Cumple 75 años de los cuales ha dedicado 69 a la música y 66 al piano, al lado de su padre. Nació en Ponce y allí sigue viviendo, anclado felizmente a sus raíces puertorriqueñas.
Cumple 75 años de los cuales ha dedicado 69 a la música y 66 al piano, al lado de su padre. Nació en Ponce y allí sigue viviendo, anclado felizmente a sus raíces puertorriqueñas. Papo Lucca tiene la palabra en las manos
Efectivamente nació al mediodía del 10 de abril de 1946 en la ciudad de Ponce, al sur de Puerto Rico, mirando hacia el Caribe.
Su padre Enrique desde el poblado de Yauco donde nació en 1912 se mudó a Ponce para conocer en 1932 a Angélica Quiñones, la futura madre de sus hijos, Zulma, Papo y Wanda. En 1944 formó su primer grupo musical al que bautizó como “Conjunto Internacional” y que tendría vida hasta 1953 cuando con Arsenio Rodríguez, la Sonora Matancera y el Conjunto Casino entre ceja y ceja, armó la bendición musical que significó y significa La Sonora Ponceña, con su hijo Papo vinculado a ella desde los 6 años.
Enrique Papo estuvo unido a Enrique 'Quique' desde que nació. Solo la partida del viejo padre en 2016 dio forma a la separación física. Los primeros pasos del junior los dio en torno a los instrumentos del grupo paterno. La disciplina le dio forma de orquesta a su infancia.
Los 7 años lo sorprendieron estudiando solfeo y metiéndole mano a las tumbadoras y al bongó. Cuenta que comenzó a a estudiar a los seis años de edad, con un músico de Ponce, el señor Julio Alvarado, director de la Banda Municipal de los Bomberos, quien además enseñaba solfeo en la Escuela Libre de Música. “Un día mi padre me llevó a verlo y le dijo: Mira Julio, este hijo mío tiene un buen sentido del ritmo y le mete mano ya a la percusión. Pruébalo, yo creo que puedes hacer algo con él”. El profesor ratificó en la prueba lo dicho por el padre y así el pequeño Papo estudió dos años de solfeo antes de sentarse definitivamente ante las blancas y las negras.
A los 9 se metió con el piano y no solo eso: se metió en la Sonora de su padre. A los 11 años el padre le dio ingreso profesional a la misma y participó por primera vez en una grabación, y en televisión, y a los 13 años hizo su primer arreglo, para “Caramelos”, imposible olvidarlo. Ese año, 1959, hizo su primer viaje internacional como músico, a Saint Thomas.
Papo Lucca estira la memoria, y esa memoria le suelta que a los 14 años hizo su primer viaje a Nueva York. Recuerda que se presentaron en el Manhattan Center en un espectáculo que se denominó “Ponceños ausentes”. Evoca las 21 presentaciones que efectuaron en el Teatro Puerto Rico de Nueva York al lado de Lucha Villa y Cuco Sánchez. Desde entonces no paró de viajar ni de arreglar para la orquesta. Y lo de Ponceño se le afincó en el alma.
La década de los sesenta encerró una cierta vorágine para él y para la Ponceña de su padre. La orquesta había sido creada en 1954, se recuerda, teniendo como antecedente a la Orquesta Internacional, también de Quique Lucca. El fundador de la Ponceña asimiló la dotación de cuatro trompetas de la Sonora Matancera y también la mitad del nombre, que fue completado orgullosamente con el gentilicio regional, Ponceña, de Ponce, la Perla del Sur, la que mira al Caribe, la cuna de grandes en la música como Cheo Feliciano, Héctor Lavoe, Ismael Quintana, y, claro, Papo Lucca.
La música del Caribe vivía una revolución como la cubana y desde los grandes centros urbanos el ejército de los melómanos se iba acomodando en trincheras de irreverencia y sonidos cuajados de dolor y esperanza. La influencia determinante de Arsenio Rodríguez, Antonio María Romeu, la sonoridad de la Sonora Matancera y diversos géneros y grupos cubanos, se transformó. El contingente de músicos de la zona sacó sus conclusiones: unos se cuadran con la experimentación y otros prefieren quedarse a vivir con las glorias tradicionales. Enrique Lucca padre, Quique, no varió el sonido de su orquesta y la mantuvo como Sonora con reminiscencia matancera, sin copiar ni abusar. Enrique Lucca junior, Papo, entró a trabajar en el terreno de la innovación haciendo arreglos soberanos a algunos temas de siempre. Eso sí, el sello borincano se acentuó. El primer LP de la Ponceña, “Hacheros pa' un palo” fue un aviso y una evidencia. Luego vendría el LP que hicieran con Felipe Rodríguez y Pedro Ortíz Dávila, Davilita. Grababan en un estudio ubicado en el viejo San Juan, en la capital de la isla. No se pude adjudicar al sello Fania la internacionalización y, mas allá, el prestigio de la Ponceña, como sostienen algunos.
