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A 67 AÑOS DE LOS FUSILAMIENTOS A MILITANTES PERONISTAS El texto en inglés de Walsh para la prensa extranjera y el inicio de Operación Masacre


08-06-2023 12:52:57
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Hace tres semanas que la historia lo acosa, lo persigue, lo aturde, lo embriaga. Para él todo empezó la noche del martes 18 de diciembre, mientras jugaba al ajedrez en el bar Rivadavia, de La Plata. Se acercó su amigo Enrique Dillon quien, en medio de la partida, le dijo a quemarropa:

-Hay un fusilado que vive.

-¿De que me hablas? ¿No ves que estoy jugando? -, contestó molesto.

-De los fusilamientos de junio. Vos mismo me contaste del soldado que agonizó hasta la muerte en la vereda de tu casa.

-Dale. Mañana te llamo por teléfono, cuando te pase el efecto de la cerveza -, quiso cerrar con ironía.

-Te puedo presentar al muchacho que el viernes pasado presentó la denuncia contra el Jefe de la Policía de la Provincia. En su cara aun se le notan las dos heridas de bala que recibió y que, a pesar de todo, no lograron matarlo.

Rodolfo Walsh, especialista en cuentos y novelas policiales, lo miró fijo desde sus lentes de miope.  No existía ningún texto policial ni político donde un fusilado lograra sobrevivir al pelotón y se enfrentara al poder que lo envió al muere, y entonces, si lo que Dillon era cierto, había una historia para contar.

-Livraga se llama. Juan Carlos Livraga, y si querés te pongo en contacto con su abogado y te acerco una copia de la denuncia.

Walsh decidió creerle a su amigo, un empleado bancario, muy buen lector y escritor de poemas con quien compartían tres gustos: política, literatura y ajedrez. Abandonó la partida, sin saber que abandonaba las tranquilas estaciones, sus plácidas lecturas literarias, su proyecto de novela, su vida de periodista cultural y sus largas partidas de ajedrez. Los últimos días de 1956 solo viviría para investigar sobre ese fusilado, investigación que le cambiará la vida, reformulará la manera de hacer periodismo en la Argentina y marcará la literatura nacional a fuego.

Al día siguiente se quedó en La Plata, leyó y analizó el expediente de punta a punta. El jueves fue a su trabajo, en Buenos Aires. Trabajaba en la Editorial Hachette desde adolescente, pasó por diversos ámbitos, y en ese momento se dedicaba a la traducción de textos, tanto para la editorial como para algunas revistas literarias. Durante aquel 1956 publicó las traducciones de cuentos de Erskine Caldwell, Joseph Dinneen, Duff Cooper, Herman Wouk y Caryl Chessman. Llegó al mediodía y entró eufórico a la oficina donde estaban Gregorio Weinberg y Enriqueta Muñiz.

-Encontré al perro mordido por un hombre -, le dijo a Weimberg. Y de inmediato metió la mano en su portafolio y miró a Muñiz.

-Podés empezar a buscarme un refugio en Buenos Aires -, dijo a la vez que levantaba el expediente que sacó de su cartapaccio y decía en son de triunfo:

-Esto es dinamita -. Weinberg lo abrió y empezó a leer en voz alta a toda velocidad, mientras Muñiz meneaba su cabeza de manera negativa. El entusiasmo de Walsh era tan grande que ella decidió dejarlo e irse a almorzar, sabiendo de la imposibilidad de convencerlo de que desista de enfrentarse con el poder de los fusiladores. Pero al rato volvió, leyó la denuncia, la definió como “brutal” y con una pila de carbónicos y su máquina de escribir hizo varias copias de la denuncia.

Después de las 16, el joven Walsh, que en pocos días cumpliría 30 años, recorría redacciones para dejar la denuncia judicial que presentó Livraga presentó. Caminó nervioso, creyó que lo seguían, y dejó copias en un periódico católico, en otros radicales y en la agencia Associated Press. No hay que perder de vista que la Argentina vivía en una dictadura militar, con una maquinaria represiva cruel y sanguinaria. El Ejército había desplegado un feroz accionar contra el peronismo desde antes de la caída de Perón, con más de 300 muertos luego del bombardeo a la Plaza de Mayo en junio de 1955, y con 100 muertos más en septiembre del mismo año, cuando el golpe de Estado se logra concretar de manera exitosa. Y dentro de ese sistema represivo el silencio de la prensa era clave, con censura y autocensura de los diversos medios de comunicación, incluso los opositores.

El 21 de diciembre Walsh conoce a Livraga, de 24 años, en La Plata, donde éste va a ratificar y ampliar la denuncia contra el jefe de la Bonaerense. Regresan juntos en el tren, y ahí Walsh le hace la primera entrevista que será base para su texto “Yo también fui fusilado”, que no se publicará de inmediato aquel año porque no encuentra quien se anime a hacerlo. Lo que Livraga denunció fue el fusilamiento de un grupo de civiles en el basural de José León Suárez, entre los que estaba él mismo, pero que logró sobrevivir, a pesar de recibir el tiro de gracia dos veces en su cabeza. Acusó a la policía bonaerense, y de manera específica a su jefe, el teniente coronel Desiderio Fernández Suárez. Lo que no sabía el denunciante es que no era el único sobreviviente, cosa que Walsh irá develando con el correr de los días.

