La película documental de Gianfranco Rosi, ganador de los dos premios más importantes en los tres principales festivales de cine europeos, llegó a la plataforma Mubi. Tres años de rodaje, cuatro locaciones y escasez de diálogo no son problema para la capacidad narrativa del director italiano.
Por Diego Moneta
El 8 de septiembre de 2020 tuvo su estreno mundial, en el Festival de Cine de Venecia, la película Notturno, dirigida por Gianfranco Rosi. A comienzos de marzo del corriente año llegó a la plataforma Mubi. El director italiano es el único documentalista que ha ganado los dos premios más importantes en los tres principales festivales de cine europeos, es decir, en Venecia, Berlín y Cannes.
Notturno fue filmada en el transcurso de tres años en Siria, Irak, Líbano y la región de Kurdistán. Sigue el cotidiano de distintas personas que viven en, o cerca de, zonas de guerra en Medio Oriente, afectadas por conflictos civiles, injerencia extranjera y la presencia del Estado Islamico. La narración comienza con pelotones de soldados, lo que nos deja en claro que hablamos de escenarios militarizados, pero enseguida pone el eje en quienes sobreviven día a día a la violencia social, política y bélica.
Rosi es catalogado como uno de los directores más ilustres a nivel documental observacional. No realiza entrevistas con los protagonistas, no usa voz en off y hay muy pocos diálogos, que tampoco están guionados. Sus películas son políticamente pertinentes y estéticamente bellas. El trípode está bien afirmado en el terreno. De todas formas, conquista un alto nivel de intimismo en sus narraciones. En Notturno nos encontraremos con madres recordando a sus hijos en las ruinas donde fueron asesinados, con un pelotón femenino resistiendo, con niños compartiendo el trauma de la guerra y con internados en un hospital psiquiátrico, entre otras varias historias cotidianas.
Si quienes protagonizan dicho cotidiano son importantes, también lo son las locaciones. A medida que avanza la narración, alternando esas historias, comienzan a evidenciarse cada vez más las consecuencias de la violencia. Rosi enfatiza la situación en esas fronteras, en esas zonas. Convierte la pantalla en un escenario de representación, a nivel intratextual pero también para con la audiencia. Usa la tranquilidad como herramienta visual, y para ello aísla ciertos sonidos de posibles ruidos. En especial, pero no sólo por el diseño, Notturno y las películas de Gianfranco Rosi son cine desde el principio hasta el final.
El film no se basa en una historia singular. De hecho, vuelve a distintos temas más de una vez. La guerra oprime, pero está siempre fuera de la pantalla. Más allá de un breve texto inicial, que brinda detalles básicos de las imágenes que van a presentarse en pantalla, no hay contextualización alguna de la información. Aún más, no se identifican específicamente las regiones. Intentar adivinar se vuelve un ejercicio inutil. El elemento central entonces pasa a ser el encuentro, tanto del director como del espectador con las mencionadas historias. Importa más la cuestión humana que la geopolítica.
La filmografía de Rosi no constituye un interés comercial a nivel cinematográfico. No hay escándalo ni curiosidad en su estética. Más bien, incursiona en territorios ignorados: Boatman y las orillas del Río Ganges; Sacro Gra y residentes alrededor de una autopista en Roma; Fuego en el mar y los flujos migratorios. En Notturno el tema no es la guerra, sino sus ecos. Apuesta a que el cuerpo sea la aparición de la misma en la pantalla. La cámara de Rosi está al servicio de la representación de lo real.
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