En el complicado panorama que se presenta por la pandemia de Covid-19, las negociaciones por la deuda con el FMI muestra un cambio de posicionamiento del gobierno. Por Eduardo Lucita.
El escenario coyuntural es más que preocupante: la curva de contagios ha pegado un salto alarmante mientras que la carestía de la vida no le va en zaga; impulsada por la suba de los alimentos, profundiza la pobreza y la indigencia. Para aumentar la complejidad del momento, las relaciones con el FMI están en suspenso.
En lo que sigue trataremos de trazar un cuadro de situación de las negociaciones con el FMI teniendo como marco una economía que está rebotando respecto de la fuerte caída del 2020 y un avance de la pandemia que amenaza con paralizarla nuevamente.
Declaraciones
Mientras el gobierno ratificaba que «negocia un nuevo programa de financiamiento responsable y respetuoso de los compromisos contraídos» y el ministro Guzmán, luego de una poco productiva visita a Estados Unidos, recorrió Europa y ahora está en Moscú, buscando apoyos para conseguir mayores plazos, menor tasa de interés y una nueva negociación con el Club de París, el director del FMI Alejandro Werner decía sin ambigüedades que «los tiempos del acuerdo dependen de Argentina» y que «hay diferencias significativas dentro del gobierno» que lo demorarían . Si el presidente Alberto Fernández busca un acuerdo que no ponga en riesgo «la reactivación económica y un sendero de desarrollo sustentable», Werner sostiene que se trata de hacer que «la deuda sea sostenible y ahí tenemos mucha incertidumbre». En tanto que el asesor presidencial Juan González afirmó: «la discusión entre Argentina y el FMI es entre ellos», adoptando así una actitud prescindente.
Werner ha sido desplazado de las relaciones con Argentina, pero esto no quita que las relaciones no pasan por su mejor momento.
Imposibilidad de pago
La querella criminal anunciada por el presidente Fernández en su discurso inaugural de las sesiones ordinarias del Congreso de la Nación está dirigida contra el gobierno de Macri «por administración fraudulenta y defraudación contra la administración pública». Esto recaracteriza la deuda con el FMI, cuando desde el inicio de su mandato la había legitimado y convalidado. Es importante porque pone nuevamente a la deuda en el escenario político.
En el acto por el 45 aniversario del golpe militar del 24 de marzo, un acto no oficial pero que contó con la primera plana del kirchnerismo, la vicepresidenta, única oradora, sinceró lo que era un secreto a voces: que tal como está la deuda es impagable, incluso con un Plan de Facilidades Extendidas a 10 años y pidió al Fondo extensión de los plazos, 20 años, y rebaja de tasas. En nota anterior, señalábamos que el repago a 10 años de la deuda con el FMI más el de los bonos de la deuda privada reestructurada solo de capital daba un promedio de 12 mil millones de dólares por año. Otras proyecciones incluyendo intereses, deuda de las provincias y con otros organismos internacionales elevan ese monto de pagos promedios de 15 mil millones al año. Por nuestra parte, hemos hecho un rápido ejercicio a 20 años, nos arroja un promedio de pagos no inferior a 7 mil millones anuales durante 16 años (contemplados cuatro de gracia).
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