las madres solteras, las personas negras y mestizas. La introducción de criterios selectivos ha transferido a las familias responsabilidades antes asumidas por el Estado. Como indica Rafael Hernández,
las protestas [de julio de 2021] son una lección para quienes quieran comprenderlas. Pueden enseñar a algunos economistas que el éxito de las reformas no depende sólo de la resolución técnica de la planificación, del mercado, de la empresa de Estado socialista o del sector privado. Hay que tratar también problemas referidos a la redistribución de las rentas, la estratificación del consumo, los espacios económicamente luminosos u oscuros que están asociados a ello, las desigualdades territoriales y locales, el estado de las fuerzas productivas que son los trabajadores.
Raúl Castro ya lo había recordado en su informe central al 8º Congreso del PCC: “No es superfluo reiterar que las decisiones económicas no pueden en ningún caso generar una ruptura con los ideales de justicia y de igualdad de la Revolución”. Una ruptura que está inscrita en la dinámica de estas reformas. Además, estas reformas han traído consigo tensiones persistentes entre los cuadros políticos y administrativos del PCC y quienes por su posición económica son favorables a la “actualización” del modelo. Los proyectos de reducción del aparato de Estado, de su papel político, los cambios económicos y los ajustes ideológicos provocan muchas resistencias en el seno de la burocracia del partido. “Su condición económica y social está amenazada por proyectos que ofrecen un mayor lugar a la autonomía de las empresas y limitan el papel del PCC en su seno”, constata Andrés Serbin. “La cultura burocrática existente, las instituciones verticales y rígidas y algunos de los actores ligados a estas estructuras son un obstáculo a las reformas en curso. Eso permite a sectores del aparato del PCC y de la administración bloquear las reformas no aplicándolas; aunque no siempre cuestionan públicamente el proceso”[15]. Raúl Castro no ha ahorrado críticas hacia esta “vieja mentalidad”, aunque sin definir su significado.
Las reformas anunciadas en 2007 debían garantizar una cierta prosperidad económica. Para explicar su lentitud y sus dificultades, algunos responsables critican el retraso habido en su aplicación y las marchas atrás. El 16 de abril de 2016, en la inauguración del 7º Congreso del PCC, Raúl Castro rechazó determinadas fórmulas de privatización de la economía cubana. Y a comienzos del mes de agosto de 2017, el gobierno suspendió por tiempo indefinido la concesión de licencias a los cuentapropistas[16] (trabajadores autónomos), suscitando el desacuerdo de varios economistas cubanos[17]. Frente a la especulación y al auge del mercado negro, el gobierno decidió restablecer el control de los precios de los productos básicos e impuso a los transportistas privados la entrega de sus mercancías en los mercados públicos, paralizando sus entregas al sector privado. La mayoría de los vendedores ambulantes perdieron entonces sus licencias y desaparecieron de la calle. Pero las dificultades de aprovisionamiento persistieron, reaparecieron las colas, y con ellas la protesta popular.
Estos frenazos no dejaron de suscitar especulaciones e interrogaciones. ¿Se limitó la acumulación de capital y la concentración de riquezas en Cuba por razones ideológicas, como afirmaron algunos críticos? ¿O bien hay que incriminar, como hace el historiador cubano Roberto Regalado, a “la resiliencia de los manuales soviéticos en Cuba, el vacío teórico y práctico que el PCC arrastra formalmente desde su 4º congreso en 1991, e incluso desde 1986”?[18] Una persistencia que se explica por la formación inculcada en las escuelas de cuadros del PCC sobre la base de manuales de inspiración estaliniana, ya denunciados por Che Guevara a comienzos de los años sesenta. Si bien ello no explica todo. A diferencia de China o de Vietnam, tantas veces citados, el debilitamiento de la solidaridad y los vínculos sociales amenaza la cohesión nacional y la estabilidad del régimen. La proximidad de la diáspora cubana establecida en Florida en el territorio del enemigo hereditario, la radical hostilidad de sus sectores más poderosos, su influencia electoral en un swing state [estado oscilante o indeciso] cuyo peso resulta decisivo en la elección presidencial norteamericana, hacen muy difícil la normalización necesaria de las relaciones con un mercado situado a 200 kilómetros de las costas cubanas.
