“Ningún otro período resultó ser tan propicio” para el juego de la ovalada “como el peronismo”, remarca un libro pionero sobre origen y crecimiento de esa disciplina en el país. Sorpresas y resquemores en clubes elitistas ante la importancia del líder justicialista.
Mientras el rugby en Inglaterra se debatía entre profesionalismo y amateurismo, un defensor de este último formato se preguntó por qué entregar ese deporte “a una horda de jugadores de clase trabajadora”. Un dicho famoso en el entonces Imperio Británico –cuentan Andrés Reggiani y Alan Costa en las páginas de El rugby. Historia, rituales y controversias desde sus orígenes hasta hoy (Siglo XXI editores)– decía que tras la llegada a puerto de un buque, los oficiales descendían con una pelota ovalada mientras que los marineros lo hacían con una redonda.
Más que un deporte practicado por las clases acomodadas, Juan Domingo Perón vio en el rugby un juego colectivo, “de hombres, de fuerza física” que le serviría a su propósito de mostrar en el exterior “una imagen de Argentina fuerte”, comenta Reggiani en diálogo con El Eslabón, y aclara: “El rugby se benefició como todos los deportes durante el peronismo. Fue uno más”.
Una de las presentaciones de este trabajo, en un club tradicional, fue cancelada tres días antes “porque alguien abrió el libro”, se ríe ahora el autor. “Creo que lo que no les gustó fue la foto de Perón saludando al seleccionado”, con la que abre el capítulo Un deporte “inglés” en la Nueva Argentina peronista. “Eso es una sospecha mía, que no les gusta el peronismo”.
Foto: Jorge Contrera | El Eslabón/Redacción Rosario
En un país donde el fútbol se lo come todo, la aparición de este libro sobre uno de los deportes más practicados y cuyo seleccionado llena estadios como casi ningún otro, es todo un acierto. Un try, bah.
Caído el peronismo tras el golpe del 55, la Unión Argentina de Rugby salió a despegarse rápidamente. La autodenominada Revolución Libertadora vio ahí una entidad “sin contaminación política”, y en los medios se mostró como “la institución menos costosa del país porque nunca pidió nada al gobierno”. Con esa postura, zafó de las cancelaciones que sufrió el básquet, entre otros deportes y atletas olímpicos señalados como leales al “Tirano prófugo”.
La federación rectora del rugby argentino “olvidó” pronto los beneficios otorgados por el gobierno de Perón: ayuda económica y demás recursos, predios públicos cedidos a clubes sin cancha, inclusión en los Juegos Evita, y lo más importante: la visita de cuatro equipos europeos de primer nivel que le hizo ganar popularidad. “La prensa deportiva peronista, como la revista Mundo Deportivo, cubrían el rugby semana a semana con la misma importancia que le daban a otros deportes. Cubrían también a clubes chicos, que hoy ya no existen y que nunca llegaron a Primera”, apunta Reggiani, y agrega: “Nunca encontré en esa prensa algún tipo de terminología negativa asociada al rugby, todo lo contrario”.
Este profesor y doctor en Historia señala que “toda la actividad deportiva creció en esa época, porque por primera vez el Estado se metió a apoyar al deporte”, pero aclara: “El problema empezó cuando el Estado quiso dirigir, intervenir”, como en el caso del tradicional Club Universitario de Buenos Aires (CUBA), a quien el peronismo intentó “abrir” a “todos los estudiantes y universitarios, sin que sea factor excluyente las posibilidades económicas de los mismos”. El autor advierte que “al final no lo logró porque los clubes eran muy celosos de su autonomía”.
En el mundo de la ovalada también molestó el uso del nombre Eva Perón para rebautizar a la ciudad de La Plata, con lo cual también cambiaba el nombre de los clubes, como el Universitario La Plata. De todas maneras, el libro considera estos choques entre Gobierno y antiperonismo como “casos relativamente aislados”.