La denuncia, escrita por el abogado Maximo Von Kotsh, salió publicada el 23 de diciembre. Walsh le acercó la historia a Leónidas Barletta, un dramaturgo y periodista de izquierda, que tenía a su cargo el Teatro del Pueblo, era secretario de redacción de la revista Claridad y a su vez dirigía su propio periódico: Propósitos. Barletta se comprometió a que antes de Navidad se publicaría la acusación en Propósitos, el cual salió en la contratapa el 23 de diciembre, con el título: Castigo a los culpables.

En la revista Qué, de tendencia desarrollista, se comprometiron designar a un periodista para que colaborara en la investigación y escritura de la investigación que iba a encarar Walsh. Fueron solo promesas. Muñiz se contactó con la revista nacionalista Azul y Blanco, donde escribían Marcelo Sánchez Sorondo, Mario Amadeo, Bonifacio Lastra y dirigía Luis Cerutti Costa. Ella tenía el objetivo de que conocieran y se interesaran por publicar la denuncia y la investigación que iría escribiendo su amigo. Pasa Navidad, empieza 1957 y el periodista no consigue un editor. Camina por las calles con el texto quemándole los bolsillos del saco. Mientras escribía el artículo se imaginaba que la saga de notas recibiría el premio Pullitzer, pero después de varios días de golpear puertas y entrevistarse con editores y directores, nadie se animó a publicarlo. El 9 de enero Revolución Nacional publicó una síntesis de la denuncia de Livraga, pero no publicaron el reportaje al fusilado. Walsh decide hacer una jugada difícil, publicarlo en un medio extranjero.

Hace tres semanas que la historia lo seduce, lo atormenta, lo empuja, lo absorbe. Tres semanas después de la charla con Dillon, con la entrevista a Livraga en el bolsillo, no logra publicar el texto. Y entonces acude a Donald Yates, su amigo yanqui, el crítico literario con el que planifican la creación de una editorial de literatura policial. Las cartas para Yates siempre las escribió en castellano, pero esta vez la escribe en inglés. Le describe escuetamente su nuevo rol de investigador de una historia político policial, y a la vez le adjunta seis carillas, se trata de una crónica donde sintetiza los fusilamientos de la noche del 9 al 10 de junio. “Esto no es un cuento, aun cuando lo parezca”, le aclara y agrega:  "El hecho de que ningún periódico libre en la Argentina haya dicho nada sobre esta historia -que he tenido la mala suerte de descubrir – explica cual es la situación aquí mejor que cualquier otro argumento”. En la carta Walsh manifiesta por primera vez su desencanto con el gobierno de la revolución Libertadora, que él mismo rebautizará como Fusiladora. “Otra vez gente inocente está siendo torturada y asesinada por nuestra policía. Si puedes hacer algo, quiero que esto se sepa. La historia que te estoy enviando no se publicará aquí, ni siquiera por los semanarios de la oposición. Todos parecen sentir que es muy peligroso. Pero yo quiero que se sepa”, finaliza la carta.

La crónica que le adjunta va con autorización para publicar en cualquier medio. En lápiz, de manera manuscrita, Walsh escribe: For publication abroad (para publicar en el extranjero), y debajo, con signo de interrogación: Time? Se trata de la revista más prestigiosa de EE.UU. en ese momento, y tal vez de allí sale el sueño de Walsh de ganar el Pulitzer. El texto adjunto será la base de lo que después fue Operación Masacre, fechado el 14 de enero de 1957, bajo el título: “Resucita un fusilado en la Argentina”.

En un párrafo Walsh dice que de ser cierto lo que afirma Livraga podría tambalear el gobierno provincial, e incluso el gobierno nacional. De esas declaraciones se desprende que: “1 – junto con Livraga fueron fusilados nueve hombres, de los cuales otro mas, llamado Giunta, logró también escapar; 2 – que todos, o la mayoría, de esos hombres eran inocentes; 3 – que el fusilamiento habría sido realizado de modo absolutamente irregular, sin juicio sumario, sin testigos ni constancia alguna; 4 – que el autor de la detención y el que impartió la apresurada orden de fusilamiento habría sido el Jefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, teniente coronel Desiderio Fernández Suárez”.

La carta la mandó como si fuera un mensaje en una botella, como la última esperanza para difundir la historia. Para el día siguiente tenía una cita con el correponsal de París Match en Buenos Aires. Pero una nueva esperanza surge al ver que el 15 de enero el semanario Revolución Nacional decide dar el salto al vacío y publicar la entrevista a Livraga bajo el título: “Yo también fui fusilado”. Fue el primer paso de un camino que culminaría a fin de año, luego de una campaña periodística donde los hermanos Julio y Tulio Jacovella abren las páginas del periódico Mayoría, para publicar la investigación, que cerró con la publicación, por parte de la Editorial Sigla, del libro Operación Masacre – Un proceso que no ha sido clausurado.

El 16 de agosto de aquel año le vuelve a escribir a su amigo Yates, a quien le envió una copia de Operación Masacre, y le da la autorización para traducirlo y buscar una editorial para publicarlo. Walsh es consciente de que es una historia verdadera que como tal no tendría interés en otro país, pero sí como un cuento, anticipando lo que una década después se conocerá como non fiction. “Una cosa positiva que me dejó Operación Masacre es que demostré que un autor de novelas policiales puede investigar un caso real… y resolverlo”, escribe Walsh. El resultado final de la investigación fue que los muertos estaban bien muertos y los asesinos impunes. A 67 años de aquellos hechos, el lunes pasado, 5 de junio, se inició el juicio por la verdad y se espera que el tribunal declare los fusilamientos como crímenes de lesa humanidad.
 

Fuente : agenciapacourondo.com.ar

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