La Argentina de Milei en el tablero geopolítico es uno de los temas que se desarrollan en el libro América Latina en la encrucijada global, que centra su análisis no sólo en las nuevas derechas sino también en los marcos de acción de los movimientos populares.
El mundo actual se encuentra en un proceso de cambio que ya terminó de refutar la vieja tesis del “Fin de la historia”, con la cual Fukuyama, ante la caída de la URSS y la victoria –aparentemente– total y eterna del capitalismo, auguró una época en que los conflictos –guerras, revoluciones– encontrarían su fin: los hombres harían su vida y satisfarían sus necesidades a través del mundo idílico de los negocios. El genocidio en Palestina, la guerra en Ucrania, los golpes de Estado nacionalistas en la región del Sahel que están desterrando al viejo imperialismo francés de la zona y combatiendo a los grupos yihadistas –grupos nacidos luego de que la historia acabe– que hasta hace poco controlaban gran parte del territorio de Malí. Sumado a eso, el ascenso de nuevas potencias económicas como China, que han abierto todo un nuevo mundo de consumidores, la gravitación política de una Rusia enfrentada a un occidente que parece terminar de abandonar sus variantes socialdemócratas para consolidar un movimiento ultraderechista creciente. Esa cantidad de procesos son sólo una parte de la encrucijada global en que se presenta América Latina, y que es la que le da nombre al libro de Claudio Katz, en el que analiza no sólo el lugar de América Latina sino también la emergencia y avances de la ultraderecha en sus diversas expresiones y los desafíos que enfrentan los movimientos populares.
“Nuestra región ha recuperado incidencia en el mundo por los recursos naturales. Tenemos un botín muy apetecido por las grandes potencias. Específicamente Estados Unidos, que es el que ha dominado la región durante ya mucho tiempo, necesita retomar ese control si quiere disputar a escala global con China. Por lo tanto, está reforzando todos los mecanismos, una nueva Doctrina Monroe a pleno, porque viene de problema a problema. Está perdiendo la batalla económica con China que en veinte años ha tenido una intervención en el plano comercial, financiero, de inversión como nunca antes en la región. No existe un precedente de que en dos décadas una potencia haya copado tantos mercados desplazando al que ha sido el hegemónico durante tanto tiempo.”, señaló en el programa de radio Poné la Pava Claudio Katz, docente y economista de la UBA e integrante del colectivo “Economistas de izquierda”. Y es que La Franja y la Ruta de la seda, el proyecto económico chino que tiene su inspiración en lo que fue una extensa red de rutas comerciales abiertas por China desde al menos el siglo I antes de Cristo, en esta reedición incluye a América Latina. Como señala Lucía Suárez Galli en su nota “La incidencia de la Nueva Ruta de la Seda China en América Latina”, publicada en el sitio Nodal: “China ve a América Latina como parte de la extensión natural de la Ruta Marítima de la Seda, ya que esta forma parte de su estrategia global; La Franja y La Ruta representan una oportunidad para desarrollar la infraestructura de la región, incrementar el comercio y atraer inversiones, sin que necesariamente elimine los desequilibrios estructurales de las relaciones económicas entre China y el subcontinente”.
Frente a ese escenario, Katz señala que los intentos de generar una alternativa para América Latina, aun con distintas denominaciones, no progresan. Es que los grupos dominantes de la región están ante un verdadero dilema: “Por un lado tienen esa dependencia histórica, cultural, política, intelectual, con EEUU, pero por el otro los negocios están en Asia. Entonces qué hacer es un dilema para ellos, y también para nosotros, porque la economía regional está estancada, sigue perdiendo peso. Es importante definir cuál es el escenario, y lo planteo en el libro, sobre todo en un momento de avance de la ultraderecha. Quizás en otro momento hubiera sido más fácil plantearse el problema, cuando en la región había predominio progresista: cursos de acción de resistir a EEUU, negociar en bloque con China, avanzar en unidad latinoamericana, soberanía alimentaria, soberanía financiera. Ahora es más complejo porque lo que tenemos es un peso mayor de la ultraderecha a escala mundial y regional. Lamentablemente, con Milei nos ha tocado posicionarnos en un lugar protagónico en el mundo por tener un presidente que está demostrando que es un hombre importante de la derecha mundial”.