La pandemia y la crisis sanitaria han sido el revelador y el detonante de la explosión social, agravada por la falta de medicamentos y de material médico y quirúrgico a causa del embargo de Estados Unidos. En agosto de 2021, en una reunión por videoconferencia con las provincias, el Presidente Miguel Díaz-Canel indicaba: “Estamos al límite de nuestras capacidades de infraestructuras, de medicamentos y de oxígeno”.
La prioridad al turismo, cuestionada
Para hacer frente a la crisis, el turismo, que representa una importante fuente de ingresos en dólares, se convirtió desde los años 1990 en la locomotora de la economía cubana. Esta opción estratégica, reforzada por la normalización de las relaciones con Washington bajo la presidencia de Barak Obama en 2014, era impopular en algunos sectores de la población[19] que no se beneficiaban de ello. Hoy día está cuestionada. Cuba está devastada por la pandemia. Según la Organización Mundial de Turismo (OMT), las llegadas de turistas internacionales se redujeron en 2021 un 65% respecto a 2020, “pero las autoridades cubanas, que habían controlado eficazmente la pandemia el año anterior, en la búsqueda desesperada de divisas, este año permitieron de nuevo el acceso a Cuba de turistas procedentes de Rusia. Los contagios estallaron y Cuba tuvo más casos de Covid por habitante que todas las grandes naciones latinoamericanas”, según Financial Times. La isla ha tenido un número creciente de personas contagiadas y de pérdidas de vidas humanas[20]. Sin embargo, en noviembre de 2021, la aceleración de la vacunación permitió limitar las restricciones. Denunciada como una espiral infernal cuyos beneficios son aleatorios, la prioridad dada a la industria sin humo es criticada por muchos economistas cubanos. Pedro Monreal[21] alerta sobre “los millones de pesos que el gobierno ha gastado en la construcción de hoteles turísticos (mayoritariamente con empresas mixtas de capital extranjero), hoteles que ya antes de la pandemia estaban ocupados muy por debajo de sus capacidades, mientras la agricultura no se beneficia de inversiones públicas”. El investigador Mario Valdés Navia compara la importancia de las inversiones inmobiliarias concentradas en el turismo y el descenso en las efectuadas para la salud pública:
Entre 2016 y 2020, las inversiones en salud y seguridad social han disminuido en dos tercios. Durante el mismo período, las inversiones en empresas, actividades inmobiliarias y alquileres se han multiplicado por 2,5. Esta cantidad extraordinaria se ha invertido a pesar de que las capacidades ya instaladas de los hoteles sólo hayan estado ocupados a la mitad durante estos últimos años[22].
Para Valdés Navia, “la disminución de los presupuestos sociales se explica también por la elevada cantidad del pago de la deuda exterior renegociada bajo la presidencia de Raúl Castro a partir de 2015, para cumplir sus compromisos con el Club de París”. Reembolsos muy onerosos, aceptados en la perspectiva de una normalización a largo plazo con Washington que resultaría ilusoria.
El servicio de la deuda entre 2009 y 2018 pasó del 3% al 12% del PIB. Para alcanzar estos resultados, el gobierno aplicó una política de ajuste a la cubana, contrayendo el sector de Estado y reduciendo drásticamente el presupuesto de gastos y de importaciones, lo que restringió la oferta de bienes de consumo en el mercado interior, en particular la alimentación, a falta de reformas que habrían podido estimular a los productores nacionales. Otras medidas afectaron a la alimentación, como el cierre de las cantinas obreras y su sustitución por una asignación limitada a algunos sectores. Otras restricciones a las ayudas sociales afectaron a las personas más mayores, los más vulnerables[23].
El papel del Ejército
La responsabilidad y los intereses de GAE.SA, el Grupo de Administración de Empresas militares, están en cuestión a causa de las opciones económicas efectuadas, sobre todo la importancia de las inversiones hoteleras. Julián Pérez Rodríguez, profesor jubilado, se subleva contra “el poder absoluto que concentran los organismos militares, cuyas entidades económicas -GAE.SA, el conglomerado empresarial más importante de la isla- operan con una discrecionalidad total, ni siquiera están sometidos a auditoría por parte de la Oficina de Control general de la República, y no dan cuentas siquiera a la Asamblea Nacional Popular (ANPP)”[24]. El sociólogo Hiram Hernández Castro acusa a “los grupos poderosos que hoy día, protegidos por la ausencia de medios de comunicación realmente públicos, privatizan los intercambios económicos en su beneficio”[25].
