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Migracion circular: personas de usar y tirar


07-09-2024 15:21:56
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Ya en 1965 el escritor suizo Max Frisch advirtió, refiriéndose a quienes emigraron a Suiza en los años 60 procedentes de España, Portugal e Italia, "Pedimos mano de obra y llegaron personas". Pues bien, a pesar de haber transcurrido casi sesenta años, Pedro Sánchez no se ha enterado todavía del profundo significado de esta frase.

La propuesta de migración circular ha sido invocada por el presidente del Gobierno español, en su gira por Mauritania, Gambia y Senegal, como si hubiera descubierto la panacea para solucionar el problema de la migración (tampoco se ha enterado de que el problema no es la migración, sino el imposible propósito de impedirla).

Nadie, sin una intención deliberada de engañarnos, definiría espacialmente como circular una ruta que es claramente de ida y vuelta. Tampoco conceptualmente ya que es una propuesta basada exclusivamente en el interés del país receptor.

La denominación no obedece a un error, sino que está pensada para presentarnos como solidaria (acogemos migrantes) una propuesta que comparte con la ideología de la extrema derecha su negativa a la inclusión de las personas migrantes en nuestra sociedad (cuando terminen su trabajo que se vayan). Obedece, en última instancia, a un interés económico (necesitamos mano de obra) y a una ideología racista (pero no queremos que os quedéis a vivir aquí).

Para intentar justificar la moralidad de la propuesta se nos quiere hacer creer que la decisión de las personas que migran es voluntaria. Esto no es así, como veremos, pero, aceptando por un momento que lo fuera, tampoco habría circularidad cuando la vuelta es contractualmente obligada.

No puede hablarse, en rigor, de voluntariedad en la ida cuando a la persona que tiene que decidir se le ha privado previamente de otro medio de vida. Hasta el papa tiene esto claro: "Migrar debería ser una elección libre, nunca la única posible".

Esta obligación se debe a que, como consecuencia del modelo económico dominante de extracción y usurpación de los recursos de los países de África y América Latina (incluidas la tierra y el agua), se ha destruido la economía tradicional dejando a sectores importantes de la población local sin medios para ganarse la vida.

Como dice Yayo Herrero, si la valla que rodea a la Europa rica no dejara entrar energía, materiales, alimentos, pesca, productos manufacturados, etcétera, esa Europa rica no se podría mantener. En concreto, en España el 80% de la energía utilizada y el 75% de los minerales proceden de otros países. Si hablamos de comida, utilizamos el doble del territorio español para generar los alimentos que comemos. En la propuesta de migración circular, la mano de obra, las personas migrantes, no son sino un recurso más.

No se da ninguna circularidad (reciprocidad) en las relaciones económicas entre los países receptores y emisores de personas migrantes. En el acuerdo de pesca suscrito en 2019 por Senegal y la UE se permitía la captura de 14.000 toneladas de pescado al año, estimándose su valor de mercado en 140 millones de euros; la UE debía pagar en contrapartida 1,7 millones de euros anuales. El resultado es que Europa se embolsará un 98,7% de los beneficios derivados del acuerdo y el sector de la pesca tradicional ha visto esquilmados sus caladeros por la acción de los grandes barcos. En Senegal el 17% de la población vivía de la pesca y ahora los cayucos llegan a Canarias transportando migrantes con enorme riesgo de sus vidas.

¿Con cuántos euros ahorrados regresan a su país las trabajadoras marroquíes que trabajan en la campaña de la recogida de la fresa en Huelva, en un contrato de migración circular, en relación con los beneficios obtenidos por su trabajo por las empresas agrarias? Este es el tipo de circularidad de la que nos habla Sánchez.

