El cotejo de datos de dos misiones satelitales encontró en la superficie de la Antártida occidental dos anomalías que parecen denotar lagos subterráneos previamente no detectados.
NASAs Goddard Space Flight Center / Dr. Kelly Brunt
La Antártida es un continente de contrastes. Posee las mayores reservas de agua dulce de todo el planeta en forma de nieve y enormes glaciares pero, al mismo tiempo, es considerada un desierto, pues la precipitación promedio anual en la zona costera no supera los 200 milímetros y en el interior no pasa de los 50. Además, si bien parece un lugar completamente congelado y hostil, lo cierto es que bajo los extensos casquetes polares existen lagos de agua en estado líquido. A esta conclusión llegaron los científicos en el año 2007, cuando un análisis de datos del satélite ICESat de la NASA reveló que las variaciones en la elevación del hielo en la Antártida occidental reflejaban una gran masa de movimiento de agua subglacial debajo de la capa de hielo.
Ahora, el sucesor de la misión ICESat, el ICESat-2 (lanzado en 2018 y considerado "el instrumento láser de observación de la Tierra más avanzado que la NASA haya hecho volar en el espacio") está brindando a los investigadores una visión aún más precisa de esta misteriosa red de lagos profundamente enterrados, así como la posibilidad de mapearlos con gran exactitud.
Desaparece misteriosamente un enorme lago en la Antártida
"ICESat-2 es como ponerse lentes después de usar el ICESat; los datos son de tan alta precisión que realmente podemos empezar a trazar los límites del lago en la superficie", señaló Matthew Siegfried, glaciólogo de la Escuela de Minas de Colorado (EE.UU.).
Siegfried, junto a un equipo de investigadores, recopiló datos altimétricos del ICESat-2 y la misión ICESat original, junto con mediciones tomadas desde CryoSat-2, un satélite de observación de hielo operado por la Agencia Espacial Europea (ESA). El conjunto de datos se corresponde al período comprendido entre los años 2003 y 2020, y los resultados de su análisis fueron publicados el 7 de julio en un estudio por la Unión Geofísica Estadounidense.
"La capa de hielo de la Antártida tiene un espesor promedio de 2,2 km y descansa sobre un lecho rocoso. El aislamiento, las altas presiones, el flujo de calor geotérmico y la fricción cerca de la interfaz del lecho de hielo provocan el derretimiento de pequeñas cantidades de hielo basal que, cuando se acumula sobre toda la capa de hielo, produce grandes volúmenes de agua subglacial, gran parte de la cual se almacena en lagos y acuíferos subglaciales", explican los investigadores. "El sistema de agua basal de la Antártida contiene más de 130 lagos activos. Los datos del ICESat-2 darán lugar a un cambio radical en nuestra comprensión de cómo funciona el sistema de agua subglacial oculto de la Antártida, que es un ingrediente crucial de cómo se comporta y evoluciona una capa de hielo".
De acuerdo con los autores del estudio, la deformación de la superficie debido al llenado y drenaje activos de los lagos subglaciales proporciona una de las pocas ventanas accesibles de forma remota a la evolución de los sistemas de agua basal, los cuales pueden estar ocultos hasta 4 km bajo el hielo.
Además, el estudio de los datos encontró dos anomalías que corresponderían a lagos ocultos previamente no detectados y que fueron nombradas lago subglacial inferior Conway y lago subglacial inferior Mercer. Estas anomalías se hallan debajo de las capas de hielo Mercer y Whillans, en la Antártida occidental, en un sistema acuífero dominado por dos grandes lagos subglaciales activos: el lago subglacial Conway y el lago subglacial Mercer. Las evidencias apuntan a que la zona está en medio de su tercer evento de drenaje desde el año 2003, cuando iniciaron las primeras observaciones del ICESat.
"Estos son procesos que están sucediendo bajo la Antártida de los cuales no tendríamos ni idea si no tuviéramos datos satelitales", afirmó la glacióloga Helen Fricker, una de las autoras del estudio. "Hemos estado teniendo dificultades para obtener buenas predicciones sobre el futuro de la Antártida, y los instrumentos como el ICESat-2 nos están ayudando a observar la magnitud del proceso", concluyó.
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