El ascenso de GAE.SA se aceleró tras el hundimiento de la URSS. Las FAR tuvieron que reducir sus efectivos y autofinanciarse. Para financiar sus necesidades, multiplicaron sus actividades económicas, que se extendieron progresivamente y se han hecho permanentes. Hoy día, GAE.SA controla una gran parte de la industria turística gracias al grupo Gaviota, que posee agencias de viajes, alquiler de vehículos e instalaciones hoteleras, en su mayor parte gestionadas por 14 cadenas internacionales gracias a acuerdos de administración y de comercialización[26]. Según un informe de la Oficina de Asuntos Económicos y Comerciales de la Embajada de España, GAE.SA incluye también empresas de export/import, empresas de construcción militar que invierten en algunos países de África, como Angola. Gestiona supermercados de ventas en divisas. La corporación Cimex agrupa comercios detallistas, estaciones de servicio, una red de cafeterías, así como un importante banco (el Banco Financiero Internacional) y la Zona Franca de desarrollo en el puerto de Mariel[27]. A falta de datos oficiales, las estimaciones sobre el peso de GAE.SA en la economía varían; para algunos representaría hasta el 60% de la economía de la isla. Emilio Morales, director del Havana Consulting Group, afincado en Miami, considera esta apreciación sobrevalorada por la gran visibilidad de la actividad turística. Destaca que GAE.SA no participa en sectores clave de la economía cubana, el níquel, el tabaco, el ron, las biotecnologías. En su opinión, la participación de GAE.SA podría representar entre un 30% y un 40% de la economía cubana, aunque un 90% en el comercio detallista en dólares. En cualquier caso, es una proporción considerable y que produce inquietud. La opacidad de las actividades económicas y financieras de GAE.SA suscita tanta más desconfianza por el hecho de que muchos cuadros procedentes de las FAR están presentes en las instancias dirigentes. El presidente de GAE.SA, el general Luis Alberto Rodríguez López-Callejas[28], antiguo yerno de Raúl Castro, es miembro del Buró Político desde el último congreso del PCC, confirmando así el papel clave de la institución como garante de la estabilidad política.
Una legitimidad social y política debilitada
Bajo la presidencia de Raúl Castro, el pacto social y el discurso igualitario puestos en valor desde 1959 se modificaron profundamente. Subrayando “la urgencia de cambios estratégicos en la economía, incluyendo la apertura y el apoyo a la iniciativa privada”, el primer secretario del PCC respondió a las inquietudes precisando que “no se autorizaría la acumulación de capital por los propietarios privados y que la planificación tendría prioridad sobre el mercado”[29]. Afirmaciones no confirmadas por las decisiones posteriores.
En el plano político, en el 6º congreso del PCC, el primer secretario del PCC había suscitado muchas esperanzas al llamar a “forjar un consenso democrático sin excluir las opiniones divergentes”[30]. Destacaba así la necesidad de “eliminar la mentira y los engaños de los funcionarios”. Exhortaciones que quedaron en letra muerta.
El llamamiento al voluntarismo, a la moral, contra los privilegios de algunos dirigentes o de sus familias, quedaron sin efecto en ausencia de espacio democrático público que permitiera denunciarlos.
En doce años de presidencia, el gradualismo reivindicado por Raúl Castro, lleno de eufemismos y de contradicciones en el discurso oficial, acabó por hundirse. Para Raúl Castro, los riesgos sociopolíticos ligados a la extensión de las reformas mercantiles podían ser controlados por el PCC bajo reserva de algunos ajustes internos. Equivalía a no tener en cuenta la fuerza social de una poderosa burocracia, que hoy día incluye a mandos militares investidos en empresas del Ejército cuyo prestigio se ha reducido. La ilusión de desburocratizar una burocracia sólidamente instalada en sus posiciones de poder ha perdido credibilidad. Al cabo de los años, el poder de las élites se ha reforzado. Sus privilegios, nada comparables desde luego con los de la ex-URSS, se han vuelto más visibles. Su modo de vida en materia de vivienda, de coches, de misiones en el extranjero, de acceso a la alimentación y a cuidados sanitarios de mejor calidad, difiere del que tiene la mayoría de los cubanos. Y estas desigualdades percibidas por la población corroen el sentimiento de unidad nacional. Las advertencias de Che Guevara contra los privilegios han sido olvidadas por los responsables cubanos[31].
