“La gente está harta”, dice Perla Álvarez, militante feminista y referente de Vía Campesina, en esta primera entrega de una serie de entrevistas sobre feminismo y luchas sociales en América Latina.
Por Sergio Ferrari
La protesta social en Paraguay tuvo su detonante pandémico durante marzo pasado. Sin respuestas significativas de parte del gobierno, cualquier chispa puede convertirse en un nuevo disparador. Y transformar esta crisis, de por sí dramática, en una realidad caótica.
Si la situación sanitaria fue la causa determinante, se le sumaron muchas otras reivindicaciones sectoriales, enfatiza en esta entrevista exclusiva Perla Álvarez Brítez (foto), militante feminista y dirigente campesina.
Una historia de lucha sin respiro
A punto de cumplir sus 50 años es, desde hace más de dos décadas, una de las referentes sociales paraguayas de primera línea. En octubre de 1999, junto con otras trescientas activistas, fundaron la Organización de Mujeres Campesinas e Indígenas Conamuri, que forma parte de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC), de la Marcha Mundial de Mujeres, de ALBA de los Movimientos Sociales y de Vía Campesina. Este movimiento convoca, como cada año, para el próximo 17 de abril, una jornada de protesta por el Día Internacional de las Luchas Campesinas.
Para asegurar su real comprensión del país profundo, Perla Álvarez entendió que hablar guaraní era una condición esencial. Y se lanzó a estudiarlo ya como joven adulta. En 2014, a pedido de Conamuri y aprovechando su bilingüismo, asumió la responsabilidad de dirigir un programa de televisión sobre comidas típicas. Para ella, ese desafío tuvo una motivación política: poder debatir en un medio masivo la importancia de la soberanía alimentaria y valorar el trabajo de las familias campesinas e indígenas.
Rompió los cánones tradicionales de una emisión de esa naturaleza. Rechazó proyectores sofisticados y un estudio de grabación especial. Se consideró como moderadora y no como directora del programa. Adicionalmente, su consigna fue clara: hay que ir a filmar donde viven las campesinas, dialogar con ellas en su propio idioma, aprender de ellas y multiplicar sus conocimientos ancestrales.
En pocas palabras, presentar y dignificar todo ese -no siempre reconocido- rudo trabajo cotidiano de producir en el campo para asegurar los alimentos familiares. La dirigente Perla Álvarez, transformada en animadora televisiva, se convirtió así en una personalidad mediática y le aseguró a Conamuri una visibilidad imprevisible. “Mucha gente empezó a considerarme como una referencia en temas de soberanía alimentaria y de cultura campesina e indígena”, reflexiona.
Referente de Vía Campesina
Capacidad de comunicación que en 2021 no dudó en poner al servicio de Vía Campesina. El pasado 2 de marzo, por vía digital desde Asunción, llevó la voz del movimiento rural internacional al Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas reunido en Ginebra, Suiza.
En los escasos minutos que esa instancia asigna a las voces de la sociedad civil internacional, la dirigente paraguaya demolió el modelo agroexportador que destruye la producción campesina y el medioambiente; reivindicó la agroecología como opción viable para un planeta equitativamente alimentado; y llamó a rectificar el rumbo de preparación de la Cumbre de la ONU sobre Sistemas Alimentarios. Previsto para el último trimestre de este año, ese cónclave corre el riesgo de ser cooptado por las grandes multinacionales del ramo que tienen la expectativa de aumentar sus negocios multimillonarios a expensas del valor universal del Derecho Humano básico a la alimentación.
Cualquier chispa amenaza el incendio
En un país en el que el 72% de la población no cuenta con ningún tipo de seguro médico y en el que el Estado destina un magro 2.1% del Producto Interno Bruto para el sector salud, la situación sanitaria se ha vuelto dramática.
Según la dirigente campesina, la gente observa el colapso del sistema de atención médica, la falta de vacunas anti COVID-19, así como la creciente especulación que engorda de la mano de la crisis. Y se confronta con la corrupción de un Gobierno que se ha endeudado aún más con el pretexto de confrontar la pandemia, pero que en este último año no ha hecho nada. Situación sanitaria compleja a la que se le suma el desempleo creciente, la condicionante informalidad laboral, la debacle del sistema educativo, es decir, la insensibilidad total del Estado.