Fania, comenzando la década de los setenta firmó a cuanta orquesta se le presentó por delante, como tarea de hegemonía y comercialización. Si la Sonora de Ponce no hubiese estado llena de calidad, de cadencias y sonoridades azules, poco hubiese hecho Fania con ella. Y abundan casos de grandes esfuerzos promocionales para nada. Podemos llegar un poco mas allá. Los ojos empresariales y los oídos atentos se habían fijado ya en las manos del jovencito de Ponce que en 1972, a sus 26 años, le roncaba muy de cerca a las luminarias de entonces. Y una de las formas de agenciarse a Papo Lucca pudo haber sido agenciarse a la Ponceña, sin quitar ningunos méritos a la orquesta.
Y esa orquesta había grabado exitosamente en su tierra de origen. Dos temas inmensos de Arsenio Rodríguez se cruzaron en la creatividad de Papo Lucca, y les dio una renovación de tal magnitud que lo demás es historia conocida. Nos referimos a “Hacheros pa' un palo”, que le dio título al primer LP y “Fuego en el 23”, contenido en esa producción y ambos grabados por los de Ponce antes de llegar al sello Inca, filial de Fania.
Para 1973 y luego del álbum “Desde Puerto Rico a Nueva York”, grabado para el sello Inca, comenzó para Papo Lucca un proceso vertiginoso como pianista y arreglista invitado con otras orquestas fuera de La Ponceña. La frescura de los arreglos, la rapidez de las manos sobre el teclado, la particular contundencia de la mano izquierda, la sencillez soberana en la presencia, todo esto fue volviendo a Papo Lucca imprescindible en el mundo de las grabaciones salsosas que se acuñaron en la década de los setenta.
En cuanto a la Ponceña, Miguelito Ortíz, Luigi Texidor, Yolandita Rivera, Toñito Ledee, Pichy Pérez, Edwin Rosas, Tito Gómez, son nombres indefectiblemente vinculados a la historia vocal del grupo.
“Sabor sureño”, “Tiene pimienta”, “Conquista musical”, “El gigante del sur”, “Explorando”, “Navidad criolla”, “La orquesta de mi tierra”, “Energía”, “Las nuevas en la cima”, “Ataque nocturno”, “Determinación”, “Futuro”, “De regreso al trabajo”, “En el camino correcto”, “En los 90”, “Guerreando” , son álbumes ponceños con historia y sabor. Unos con mejor factura que otros, claro, pero en todos el sello inconfundible de Papo Lucca. En cuanto a temas exitosos la lista es muy larga: Madrugando, El Pio pio, Borinquen, Hacheros pa' un palo, Fuego en el 23, Boranda, Sonora pal bailador, Hasta que se rompa el cuero, Yambeque, Yaré, Ahora sí, Sola vaya, Remembranza, Noche como boca 'e lobo, Canción, Canto al amor y la lista pica y se extiende. El Hombre Es un hombre estable. Tiene en este momento 75 años y 69 vinculado a la orquesta fundada por su padre. Se enamoró de Miriam cuando tenía 19 años y a los seis meses del flechazo se casó con ella. Tiene hijos, nietos y bisnietos que le maravillan la vida y le enloquecen. Son muy pocos los temas como autor pues se reconoce mas operativo. Prefiere recrear sobre temas de otros con su toque personal. Le gusta la tierra. Le gusta sembrar y se puso de lo mas contento cuando vio el primer racimo de uvas en el patio de su casa ponceña. Le gusta cocinar y a veces le gusta planchar. Y dice que a esto le cogió el gustico de tanto viaje en que tenía que hacerlo obligado por las circunstancias. No le gusta moverse de su casa, a la que ha convertido en su centro de trabajo con estudio de grabación incluido. La vida se las juega porque Papo ha tenido que viajar mucho. Y da gracias a esa vida porque a pesar de que sus hijos crecieron casi sin verlo el afecto y la unidad familiar son grandes. Se confiesa latinoamericano y dice que lo que es bueno para la gente es bueno para él. Sus posiciones políticas son personales. No involucra a la orquesta para nada. La música es la música. Eso de la política le costó hacerle entender a muchos que Pablo Milanés, mas allá de un cubano revolucionario, y Silvio Rodríguez también, son tremendos poetas y tremendos músicos. Evoca a “Ya ves que yo sigo pensando en ti” de Milanés, tema que de político no tiene nada. Cuando fue a Cuba con las Estrellas de Fania (1979) siempre le dijo a sus compañeros que se prepararan bien pues iban a bailar en la casa del trompo porque esa isla era música por donde se la mirara. Allí hizo amistad con Adalberto Álvarez, el fundador del legendario Son 14 de Cuba. Amistad que se mantiene en lo musical...y en lo religioso. Es hijo de Ochún, aunque no lo parece. Se defiende tocando los rituales tambores Batá y hasta ha ejecutado el Iyá en alguna grabación.
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