La promoción de reformas empresariales inspiradas en métodos de gestión capitalistas ha tenido consecuencias cuyos efectos colaterales, sociales y políticos, se hacen sentir hoy. Las medidas adoptadas en enero de 2021, en plena pandemia, sobre la reorganización monetaria (Tarea ordenamiento) son muy criticadas[32]. Con el objetivo de poner fin a la multiplicidad de tipos de cambio, ha provocado una severa devaluación de la moneda nacional. Ha inducido un aumento sin precedentes de la pobreza y de la polarización social[33]. Ha alimentado una inflación, evaluada por el economista Pavel Vidal[34] en 2021, del 470%, o de más del 500% para el primer semestre por un diplomático francés, y ha afectado directamente al consumo de los más pobres. Fundamentalmente fueron éstos quienes bajaron a la calle el 11 de julio de 2021. La existencia de entidades comerciales donde se venden productos de primera necesidad accesibles sólo a titulares -minoritarios- de tarjetas de crédito en divisas, ha suscitado un profundo malestar y la desesperación de los dejados a su cuenta.
Muchos cubanos han creído posible un futuro mejor, pero todos los proyectos aplicados han fracasado y los que se aplican con obstinación no tienen ninguna perspectiva”, comenta Teresa Díaz Canals[35].
Las manifestaciones del 11 de julio mostraron que el régimen no sólo estaba amenazado en el exterior, sino que también está fragilizado en el interior. El nuevo gobierno de Miguel Díaz Canel está confrontado a desafíos, a plazos imperativos, ya citados sin embargo por Raúl Castro el 26 de julio de 2007: “O rectificamos, o se acaba el tiempo de andar al borde del precipicio y nos hundimos, y con nosotros los esfuerzos de generaciones enteras”. Advertencias ya formuladas por Fidel Castro desde 2005, aunque no cuestionen el propio sistema político.
Más de una década ha transcurrido, se han votado resoluciones, han tenido lugar consultas populares, pero la actualización del socialismo se ha traducido en virajes de estrategia económica y en decisiones a la vez autoritarias y desordenadas. Después del hundimiento de la URSS, la elección de Hugo Chávez y de los gobiernos nacionales populares en América Latina permitieron una modesta recuperación. Pero la coyuntura en América Latina ha cambiado. Apoyada por la ofensiva del senador Republicano Marco Rubio y otros cubano-americanos de Florida, la administración americana ha puesto en marcha una estrategia combinada de sanciones con vistas a estrangular tanto a Caracas como a La Habana. Ahora bien, el 40% de los intercambios cubanos se realizan con Venezuela. La crisis venezolana es también una crisis cubana. La falta de petróleo ha provocado la vuelta a apagones de siete o más horas. Los intercambios económicos y financieros muy favorables establecidos con Brasil, anteriormente segundo socio comercial regional bajo las presidencias de Lula y de Dilma Roussef, quedaron interrumpidos por el golpe de Estado institucional que permitió la elección de Bolsonaro.
A excepción de Corea del Norte y de Irán, ningún país está sometido a sanciones comparables. Pero Cuba es una isla y no tiene, ni mucho menos, los recursos de estos dos Estados. Y su proximidad geográfica con EE UU le hace infinitamente más vulnerable. La revolución triunfó defendiendo la soberanía nacional y la justicia social, dos pilares que a pesar de su aislamiento le permitieron sobrevivir. Pero la redistribución socializada, respondiendo a las necesidades colectivas por medio de la protección social y los servicios públicos, ha sido considerada demasiado igualitaria y a la vez paternalista. Este apoyo social se ve hoy gravemente amenazado por las reformas en curso. Su puesta en marcha amenaza con segar uno de los dos pilares sobre los que se basa el régimen.
Un debate estratégico escamoteado
El debate sobre la estrategia económica existe dentro del aparato del PCC. No ha repercutido en los medios de comunicación oficiales, pero da lugar a muchos intercambios en los numerosos blogs y redes sociales. Internet es accesible desde hace tres años, sobre todo en las zonas urbanas. Se puede distinguir, de forma sumaria, tres corrientes de pensamiento.