Para este investigador, Perón vio en esos 15 vs 15 la posibilidad de “mostrar una imagen de Argentina fuerte, gente que no le tenía miedo a los golpes” y sobre todo cuando “empezó a medirse con potencias del exterior. A Perón le interesaba mucho enaltecer la imagen de Argentina a nivel internacional”. Así, la Selección –cuando todavía no eran Los Pumas– pasó de enfrentar a equipos universitarios ingleses, a jugar frente a campeones europeos como Irlanda y Francia, a estadio lleno. “Las tribunas de Gimnasia y Esgrima explotaban, quedaba gente afuera. Un éxito enorme”, sostiene Reggiani. “Y Perón ahí, parado, saludaba a los dos seleccionados antes de empezar el partido. No le importaba si lo jugaban gente con doble apellido, sino que esa gente llevara la camiseta argentina”.
“Para sorpresa de muchos, la reivindicación del rugby como actividad generadora de vínculos y prácticas sociales puestas al servicio de ideales revolucionarios vino de la mano de una figura resistida por los mismos sectores en donde el rugby había cobrado más arraigo”, se lee en el libro. Otra vez el peronismo, en este caso encarnado en la figura de la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que en un discurso de 2013 sacó del olvido el episodio más oscuro de este deporte, récord en cantidad de desaparecidos por la dictadura. Luego, trabajos periodísticos literarios como los de Gustavo Veiga, Claudio Gómez y Carola Ochoa echaron más luz.
“Ella”, dice Reggiani en referencia a CFK, “tenía amigos que jugaron en La Plata y que fueron asesinados”, como Santiago Sánchez Viamonte, Mariano Montequin, Jorge Moura (también fundador de Virus), entre otros. “Ella destacaba al rugby como un deporte que juntaba a la gente, hablaba del tercer tiempo”. Y añade: “Cuando ves la cantidad de jugadores desaparecidos, pensás que son muchos para un deporte considerado de derecha. Pero ahí hubo clases medias politizadas. Además, el rugby no tiene ideología, depende con quién lo jugás”.
Foto: Ariel Grinberg
Este autor de varios libros y artículos sobre fascismo, eugenesia y cultura física reconoce que “históricamente el rugby estuvo asociado a un sector social” de clase alta, y que ese estereotipo que aún persiste “tiene, como todos los estereotipos, un elemento de verdad, pero no es toda la realidad”. De ahí la idea de investigar. “Situaciones como el asesinato de Fernando Báez Sosa, el pobre homenaje (o el no homenaje) de Los Pumas a Maradona, todo eso hace que afloren estos estereotipos”, admite. También generó polémica el viaje a la Sudáfrica del apartheid haciendo caso omiso al boicot internacional. “Los Pumas dejarán de ser tales para convertirse en gatos traidores”, les espetó un legislador.
Pero el coautor subraya que “la realidad del rugby hoy es muy diferente”. Hay equipos femeninos y clubes de barrio que lo practican, como también pueblos originarios y presos. “Esa fue otra motivación para escribir el libro, no reflejar una sola imagen, porque es mucho más compleja”. Y cierra: “El rugby, como todos los deportes, está hecho de muchas voces”.
El rugby en estas tierras nació rioplatense, con porteños y montevideanos como principales artífices. “El otro gran polo –comenta Andrés Reggiani– es Rosario”. El autor sostiene que “más tarde llega Córdoba”, y reconoce: “Hay que escribir una historia más federal del rugby, es una deuda”.
En 1884 se fundó Rosario Athletic Club, que dos años después tuvo un par de enfrentamientos contra Buenos Aires Football. Esos duelos, una especie de clásico motivado por la rivalidad de las empresas ferroviarias que fundaron ambas entidades, fueron los primeros partidos de rugby entre equipos de clubes que se jugaron en el país.
“Hay historias interesantes de Rosario, como cuando van a jugar los ingleses y el tren, en vez de seguir hasta la estación para antes, cerca de la cancha de Plaza Jewell, para que la gente pudiera bajar e ir caminando. Eso muestra la importancia que tenía”, relata el docente e investigador.
Rosarino también fue el joven cronista de la revista Tackle. Ernesto Guevara practicó el deporte de chico, y luego lo contó en las páginas de ese medio pionero en cubrir rugby. Más tarde pasaría a la historia como el Che y líder revolucionario.
Fuente : redaccionrosario.com
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