“Milei repite en gran medida las características de esta oleada global de ultraderecha, que ha canalizado gran parte del descontento que existe por la crisis económica, por la degradación social, por el hastío con el sistema político, y lo hace encauzando ese malestar contra los sectores más desamparados. Y lo hace manteniendo esa pose contestataria, ese disfraz de rebelde, esa actitud disruptiva que es muy propia de la ultraderecha mundial. Comparte sus grandes estandartes: el punitivismo; la mano dura; el antifeminismo; el anticomunismo casi delirante porque ve comunistas en Petro, en Lula, en López Obrador; quiere resucitar el viejo nacionalismo de derecha con regímenes militares indultando a los genocidas. Y además, comparte la que yo diría que es la característica central: el autoritarismo reaccionario. Porque esta no es una oleada fascista como a mitad del siglo pasado, no estamos en una época de guerras mundiales, de amenaza del socialismo como en ese momento, y de aparición de regímenes totalitarios. Lo que hay es un giro hacia el autoritarismo: se trata de estrangular la democracia dentro del régimen político. Es lo que hace Milei, lo que quiere hacer Trump si gana las elecciones. Y es reaccionario porque quiere reflotar los mitos de cada país: volver a hacer grande a EEUU, recrear el pasado victoriano en Inglaterra, fantasear con la antigua supremacía colonial con Vox, y en Milei la llamada a recrear la prosperidad imaginaria del siglo XX con una oligarquía que exportaba granos y carnes a espaldas del país”, analiza Katz. Pero Milei, a su vez, presenta importantes diferencias: “Esta oleada mundial tiene rasgos económicos de intervencionismo. Trump quiere volver a la conducción de EEUU para reforzar el intervencionismo en la guerra internacional contra China, acentuar la intervención del Estado en materia de inversión, de IA. Meloni en Italia, Le Pen en Francia también tienen políticas de regulación, por ejemplo con el proteccionismo agrícola en la Unión Europea. Milei no. Milei es un menemista a destiempo. Quiere volver a los 90, a Thatcher, a Reagan, a las privatizaciones, al libre comercio, a la desregulación plena. Y en esto está fuera de foco. Más que responder a los intereses de los grupos dominantes en general del país, es un peón de la política exterior de EEUU. Ahí se ve su singularidad”.
A esas características de la ultraderecha –que Katz profundiza en un artículo publicado en su página web– se le agrega un elemento más: en las décadas pasadas los gobiernos progresistas en América Latina tuvieron periodos prolongados, de 10, 12 años. “Había tiempo como para exhibir una alternativa y ponerla a prueba. En los últimos años se recortó mucho esa temporalidad. Los espacios que tiene cada gobierno para demostrar la validez de su programa son muy estrechos, muy limitados. Desde 2019 pudimos ver importantes sublevaciones populares que desembocaron en gobiernos progresistas: Chile, Bolivia, Perú, Colombia, Guatemala. Pero la ultraderecha rápidamente sale al ruedo y pone a prueba la consistencia de esos gobiernos. Y si no responden con efectividad, generan un desengaño que es capturado por la ultraderecha. Castillo en Perú tuvo un año de plazo y la ultraderecha le hizo un golpe de Estado. Boric está generando una decepción muy grande y la ultraderecha está creciendo. Ni que hablar Argentina, donde la decepción mayúscula de Fernández dio lugar a Milei. A Fernández no le falta nada, ya no es sólo Vicentín, la deuda, la inflación, ahora es también el escándalo que está apareciendo. Siempre aparece un ingrediente para que la ultraderecha tenga argumentos contra el progresismo. Entonces todo depende de la consistencia con que se plante un gobierno progresista. En el caso de López Obrador, de Lula, de Petro, hay esperanzas en marcha. En otros casos hay una defraudación plena. El tema es que a la ultraderecha hay que poder responderle en sus mismos ritmos y en sus mismos desafíos. Sobre todo porque es una derecha que no vacila en recurrir al uso de la fuerza. En Bolivia intentaron un golpe de Estado, la secesión de Santa Cruz. Se respondió con fuerza y se la contuvo. Lo mismo el golpe que intentó Bolsonaro en Brasil. Aquí no hubo esa respuesta y tenemos a Milei. Por lo tanto la batalla es más compleja, más dura”.
Sin embargo, que la batalla sea más dura no implica que la derrota ya esté consumada. “El sistema político opera como una estructura que limita las acciones favorables para los pueblos, eso es evidente. Tienen varios poderes para hacerlo: cuando pierden las elecciones y uno logra mayoría, empieza a operar el poder judicial, el poder mediático, y en otros países el poder militar, y ahí está el desafío de un gobierno popular de demostrar que llegó al gobierno pero no tiene el poder. Y para disputar el poder hay que recurrir no sólo a la acción electoral sino a la movilización de masas y a una disputa en términos ideológicos y políticos que sea nítida y consistente. Si uno hace eso puede contener a la derecha, si uno no lo hace, la derecha gana. Fijate Francia, que todos esperábamos con resignación un triunfo de Le Pen y apareció un frente, apareció Mélenchon, formularon un programa radical con impuestos a las grandes fortunas, con asamblea constituyente, con mejora inmediata de los salarios, dieron una batalla programática, tuvieron una táctica apropiada al momento de compartir candidatos con la otra fuerza conservadora y lograron un éxito. En México la ultraderecha también recibió una derrota con el nuevo periodo para Morena”, analiza Katz, y define: “Se puede batallar pero si uno está dispuesto a hacerlo. Si uno en cambio agacha la cabeza, pierde la partida antes de jugar”.
