Luis Miguel está alojado en nuestra cotidianeidad, musicalizando el subconsciente, forma parte de una playlist que siempre vuelve a sonar, aunque sea de fondo y que más de una generación sigue tarareando. Hace tres años Netflix estrenaba Luis Miguel, la serie. Un camino intermedio entre culebrón y biopic, una especie de homenaje a las telenovelas mexicanas de los años 90 pero adecuado a esta época.
Por Manuela Bares Peralta
Hace unos años, Luis Miguel dio luz verde para que se realizará su primera serie autobiográfica. De alguna manera, él mismo estaba construyendo la puesta en escena de lo que se convertiría en uno de los contenidos exclusivos más vistos de Netflix. Pero, en vez de una nota, el astro prefirió hacer ficción de una parte de su vida, salteándose a periodistas e intermediarios. En los trece capítulos que componen la entrega inicial le habla directamente al público sobre la vocación artística hecha trabajo, la explotación laboral a manos de su padre, la violencia familiar y la desaparición de su madre Marcela.
Este último acontecimiento no sólo es el tema central sobre el que se estructura la serie, sino también uno de los interrogantes que acompañó, durante muchos años, la vida pública del cantante, y que se apoderó de los programas de espectáculos. La desaparición de Marcela es también el recurso sobre el que se construye el encuadre con el que vamos a conocer el pasado de Luis Miguel. Un pasado signado por la violencia.
Sin ir más lejos, uno de los aciertos de la puesta es que pone a disposición del espectador y de la trama todos los recursos necesarios para evocar la violencia machista sin nombrarla. Se pone el foco argumental en esta época, pero adentrándonos en un contexto pasado donde, en muchos casos, la violencia era algo que no se decía y se vivía en soledad.
En esta nueva temporada, Luis Miguel ya no es el mismo que el que despedimos en 2018. Los looks cambiaron, el salto temporal se hace visible en canciones icónicas: “Hasta que me olvides” se enfrenta a la reversión de “Noche de paz”, promediando el segundo capítulo. Por delante tenemos un viaje accidentado, interrumpido por flashbacks que nos transportan de inicios de los 90 a principios del 2000.
La serie vuelve a ser efectiva, encendiendo la luismimanía que llenó estadios y agotó discos, obligándonos a estar alertas al estreno dosificado que tendrá la serie con un capítulo cada domingo, porque un día en la vida de Luis Miguel puede ser una temporada completa.
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