La orientación del gobierno la expresa el ministro de Economía y de Planificación, Alejandro Gil, para quien “hay que limitar la concentración de la riqueza que define el modelo que hemos concebido, una economía mixta de mercado”[36]. Una inspiración que proviene de Vietnam, cuya experiencia, llamada socialista, es valorada, aunque adaptada a las condiciones cubanas. La liberalización económica debe preservar los sectores estratégicos de la economía, pero legalizando las Mipymes (microempresas, TPE-PME), lo que ha sido confirmado por el gobierno del Presidente Díaz Canel. El Consejo de Estado ha aprobado el decreto que autoriza la creación de microempresas (de 1 a 10 empleados), pequeñas empresas (11 a 35 asalariados) y empresas medianas (hasta 100 empleados), ya sean privadas, pertenecientes al Estado o mixtas (Estado/sector privado). Varios sectores considerados estratégicos, como la producción de azúcar, agua mineral, tabaco, salud, medios de comunicación, internet, educación, energía, informática, sector inmobiliario, quedarán excluidos. Sólo los cubanos o extranjeros que residen de manera permanente en la isla podrán crear o ser accionistas de estas Mipymes. Los funcionarios del Estado o del gobierno no podrán ser socios o accionistas de estas nuevas empresas. Esta orientación no cuenta con la unanimidad en el seno del PCC, hay cuadros y militantes que temen su potencial desestabilizador y contestan las concesiones hechas a los cubanos de una diáspora vilipendiada en otro tiempo. El Estado ha lanzado un llamamiento para que éstos inviertan en la isla.
Una segunda posición considera que sólo la extensión del mercado puede resolver los problemas de la economía. Sus partidarios critican la tibieza de unas reformas que no van bastante lejos, ni son suficientemente rápidas, no conectan con las cadenas de valor y no favorecen lo suficiente las inversiones extranjeras, en la perspectiva de una economía de mercado estable y viable. “Limitar la concentración de la riqueza es un pobre argumento”, afirma el economista Mauricio de Miranda (IJC), “es un modelo que no nos ha permitido desarrollarnos y es responsable de la persistencia del subdesarrollo, no ha estimulado las fuerzas productivas y representa un freno para ellas, ya que limita el potencial de la empresa por consideraciones dogmáticas, por una parte, y los intereses de la burocracia por otra”[37]. Una posición que hace abstracción de los riesgos sociales y minimiza las restricciones de las sanciones americanas. Más allá de la contestación del régimen y del sistema político en vigor, Miranda diseña un proyecto alternativo sin contemplar la oposición que suscitaría por parte de la administración americana, salvo que se satisfagan sus exigencias. Por recordar, cuando en 2009 el presidente hondureño Manuel Zelaya quiso modificar el orden constitucional con el objetivo de limitar la capacidad de intervención de Washington en su país, Honduras, un golpe de Estado puso rápidamente fin a este intento de manera expeditiva. Se podrían multiplicar los ejemplos en América Latina.
Otra sensibilidad política, la de la izquierda crítica, acusa a la burocratización de las instituciones, al autoritarismo ejercido en todos los ámbitos por el PCC. Y llama a una refundación del socialismo cubano, a una democratización radical de las instituciones como condición de un nuevo desarrollo emancipador. Considera que los errores de la estrategia gubernamental no son sólo económicos, sino políticos. Esta orientación está presente entre intelectuales y algunos cuadros del partido que animan muchos blogs, pero también está latente en una parte de la poblaciónque defiende las conquistas de la revolución.
Pero estas corrientes de pensamiento no son homogéneas, Valdés Navia resume así las divergencias: “están los que pretenden eternizar el actual modelo socialista, estatalista/burocrático, los que quieren reformarlo para hacerlo verdaderamente democrático y participativo, los que quieren destruirlo hasta que no quede nada de la revolución cubana”[38].
Evoluciones políticas indispensables
A la gravedad de la crisis económica y social se añaden las exigencias democráticas. A pesar de numerosas advertencias, el gobierno ha ignorado las reivindicaciones políticas de las nuevas generaciones. Ha dado muestras de una miopía cortoplacista, consecuencia de la hiperestatalización, la rigidez y el conservadurismo de quienes, como señala el politólogo Aurelio Alonso, “habían aprendido las reglas burocráticas que les permitían mantenerse en el poder”[39], y llevado el desarrollo económico del país a una situación de asfixia crónica con graves consecuencias sociales[40]. El funcionamiento de las instituciones del Poder Popular, de la Central de Trabajadores Cubanos (CTC) y de los responsables del PCC en las empresas es cada vez más criticado. En Cuba Debate, una web oficial del gobierno, Miguel Alfonso Sandelis se pregunta: “¿Por qué han tenido lugar reuniones oficiales con jefes y participantes cuidadosamente seleccionados, con intervenciones delimitadas? ¿Por qué hay lugares donde la atención a la base, a los que están abajo, sólo es una prioridad para los power point?”