Sin subestimar, además, el estructural problema agrario lejos de resolverse, en un país de 400 mil kilómetros cuadrados en el cual el 2% de los propietarios posee 85% de las tierras y donde el agronegocio -grandes terratenientes y multinacionales del agro- controla todo. Ese poder, al que Álvarez denomina “poder fáctico”, se cimenta en la dinámica histórica vigente desde hace siete décadas.
Paraguay es hoy el cuarto exportador de soja y uno de los principales exportadores de carne a nivel mundial. La agricultura familiar provee, según la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), la mayor parte de los alimentos que se consumen en el país. El 42% de la población rural se dedica a esa actividad. El 91% de las propiedades representa apenas el 6.3% de la superficie total productiva. En un escenario de polarización extrema: una de cada tres personas en el campo vive en situación de pobreza. Todo el sistema está en cuestión, evalúa la militante feminista. El presidente Mario Abdo introdujo apenas algunos cambios ministeriales sin rectificar para nada, sin embargo, las políticas de fondo que conllevan a la crisis actual del sistema.
Clase política decadente
La gente está harta de este drama sanitario sin respuesta, del agravamiento brutal de la crisis económica y del comportamiento irresponsable de la clase política, reflexiona. Lo que explica la consigna “que se vayan todos”, enunciada en muchas de las protestas. Compleja realidad que se sostiene, según Perla Álvarez, en dos pilares: un partido, el Colorado, en el poder casi ininterrumpidamente desde hace setenta años, que se siente dueño de la vida política e institucional del país. Y la falta de una organización opositora que pueda canalizar el clima de hastío, el cansancio extremo de la gente, y promover, así, una alternativa diferente.
No se ha logrado en la vida política paraguaya superar el caudillismo impuesto por los partidos tradicionales. No ha habido, tampoco, un traspaso generacional de los referentes de la oposición que se siguen perpetuando en sus roles. Adicionalmente y hurgando en la dinámica de la última década, su reflexión es tajante: el movimiento social no ha logrado reponerse todavía del golpe institucional de 2012 contra el Gobierno de Fernando Lugo. Ese golpe, que cerró la mini primavera democrática de agosto del 2008 a junio del 2012, fue dirigido, especialmente, contra el movimiento social. Y se produjo cuando los poderes fácticos asociados –la gran economía y los partidos de derecha- se dieron cuenta de que ese gobierno progresista, aunque con muchos límites, promovía la participación popular. Tuvieron pánico y golpearon con todo al movimiento popular, afirma.
Sabiduría indígena
En esta difícil coyuntura, y a pesar de la represión brutal del Gobierno, no deja de impresionar la capacidad de movilización de la gente. En esas protestas sobresale el rostro de las mujeres que están jugando un papel esencial. Al frente de la lucha; gestionando la pandemia; cuidando a los enfermos; asumiendo, en muchos casos, la sobrevivencia económica familiar. Y se multiplica el perfil no menos protagónico de la juventud, enfatiza la dirigente de Conamuri.
Sin embargo, a pesar de la combatividad social, no se perciben a corto plazo cambios estructurales. En esta etapa de relativa oscuridad política, la relación y pertenencia a redes como Vía Campesina, a la CLOC y a la Marcha Mundial de Mujeres, significan un faro de esperanza. Permite sentirse parte de la lucha y de la reflexión de cientos de miles de mujeres campesinas de todo el mundo.
Y aunque la resistencia en Paraguay y la lucha en América Latina no son materias fáciles por la envergadura de los poderes que están enfrente, no hay espacio para la desesperanza. Es fundamental seguir aprendiendo de la sabiduría de los pueblos indígenas, que, desde hace siglos, en silencio, han hecho de la resistencia su forma de vida cotidiana, concluye.
*Esta nota fue publicada en la edición del domingo 11 de abril de 2021 de El Cohete a la Luna. Es reproducida por AGENCIA PACO URONDO en el marco de un acuerdo editorial.
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