No hay espacio en este artículo, pero habría que hablar mucho de las condiciones laborales que se encuentran en la realidad estas trabajadoras y trabajadores de la migración circular. Salarios del Mínimo Interprofesional por día trabajado (no se trabajan todos los días), en muchas ocasiones sin control horario ni remuneración, con recargo de las horas extraordinarias, en alojamientos inhabitables, con sometimiento absoluto a la voluntad de los contratistas. Más grave es la denuncia de varios casos de abusos sexuales y violaciones. Además, son trabajos duros, penosos en los invernaderos o la recolección de la fruta. No es algo sobre lo que puede alegarse desconocimiento. La migración circular se viene realizando en estas condiciones en España desde el año 2000.

El objetivo de la migración circular es disponer de mano de obra barata, sin derechos sociales, soslayando la animadversión que provoca en los segmentos más racistas de la población la presencia de personas procedentes de los países de África y América Latina. El racismo en que se sustenta esta forma de entender las relaciones con la población de los países de origen asusta.

¿Y qué decir de las declaraciones de Sánchez sobre la necesidad (nada menos) de deportación de las personas migrantes irregulares, justificando sus palabras en la amenaza que suponen para la estabilidad y la seguridad de nuestras sociedades?

Si quedaban dudas sobre la base ideológica y económica de la propuesta de migración circular del presidente del Gobierno, nos las ha despejado con estas declaraciones demagógicas destinadas a generar miedo, incertidumbre y sensación de indefensión en la población migrante, lo que la hace más vulnerable a la sobreexplotación. Las considero demagógicas en su sentido literal (concesiones de los políticos para mantenerse en el poder) y porque es algo que no va a poder hacer. La salida de una cantidad estimada entre 500 y 700 mil personas en situación irregular, muchísimas trabajadoras esenciales, provocaría un caos en el funcionamiento de la economía y de la sociedad.

Debo reconocer que hace ocho años, cuando me acerqué al movimiento por el derecho a migrar, consideraba que sería muy poco factible la propuesta de libre circulación de las personas. Hoy considero que es la mejor manera de abordar la superación de los problemas derivados del no reconocimiento de este derecho.

Nadie debería verse obligado a cambiar su lugar de residencia para sobrevivir o prosperar. Por otro lado, el libre movimiento de las personas al país de su elección debería estar universalmente contemplado como parte de los derechos humanos individuales, como extensión de los derechos que se dan por supuestos dentro de las fronteras de los Estados nacionales. Si esto supondría mucha o poca migración no está probado (el caso de la libertad de movimientos en la Unión Europea no ha dado lugar a las predicciones de aumento de la migración que algunos hicieron) y, en todo caso, no es relevante desde el punto de vista moral sobre los derechos y libertades básicos que debieran corresponder por igual a todas las personas.

Si hubiese libertad de migración, la migración circular (esta sí) se produciría de forma natural y libre. Si las personas migrantes no tuvieran que pagar el enorme precio en sufrimiento innecesario, incluso poner su vida en riesgo (y tantos miles perderla) y dinerario para migrar, no se verían impelidos a permanecer en el país de destino por encima de cualquier situación adversa en que se encuentren, hasta agotar la última posibilidad de tener éxito en su proyecto migratorio. Si hubiera libertad de movimientos, las personas migrantes podrían transitar entre su país de origen y el de su elección, para buscar una vida mejor de manera fluida en función de las oportunidades (trabajo fundamentalmente) que encontrasen. La calidad de vida no viene determinada solo por el nivel económico y menos para una persona que vive fuera de su país.

Si se utilizase la desmesurada cantidad de recursos invertidos en el cierre y control de fronteras (que rentabilizan empresas de seguridad y control) a políticas de inclusión de la población migrante en los países de acogida y se arrinconasen las ideologías extremistas xenófobas y racistas, no sería una utopía imposible hacia la que poder caminar. Lo más triste, con todo, no es el despilfarro económico de las políticas de cierre de fronteras, sino el insoportable sufrimiento innecesario que genera el afán, demostradamente irrealizable, de impedir la migración.
Germán García Marroquín, Ongi Etorri Errefuxiatuak

Fuente : vientosur.info

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