El relato oficial sobre el 11 de julio -una conspiración financiada desde el exterior para derribar al gobierno- desprecia el descontento popular. Las palabras del Presidente Díaz Canel -“la calle pertenece a los revolucionarios”- han sido criticadas porque condenan al ostracismo al resto de la ciudadanía.
El desgaste del sistema político, las rupturas generacionales, han puesto en evidencia la urgencia de democratizar las instituciones. Han emergido nuevos movimientos disidentes opuestos al régimen, como el Movimiento San Isidro o la plataforma de debate Archipiélago, antes animada por el dramaturgo Yunior García Aguilera[41]. También nuevas figuras, más activas, más agresivas, acusadas por el gobierno de estar instrumentalizadas por las agencias americanas. Pero, aun cuando esta financiación y estos apoyos son incontestables, no explican la amplitud de las protestas.
Muchos críticos acusan al gobierno de no respetar la nueva Constitución adoptada en 2019, que define al Estado cubano como un “Estado socialista de derecho”, en particular en su artículo 56, que reconoce las libertades de expresión, de reunión y de manifestación pacífica. Un primer paso que legitima la diversidad de actores sociales y de posiciones políticas que existen en la sociedad. Pero su enunciado limita el alcance. Los “derechos de reunión, de manifestación y de asociación con fines lícitos y pacíficos son reconocidos por el Estado a condición de que se ejerzan en el respeto al orden público y a las normas previstas por la ley”, un artículo utilizado por el gobierno para prohibir la manifestación de oposición que estaba prevista para el 15 de noviembre de 2021 al llamamiento de Archipiélago.
La nueva Ley fundamental ha suscitado muchos intercambios y controversias, recordando la importancia de las referencias constitucionales en la historia cubana. La Constitución registra las reformas, pero debería ser completada por 50 leyes y decretos. En 2022 el gobierno someterá a referéndum una ley que autoriza el matrimonio para todos[42]. Pero la traducción legislativa de muchos avances se hace esperar. Para justificar estos retrasos, el gobierno invoca la crisis económica, la gravedad de la pandemia y las sanciones. Pero los autores de muchos blogs denuncian la toma de control de Internet. El 18 de agosto de 2021 entró en vigor una nueva ley sobre la ciberseguridad, en la que se penaliza la “difusión de falsas noticias, mensajes ofensivos o difamatorios que tengan un impacto sobre el prestigio del país”. La revuelta social del 11 de julio de 2021 ocasionó centenares de detenciones[43]y condenas a varios años de prisión.
¿Cómo hacer frente al desafío que representa el fin del primer ciclo histórico de la revolución? En el 8º Congreso del PCC, en 2021, la nueva presidencia no dejó de afirmar: “Somos la continuidad”. Paradójicamente, el cambio, la reforma democrática del sistema, sería una baza para asegurar la continuidad. Una reforma que afecta en primer lugar al PCC. El vínculo organizativo entre el partido y el Estado está en el centro de las críticas. El sistema político está sobredeterminado por el artículo 5 de la Constitución, que define al Partido Comunista de Cuba como “único, martiniano, fidelista, marxista y leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, basada en su carácter democrático y en su unión permanente con el pueblo”. Pero la reafirmación del papel dirigente del PCC contradice su definición como partido de la Nación en una sociedad fragmentada social y políticamente.
Para Fidel y Raúl Castro, la unidad monolítica y la cohesión en el seno del partido único son la condición de la resistencia frente a las agresiones de Washington. Toda división es una amenaza, ninguna oposición política organizada puede ser tolerada. Ésta es la razón invocada desde los primeros años para rechazar cualquier disenso, cualquier contestación política, venga de donde venga. La dirección cubana podría hacer suyas las palabras de Xi Jinping: “Toda crítica del partido, y en el seno del mismo toda crítica de la dirección, constituye una peligrosa caja de Pandora”. El papel dirigente del partido no puede ser sacrificado en el altar de las reformas políticas, bajo pena de conocer la misma suerte que el PCUS bajo la presidencia de Gorbachov.
El partido único es también un instrumento destinado a manejar las contradicciones sociales y políticas engendradas por las reformas. Su aparato controla estrechamente las instituciones del Poder Popular, en particular la Asamblea Nacional (ANPP), con un 98% de diputados miembros del PCC, el 75% funcionarios, mientras los artistas, intelectuales, investigadores y otros sectores emergentes no están casi representados.