“Uno hace política en un sistema, y si ese sistema le pone límites tiene que tener alternativas para mostrar los límites de ese sistema”, señaló Katz en Poné la Pava, y se detuvo a analizar el escenario argentino: “Una forma de mostrar los límites de ese sistema es por ejemplo, la ley de medios. Cuando subió Fernández la ley de medios estaba vigente, la había votado el parlamento. Y no se retomó. Otro ejemplo es la deuda. Cuando subió Fernández la deuda estaba impaga, fue la pandemia, había infinitas razones para demostrar que la Argentina no estaba en condiciones de pago y replantear por completo esa transferencia de recursos fraudulenta por el acuerdo que hizo Macri. Y no se hizo”. Y critica: “La responsabilidad principal de que hoy tengamos a Milei le cabe al peronismo. No es que llegó Milei del cielo. Milei no era nadie, era un desconocido, un payaso de la televisión que incluso, hace tres años, en las elecciones de medio término, cuando llevaron diputados, tuvo un bloque muy chiquito, un porcentaje menor al 10 por ciento. Y en dos años se transformó en una figura política por la decepción que había con el gobierno peronista. Y eso incluye no sólo a Alberto, sino a todo el peronismo, que se limitaba a hacer críticas laterales, a objetar, y esto por supuesto, para no ir con vueltas, incluye a Cristina. Era la vicepresidenta de un gobierno del ajuste, no era una figura que estaba al margen de lo que ocurría. Y siendo vicepresidenta es la segunda figura del país. No alcanzaba con hacer una crítica a través de medios, redes, discursos, era cuestión de ponerse al frente de un proceso para poner fin a una inflación que todos los días quebrantaba la moral popular y a un discurso de los medios de comunicación que erosionaban cualquier posibilidad de cambio. Era cuestión de hacer como hizo Evo Morales en Bolivia, cuando frente a la secesión de Santa Cruz recurrió a una acción definida, como hizo Lula frente al golpe de Bolsonaro. Es decir, actuar con firmeza. E incluso cuando fue el atentado contra Cristina, un hecho tremendo, que uno todavía no logra mensurar lo que significó, es un hecho que te da la pauta que la ultraderecha no es sólo discurso, no es retórica, es un elemento de terrorismo implícito. Bueno, la reacción fue sumamente débil frente a un acontecimiento así. Una misa, una pequeña marcha, pero no se responde así a un intento de asesinato. No hay proporción entre una cosa y la otra. Y eso fue desmoralizando a la propia tropa”.
Sin embargo, la revisión crítica del pasado no tiene por qué contribuir a la desmoralización del movimiento popular. “Hay que ponerse fuerte para resistir una ofensiva que viene muy en serio. Hicieron el desfile para indultar a los genocidas, hicieron esta visita tremenda –la de los diputados a los genocidas– y están preparando el momento para hacerlo, asentados en una campaña de criminalización del movimiento popular. Quieren erosionar al movimiento democrático generando miedo de ir a las marchas, y judicializando las protestas. Esto que están haciendo con las organizaciones sociales de montarles una causa, de allanar los comedores. Hay una ofensiva que es la que empezó Bullrich con el protocolo antipiquete que lo utiliza sólo cuando le conviene, porque el otro día hubo una marcha enorme por lo de Venezuela, ¿y dónde estuvo el protocolo antipiquete? Ellos cortaron el obelisco y cortaron la avenida frente a la embajada de Venezuela y no sólo no vino la policía sino que varias figuras del Estado fueron a la marcha. Entonces van a la marcha que se convoca, no se usa el protocolo antipiquete, nadie habla del tema. Es evidente que la criminalización del movimiento popular es el eje del proyecto de este gobierno. Ahí está el componente Fujimori, el componente peruano, el componente de recomponer el peso de las fuerzas armadas para que vuelvan a actuar en la seguridad interior, que vuelvan a actuar como brazo armado de los grupos dominantes para aplastar las movilizaciones sociales, ese es el proyecto. Y bueno, nosotros tenemos el principal movimiento de resistencia de derechos humanos de América Latina, uno de los más importantes del mundo. Y tenemos reservas muy fuertes, se ve todos los 24 de marzo. Esas reservas tienen que ponerse en marcha para contener esta ofensiva represiva. Los derrotamos en el pasado y los vamos a derrotar en el futuro”.
Fuente : redaccionrosario.com
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