Son muchos los que reconocen que las amenazas, las agresiones que Washington hace recaer sobre la isla desde hace décadas, limitan la democracia. No comparten la orientación de los disidentes. Pero subrayan el precio a pagar por las desviaciones autoritarias, los hostigamientos indiscriminados que ponen en peligro el propio proyecto revolucionario. El historiador y jurista Julio César Guanche y el profesor de derecho Harold Bertol Triana, abordan así la relación entre el Derecho y los Derechos ante la protesta social en Cuba[44]:
Hay que proteger el derecho de un Estado soberano a defenderse de la pretensión de otro Estado de intervenir en sus asuntos internos. No se puede reivindicar derechos a una participación democrática si esto está vinculado a una agenda extranjera de intervención o de injerencia hacia un país soberano. Pero el socialismo no puede permitirse el lujo de abdicar en la defensa de las libertades políticas, abandonando este espacio a la explotación oportunista de sus enemigos.
La diversidad existe, se manifiesta, y va a continuar reclamando canales de expresión. Hay que vivir con ella. Éste es el país hoy”, continúa Guanche en su blog[45].
La izquierda crítica quiere romper con un sistema burocrático y autoritario, con la copia de un modelo que ha fracasado, quiere refundar el socialismo cubano, condición de su supervivencia.
La revolución cubana ha tenido una gran legitimidad, ha podido construir un consenso mayoritario, pero la historia como fuente de legitimidad pierde su peso relativo, sin olvidar las crisis sufridas. Por eso el debate sobre la democracia que queremos es tan importante para el destino de la revolución, para su legitimidad futura. Debemos curarnos de las experiencias liberales, pero también de las experiencias de las llamadas democracias populares que no desaparecieron por casualidad. Y no hemos reflexionado suficientemente sobre las causas de su desaparición
constataba el gran sociólogo Juan Valdés Paz, recientemente desaparecido[46].
En las filas de los castristas más fieles, se hacen oír voces que se suman a estas mismas aspiraciones. “El socialismo cubano tiene necesidad de un debate y de un nuevo consenso programático. El socialismo es la socialización del poder, no su concentración”, afirma el politólogo Roberto Regalado[47]. Pero se pregunta: “¿Cómo construir el socialismo en un solo país, y además en un país pequeño, pobre, con pocos recursos naturales, sometido a los ciclones, subdesarrollado, bloqueado, a sólo 90 millas de su agresor, el imperialismo más poderoso del planeta, que quiere imponerle un cambio de régimen por medio del hard power, del soft power o del smart power?”.
♦ "Un antes" y "un despues": referencia a una letra del cantautor Silvio Rodríguez.
Janette Habel es politóloga, especialista en América Latina
Fuente: ContreTemps, 52, enero 2022, pp. 102-125
Traducción: viento sur
[1]Fin de siècle à La Havane, J-F. Fogel y B.Rosenthal.
[2]Cuyo efecto es muy disuasivo para la obtención de créditos y para las operaciones financieras.
[3] Cf. Arturo Lopez Lévy, “Protestas en Cuba, causas y consecuencias para un debate desde América Latina”, 21/7/2021, www.theclinic
[4]Revista cubana de referencia en ciencias sociales y políticas.
[5]La expresión es de Max Weber.
[6]Los puestos principales serían ocupados por militares todavía en activo o retirados.
[7] Andrès Serbin, Pensamiento Propio, Enero-junio de 2017, “Cuba y el proceso de actualizacion en la era de Trump”.
[8]Roberto Regalado, politólogo cubano, El “Triángulo de las Bermudas" por el que navega Cuba. 15 de abril de 2021.
[9] Mayra Espina en Nueva Sociedad n° 285, enero-febrero de 2020.
[10]Fidel Castro lanzó la “gran ofensiva revolucionaria” en marzo de 1968 y nacionalizó más de 50.000 pequeños comercios, incluyendo los vendedores ambulantes.
[11] “La extensión del mercado no es la solución a nuestros problemas”, declaraba el secretario del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros y miembro del Buró Político del PCC Carlos Lage los días 6 y 11 de noviembre de 1992. El desafio económico de Cuba, Ed. Entorno.
[12] Cf. CUBA 11 J, Protestas, respuestas, Desafios, Coord. Julio Carranza, Manuel Monereo Pérez, Francisco López Segrera, Ed. ELAG Página 12, Buenos Aires 2021
[13] Antonio Romero, El Caribe, «Le partenariat stratégique euro-latino-américain UE-CELAC, Eric Dubesset et Carlos Quenan».
[14] Mayra Espina Prieto, Dayma Echevarria Leon, “Reforma y equidad social en Cuba: apuntes sobre la política social y el cuadro socioestructural de la «actualización». Cf. también Betsy Anaya Cruz, Ileana Diaz Fernandez (compiladoras). Economía cubana: entre cambios y desafíos, Instituto Cubano Juan Marinello, 2018
[15] A. Serbin, Pensamiento Propio, Ibid
[16]A. Serbin, Pensamiento Propio, “Cuba y el proceso de actualización en la era de Trump”. enero-junio 2017
[17] Cf. Carmelo Mesa Lago. “Problemas sociales y económicos en Cuba durante la crisis y la recuperación”. Revista de la CEPAL.
[18]Cf. nota 9.
[19] Cf. Carlos Lage Dàvila, El desafío económico de Cuba, Ediciones Entorno, p. 1992
[20]Financial Times, Michael Stott, Marc Frank, La Habana, 16 de julio de 2021.
[21] (@pmmonreal) 8 de noviembre de 2019, El estado como tal.
[22]La Joven Cuba, Mario Valdés Navia, 18 de agosto de 2021.
[23]Cf. nota 22.
[24] Julián Pérez Rodríguez, « No es una pieza, es toda la maquinaria », La Joven Cuba, 25 de agosto de 2021.
[25] Hiram Hernández Castro, «Plebeyos en una pelea cubana por los conceptos».
[26]Granma, 26 de mayo de 2021.
[27]BBC Mundo, Angel Bermúdez,16 y 17 de junio de 2017
[28] Ha sido presentado como consejero del Presidente Díaz Canel en un reciente viaje oficial a México.
[29]Raúl Castro, 6ª sesión de la 7ª legislatura de la ANPP, diciembre 2010.
[30]Una declaración que suscitó el escepticismo de los investigadores del Centro de Estudios de las Américas (CEA), tratados como "quintacolumnistas" en 1996 por Raúl Castro, entonces segundo secretario del PCC. Fueron dispersados después en otras instituciones.
[31] Pero queda una referencia. Cf. Luis Emilio Aybar, “Lo más puro de mis esperanzas de constructor”, boletindelatizza@substack.com, 21 de diciembre de 2021, Aurelio Alonso “Discutirla, con veneración e irreverencia”, boletindelatizza@substack.com, 9 de octubre de 2021.
[32]Cuba 11J: protestas, respuestas, desafios, Julio Carranza Valdés, Manuel Monereo Pérez, Francisco López Segrera, Buenos Aires, diciembre 2021.
[33] Alina Bárbara López, El Pais, 16 de noviembre de 2021, tomado de La Joven Cuba.
[34] Pavel Vidal, Cuba Standard, Economic Trend Report Fourth and First Quarters 2020/2021
[35]Teresa Díaz Canals, El Toque, 15 de octubre de 2021.
[36]En la emisión difundida en la radio cubana Mesa Redonda, 3 de agosto de 2021.
[37]La Joven Cuba, Mauricio De Miranda Parrondo, 23 de octubre de 2021, Revolución, socialismo y democracia.
[38]UC, Valdés Navia...
[39]Aurelio Alonso, “Nota incompleta sobre la institutionalidad” manuscrito, marzo 2009.
[40]Jorge Mario Egozcue Cuba , El cambio interno y la política norteamericana en busca de la racionalidad perdida, Dr Jorge Mario Sanchez Egozcue, Universidad de La Habana, Centro de Estudios de la Economia Cubana (CEEC)
[41]Abandonó después Cuba para refugiarse en España.
[42]Había suscitado una fuerte oposición por parte de la Iglesia católica en el debate sobre la Constitución en 2019, y su adopción fue retrasada.
[43]Según la ONG Cubalex, habría habido 612 arrestos, y condenas a varios años de prisión.
[44]El Derecho y los derechos frente a la protesta y la diversidad sociales en Cuba, 20 de octubre de 2021, Sin Permiso
[45]La Cosa, 16 de noviembre de 2021, Julio César Guanche.
[46]Juan Valdès Paz “Problemas y desafíos de la democracia socialista en Cuba hoy”, Instituto Cubano de Investigación Cultural (ICIC) “Juan Marinello”, La Habana, 9 de diciembre de 2020
[47]Roberto Regalado, Le triangle des Bermudes? (cf. Nota nº 9)
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